En Tiempo Real: «El legado del gigante: ODIO» por, @carlosvalero08

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carlos valeroSe puede estar en desacuerdo con la violencia que provocan las barricadas de la dignidad (me niego a usar el término de guarimbas), o las protestas de los estudiantes cuando adquieren matices violentos, pero de ahí a justificar el odio y la saña con la cual la GNB y los grupos paraestatales que apoyan al PSUV arremeten contra muchachos y señoras mayores, principales protagonistas de dichas protestas, existe un espacio abismal. La protesta es un derecho constitucional y el caos en el cual nos obliga a vivir el PSUV hacen de la acción de protestar una necesidad existencial. Nuestro país no vive aun plenamente el modelo cubano o algo parecido, por la resistencia de millones que creen en la democracia y el progreso económico.

La cara de gozo que captan las redes sociales o los medios impresos que aún se atreven a publicar lo que ocurre en el país, de guardias nacionales atacando salvajemente mujeres en el piso, a estudiantes detenidos o señoras que los insultan no es propio de la idiosincrasia del venezolano y debe lleva a la pregunta: ¿en qué momento se incubó ese odio de hermanos contra hermanos; qué fuerza es capaz de deshumanizar a un cuerpo de seguridad completo al extremo de considerar que muchachos de 15, 16 o 21 años merecen morir como si tratara de enemigos mortales?

La respuesta es triste y trágica al mismo tiempo, y puede resumirse en que el legado del comandante Chávez fue el odio y la lucha de clases. Desde la aparición pública de Chávez, el 4 de febrero del año 1992, su imagen estuvo asociada a la violencia, a la muerte y al revanchismo social. El intento de golpe comenzó a quebrar el espíritu institucional y apolítico de las fuerzas armadas. Ahí comenzó el germen de la GNB que el mundo compara hoy con los cuerpos de seguridad del fascismo, del estalinismo soviético, o peor aún, con los cuerpos de seguridad de dictaduras fundamentalistas como la de Gadaffi. Para lograr imponer un modelo antinatural, que cercena las libertades y esclaviza a la sociedad a los deseos de la burocracia, es necesario contar con un brazo armado al servicio del partido, no de la nación, porque ningún venezolano, ni los más humildes, está dispuesto a vivir de penuria en penuria, de cola en cola.

¿Puede la sociedad democrática esperar un comportamiento distinto de las fuerzas armadas? ¿Es sano para la patria que las FANB actúen en forma distinta y se nieguen a reprimir salvajemente? El proceso de ideologización, al margen de la Constitución, de los hombres que portan las armas de la república es gigantesco. Todas las alcabalas o puestos de comando de la GNB son en la práctica una valla propagandística a favor del PSUV. Las frase más común, junto a las fotos de Chávez, solo o con Maduro, son: Chávez vive, la lucha sigue; que nadie se equivoque, tenemos patria; Chávez comandante eterno y otras por el estilo. Me cuentan, no lo he visto, que igual ocurre en las bases militares de los distintos componentes. El trabajo de adoctrinamiento ideológico, sumado a la entrega a las FANB de todo el poder y manejo de las finanzas públicas, hace muy poco probable que exista algún tipo de conducta digna o apegada realmente al espíritu de la Constitución en el corto plazo, además, así como considero que ni la OEA ni la comunidad internacional harán nada por las luchas democráticas de nuestro pueblo, es un grave error colocar la esperanza de solución en la bota militar. Precisamente parte importante de la crisis está asociada al excesivo protagonismo de los militares en todo el aparato del estado. Venden pollos, hacen casas, manejan las importaciones, reprimen, organizan desfiles de carnavales y pasan directo de comandar un componente a gobernadores o alcaldes.

El PSUV copó todos los espacios institucionales, sin que nadie pueda decir nada, porque es despedido y acusado de escuálido, pelucón, fascista, copia fiel del discurso castrista que tilda de gusanos imperialistas a todo aquel que no es comunista o se atreve a formular alguna crítica al longevo gobierno de los hermanos Castro.

La protesta llegó para quedarse, entre otras cosas porque Maduro, en lugar de escuchar las causas de la misma y tratar de resolverlas, recreó un escenario de guerra civil para aplastar el clamor de la juventud. Dudo que los jóvenes, que han sido perseguidos, torturados, vejados y hasta han sido víctimas de violaciones, se hayan replegado ni asustado por la acción salvaje del estado o de los grupos paramilitares. El país atraviesa una crisis sistémica del modelo, que según el ex ministro de planificación de Chávez, si no corrigen el rumbo el mismo pueblo chavista sacará a Maduro del poder.

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Estamos muy cerca del momento en que las protestas del este coincidan con las del oeste y la mejor prueba de ello es que el pueblo no ha salido a defender la revolución. Las encuestas hablan de la indignación de los sectores populares frente al engaño del Dakaso o de la burla de la guerra económica. Maduro acabó con la sensación de bienestar que tuvo el gobierno de Chávez, y el pueblo comienza cada día en mayor nivel a culparlo de la crisis.

La protesta comienza a migrar hacia los temas sociales: escasez, desempleo, crisis de salud, inflación, pero considero un grave error dejar sólo al movimiento estudiantil o reproducir el discurso del gobierno criminalizando la protesta. Es cierto que las trancas son incómodas, pero mucho más incómodo y denigrante es la forma como asesinan a nuestros muchachos. Los dirigentes y formadores de opinión debemos cuidar mucho el manejo de lo que pasa: más de 1200 detenciones, 21 fallecidos, 890 procesados, 20 casos comprobados de tortura deben molestar mucho más que las trancas.

Carlos Valero / @carlosvalero08

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