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En Tiempo Real: «¡Escarrá y la fiesta de los conversos!» por @carlosvalero08

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@carlosvalero08Con la llegada de Didalco, De Lima y Ojeda comenzó la fiesta de los conversos en la política venezolana. Un festín donde sobran maletines, comidas en los hoteles más costosos del país y un arsenal de mentiras que buscan confundir a la opinión pública y disminuir la disonancia cognoscitiva que les genera semejante voltereta. La revolución necesita dos diputados principales y un constitucionalista con «prestigio» para completar el combo y poder dar rienda suelta al aquelarre amoral que le permitirá avanzar en la consolidación del «modelo del caos».

Durante estos 14 años de forcejeo entre la revolución marxista leninista impulsada por el presidente Chávez y casi la mitad del país, que se niega a volver al centralismo gomecista, al trueque como sistema de intercambio de bienes y servicios, ha habido cambios de posiciones políticas importantes de lado y lado. Basta recordar las idas y venidas de Francisco Arias Cárdenas como ejemplo de inconsistencia ética, ideológica y política u Ojeda, que nunca pudo explicar con certeza cuánto vale un juez, pero quien seguramente puede decirnos con pruebas fehacientes cuánto vale un diputado.

Hemos tenido también historias dignas como la de Ernesto Alvarenga, Luis Miquilena o José Luis Farías por citar algunos, quienes abandonaron el poder al darse cuenta del atraso civilizatorio que impulsa la revolución y se han mantenido firmes e incorruptibles.

El Chávez que resultó electo en el año 1998 hablaba de la Tercera Vía de Anthony Giddens, mantuvo en el gabinete a Maritza Izaguirre y entiendo que escuchaba más a Miquilena que a Fidel Castro. Evidentemente sólo fue un teatro y cuando se quitó la careta y comenzó a revivir en Venezuela los tiempos de la Guerra Fría, a inmiscuirse en los problemas con Colombia aumentando la beligerancia de la guerrilla y a profundizar la guerra entre venezolanos como una extensión de la superada guerra de clases de Marx; conocimos la clase de líder que en realidad representaba. Chávez cree que estar sentado sobre millones de dólares provenientes del oro negro le da el poder para hacer lo que Stalin y los comunistas del mundo no han logrado: instaurar una dictadura del proletariado caribeña, sin sindicatos ni trabajadores, pero llena de lujos y maletines comprando conciencias.

Y los conversos que surgen a diestra y siniestra apuestan a que convalidando las atrocidades de este régimen van a conseguir un lugar de honor en el séquito del Comandante.

Las declaraciones de Escarrá diciendo que la instauración del Estado Comunal no requiere cambios en la Constitución me recuerda, con dolor, el papel de los juristas en la Alemania Nazi, extraordinariamente descrito por Ingo Muller en su obra Los Juristas del Horror. La afirmación barnizada de un academicismo petulante hace caso omiso que en el año 2007 el pueblo votó en contra de ese modelo de Estado y se queda sólo en el de los canales de participación a través de las asambleas de ciudadanos que la constitución permite. La trampa está ahora no sólo en insistir en el tema, sino en propulsar la construcción de una estructura paralela producto del agrupamiento de distintas comunas que forman una Ciudad Comunal; un grupo de ciudades que forman una Federación Comunal y un grupo de Federaciones que llevan a la Confederación Comunal. ¿El producto? El llamado Estado Comunal. Este «Estado» (no autónomo sino dependiente) es el subproducto del centralismo explícito en la figura del Ministerio de las Comunas; el cual es el ente encargado para financiar -previa aprobación- los proyectos de cada comuna. Derivan entonces los problemas de control en el gasto y la minucia de desaparecer de facto una de las condiciones básicas de la democracia como lo es el voto universal, directo y secreto.

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El festín de los conversos o desde el campo de los que dejaron atrás, de los apóstatas, es una demostración de la falta de alma que tiene una revolución construida desde los dólares que suministra el «Imperio» a través de la factura petrolera. Es clave desenmascarar estas imposturas y mantener la firmeza en nuestras convicciones. Por más difícil que parezca el camino, con un gobierno que promueve el odio y la pobreza perpetua, no hay otra opción que seguir combatiéndolo con las herramientas de la democracia. Que la historia y la opinión pública se encarguen de juzgar a los juristas del horror venezolano y a sus compañeros en la fiesta de la indignidad.

Por Carlos Valero / @carlosvalero08

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