En el año 1997 Hugo Chávez recorría los caseríos y pueblos de Venezuela ofreciendo freír en aceite la cabeza de los adecos. Ataviado con liquiliqui, y rodeado de militares golpistas y radicales de izquierda, hablaba de Maisanta, Zamora, del juramento en el Samán de Güere y por supuesto de Bolívar y la necesidad de que su espada fuera blandida y levantada por él para liberar nuevamente a Venezuela y a América Latina. Ese discurso incendiario y anacrónico lo mantenía alejado de las grandes mayorías, que si bien estaban cansadas de la hegemonía del bipartidismo, que había dejado de resolverle sus problemas, y peor aún, no las reconocía como ciudadanos, no querían embarcarse en un proyecto autoritario y claramente antidemocrático.
Con la incorporación de Miquilena, José Vicente Rangel, Alfredo Peña, el MAS y una parte importante de las élites culturales y económicas del país a la campaña del comandante, éste moderó su discurso y vestimenta y comenzó a subir aceleradamente en las encuestas, hasta que finalmente fue electo presidente en diciembre del 98, el resto es historia conocida. Vale la pena preguntarse si el electorado que apoya el Socialismo del Siglo XXI lo hace inspirado en una ideología del odio y de la guerra entre hermanos o por una idea redistributiva. ¿Después de 14 años en el poder el chavismo habrá logrado cambiar la idiosincrasia del venezolano tan radicalmente como para que la violencia y la destrucción de la democracia se hayan convertido en atributos atractivos electoralmente?
La evidencia empírica y los estudios de opinión pública muestran dos cosas: i) que los votos de Chávez son diferentes a los votos del PSUV, lo cual se ha visto evidenciado en todas las elecciones en donde el candidato no ha sido Chávez, y; ii) que la gente ve en Chávez unos atributos que lo catalogan como un buen hombre, que entiende sus necesidades, se preocupa por ellos y actúa como un buen padre de familia, independientemente de estar en desacuerdo con sus arrebatos autoritarios, la exportación de la revolución y esas extrañas ideas comunistas.
En todas las campañas electorales Chávez le ha hablado a los electores del centro. Al extremo de que en el año 98 se atrevió a definirse como un seguidor de Antony Giddens y su tesis de la tercera vía. La enorme capacidad histriónica del Chávez candidato facilitaba su trabajo de materialización de votos gracias a la moderación en el discurso, porque nunca tuvo dudas sobre la poca popularidad de su versión más roja rojita.
Por su parte, Maduro y su combo adolecen de los dotes histriónicos del jefe y las luchas silenciosas e intestinas por el liderazgo dentro del PSUV los ha montado en la autopista del odio y la confrontación. La respuesta que recibió la hija de Iván Simonovis no parece propia de un ciudadano venezolano, que es por naturaleza solidario y empático especialmente en situaciones de crisis o de penuria ajena. Por momentos, pareciera que de tanto interactuar con el alto mando cubano se han mimetizado.
La salida a esta compleja situación institucional obligará al llamado a elecciones más temprano que tarde. El performance del Maduro candidato necesariamente tendrá que variar si quiere recoger los 8 millones de votos del 7 O. Mi impresión personal es que no lo logrará, porque su servilismo ideológico le impedirá sacar del closet con eficiencia al Maduro azul-es altamente probable que no exista un Maduro azul-
Hasta ahora el liderazgo opositor ha actuado, salvo algunas excepciones, apegado al discurso democrático y la orientación estratégica de construir una nueva mayoría social. El PSUV siente cada vez más el peso de no haber podido derrotar a Capriles, quien sin mucha estridencia, sigue con un liderazgo intacto, cuya misión básica es reorganizar y activar los casi 7 millones de personas que votaron por él. En la medida en que los venezolanos no se dejen amedrentar por el discurso del odio, la violencia y la exclusión y trabajen pacífica y democráticamente en ayudar a Capriles a repetir en una versión mejorada la votación del 7 de octubre, las probabilidades de que Venezuela supere este infausto momento son muy grandes. Aquí vale la pena recordar a Kennedy cuando dijo no preguntes lo que el país puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por el país.
Carlos Valero