El 14 de abril habrá un proceso de elección que he definido como la segunda parte del 7 de octubre debido a los siguientes elementos: la cercanía entre los dos procesos; la MUD mantiene el mismo candidato; se presentaron ante el CNE los mismos programas de gobierno, se hará con el mismo REP. Ahora bien, vale la pena destacar que existen diferencias muy importantes entre ambos procesos, quizás la más resaltante es el hecho de que por primera vez en 14 años el candidato presidencial no es Hugo Chávez. La otra gran diferencia es que estas elecciones se están realizando en medio de un clima recesivo, con una enorme restricción del gasto público, niveles de escasez similares a países en guerra y una devaluación brutal de 45% que probablemente venga acompañada de otra en los próximos días cuando se establezca el mecanismo sustitutivo del SITME, cuyo tipo de cambio referencial estará bastante por encima de 6.30.
El alto mando del madurismo, formado por Jaua, Ramírez y Jorge Rodríguez, entre otros, y férreamente tutelado por Raúl Castro, tiene claro que la única forma de ganar holgadamente es prolongar hasta el 14A, los funerales del presidente Chávez y usarlos como campaña electoral, minimizando al extremo del absurdo el liderazgo y la figura del candidato Nicolás Maduro. La estrategia dominante del comando Hugo Chávez es precisamente desaparecer la candidatura de Maduro y venderle al país, una vez más, una oferta engañosa, ya que las ideas y propuestas de Maduro no serán debatidas, lo único que veremos es repetir hasta el cansancio la alocución del 8 de diciembre y miles de videos con la imagen del presidente.
Parto de la premisa de que es posible derrotar a Nicolás Maduro y a su modelo anacrónico y atrasado y estoy convencido de que la clave está en dirigir la campaña electoral a los llamados no alineados, ni ni o independientes, que en el pasado votaban mayoritariamente por Chávez y dejaban de hacerlo en procesos donde no aparecía la foto del comandante fallecido. Esa franja del electorado no ha logrado ser persuadida por la oferta del PSUV de que el modelo castrista es la mejor forma de mejorar su calidad de vida. Para ellos el socialismo del S. XXI es una forma más eficiente de redistribuir la riqueza petrolera porque a través de las misiones de alguna forma estaban siendo incluidos. Estos electores no son radicales y es por ello que en campaña el presidente usaba un tono más moderado. Ellos mayoritariamente votarán por el candidato que ofrezca mayor estabilidad, transmita seguridad y paz.
Capriles tiene varios retos para ganar. En primer lugar, debe fortalecer la unidad dentro de la oposición y que este esfuerzo unitario no sea excluyente con el resto del país. La designación de falcón como jefe del comando de campaña, así como el nombre del comando son señales muy claras de que el tipo de gobierno que se está ofreciendo sería como dice Falcón de inclusión sin exclusión.
En segundo lugar, Capriles debe encausar la enorme emocionalidad que existe en el país por el fallecimiento del presidente hacia la solidaridad, la reconciliación y la verdad. Durante meses se le dijo al país que la situación de salud del presidente estaba fuera de peligro, al extremo de que en las encuestas el 90% de los venezolanos creía que el presidente se iba a recuperar para tomar las riendas del gobierno. Con este argumento se tomaron medidas económicas y políticas de todo tipo, escudándose tras la figura del paciente presidente. Capriles debe convencer a una parte importante del país, sin ofender la memoria del presidente e irrespetar el dolor de sus familiares, de que no puede ser gobernado por una élite sin un ápice de ética. Al mismo tiempo, debe devolver el estado de ánimo a sus seguidores al 06 de octubre, cuando 6,8 millones de venezolanos estaban persuadidos de que la opción del cambio y del progreso podía ganar.
Por último, frente al ventajismo y el abuso, es necesario que esos 6,8 millones de venezolanos asuman el compromiso de llevar a Capriles a la presidencia y se activen más allá de ejercer su voto el 14 A. El efecto combinado del desmontaje de la mentira, la crítica al abuso y a la ineficiencia de los 100 días del gobierno de Maduro, y la activación de millones de ciudadanos pueden darle al mundo la mayor sorpresa política de los últimos años. Votar y conseguir votos para Capriles es en estos momentos una obligación ética y un deber para defender los valores democráticos y de unidad que habían estado presentes en nuestro país pero que se han visto debilitados en estos 14 años de gobierno. Se puede ganar, siempre que cada uno de nosotros trabaje tanto o más que Capriles y el Comando Simón Bolívar.
Carlos Valero