Cardenales de todo el mundo acudieron este martes a una misa especial antes de aislarse en la Capilla Sixtina donde arrancó el cónclave en el que elegirán al próximo papa, tratando de superar sus divisiones y unirse detrás de un hombre que pueda conducir a la Iglesia Católica, de 1.200 millones de fieles, y resolver sus múltiples problemas.
Mientras un canto gregoriano llenaba la Basílica de San Pedro, los 115 cardenales que participarán en el cónclave llegaron vistiendo capas rojas. Algunos mostraban un aspecto serio, como evidenciando el peso de la inminente votación. Afuera llovía fuertemente. Según publicó AP
El decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, ofició la misa «Pro eligendo Pontificie», que significa «para la elección del papa». En su homilía, Sodano llamó a la unidad dentro de la iglesia. «Cada uno de nosotros está llamado a cooperar con el sucesor de Pedro, el fundamento visible de la unidad eclesial», dijo Sodano.
Habrá una procesión de los cardenales hacia la Capilla Sixtina. Los cardenales entonarán la Letanía de los Santos, un hipnótico canto gregoriano con el que implorarán a los santos que los ayuden a orientar su voto.
Después de otro canto con el que pedirán que intervenga el Espíritu Santo, los cardenales prestaron un juramento de guardar secreto, y escucharán una meditación dictada por el anciano cardenal maltés Prosper Grech.
Entonces, el coordinador de las celebraciones litúrgicas pontificias dará la orden «Extra omnes» —»Todos fuera»— con la que todos, excepto los que participarán en el cónclave, abandonarán la capilla adornada de frescos en las paredes. La Capilla Sixtina quedará cerrada temporalmente bajo llave. En latín, cónclave significa literalmente «con llave».
Los 115 cardenales sostienen la primera votación para elegir al próximo papa, en medio de una renovada agitación e incertidumbre en la Iglesia Católica: No hay un favorito claro y no hay indicios de cuánto tiempo tomará el proceso de votaciones.
Durante la votación que seguirá, cada cardenal escribirá el nombre de su elección en una hoja de papel rectangular con la inscripción «Eligo in summen pontificem», que en latín significa «Elijo como sumo pontífice».
Sosteniendo la papeleta doblada en alto, cada uno se acercará al altar y lo colocará en un platillo, antes de volcarlo en una urna oval, mientras entonará la frase: «Llamo como mi testigo a Cristo Señor, quien será juez de que mi voto será para la persona que, delante de Dios, creo que debe ser elegida».
Después que los votos se cuenten y se anuncien los resultados, los papeles serán unidos con aguja e hilo, con cada papeleta atravesada en la palabra «Eligo». Las papeletas se colocarán entonces en una estufa de hierro fundido y serán quemadas con una sustancia química especial.
Entonces los ojos de todos, tanto de fieles como de turistas que visitan la Plaza de San Pedro, se concentrarán en la chimenea de cobre de dos metros de altura (seis pies) en el techo de la Capilla Sixtina, para ver si salen bocanadas de humo blanco, que significarán que ha sido elegido el papa 266 de la historia. Las primeras bocanadas de humo deberán surgir alrededor de las 8 pm del martes.
Si sale humo negro significará «todavía no», el resultado más probable después de la primera ronda de votación. Habrá entonces más votaciones, cuatro cada día, hasta que sea elegido un papa.
Dos pantallas gigantes colocadas delante de las enormes estatuas de los santos Pedro y Pablo que custodian el acceso a la basílica permitirán seguir las famosas fumatas -negra o blanca- que anuncian los resultados de las votaciones.
«No existen agrupaciones, ni compromisos, ni alianzas, sino que cada uno con su conciencia, votará por la persona que cree que será la más indicada, por lo cual no pienso que se resolverá rápidamente», dijo el cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz a The Associated Press.
El martes «es un día muy importante para la historia de la Iglesia», afirmó el cardenal de Toronto Thomas Collins a los medios de comunicación.
«El espíritu santo va a soplar mucho y estamos a la expectación del nuevo papa», dijo Lupita Segovia, una religiosa mexicana de 48 años que se encuentra en Roma para seguir el cónclave. «No me importa que sea latinoamericano, lo más importante es que sea bien humano y santo», agregó.
El lunes, todo indicaba que muchas cuestiones sobre el estado de la Iglesia y sobre el candidato idóneo para dirigirla quedan sin resolver. Después de la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI, algunas voces apuntan que el cónclave que inicia el martes podría ser largo dada su importancia.
No existe un favorito claro para un cargo que muchos cardenales dicen no querer, pero circula una lista de candidatos a ocupar la silla de Pedro y dirigir espiritualmente a los 1.200 millones de fieles que profesan la religión católica.
Uno de ellos es latinoamericano.
El brasileño Odilo Scherer parece contar con el favor de la curia vaticana y es sabedor de su burocracia. El arzobispo de Sao Paulo conoce las finanzas de la Santa Sede y forma parte de la comisión rectora del banco Vaticano.
Por otro lado, suena con fuerza el italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán, la diócesis más importante de Italia, Scola tiene fama de buen gestor tanto en Milán como antes en Venecia.
De carácter afable, es considerado un candidato atractivo para acometer la reforma interna de la Iglesia, especialmente expuesta a casos de corrupción y batallas como las filtraciones de Vatileaks.
Como líderes pastorales, se barajan los nombres de dos estadounidenses: el cardenal Timothy Dolan de Nueva York y Sean O’Malley de Boston. O’Malley usa Twitter habitualmente. Es un hispanófilo confeso, doctor en literatura española y portuguesa, que tuvo que afrontar a su llegada a Boston los casos de abusos a menores por parte de sacerdotes.
Una de sus decisiones más conocidas fue poner a la venta el Palacio Episcopal de la ciudad para indemnizar a las víctimas.
Dice el aforismo vaticano que el que entra como papa al cónclave sale cardenal. Aunque no siempre ha sido así. Joseph Ratzinger, después Benedicto XVI, llegó como gran papable al cónclave del 2005 tras la muerte de Juan Pablo II y salió elegido.
Sea como fuere, el próximo papa necesitará sumar 77 votos de los 115 cardenales electores. Y si nadie se acerca a esa mayoría clara en las primeras rondas, cualquier sorpresa es posible.
El próximo pontífice enfrentará una Iglesia en crisis. Benedicto XVI dedicó la mayor parte de sus casi ocho años de papado a reavivar el catolicismo de una tendencia general a la secularización que ha relegado su importancia en la mayor parte del mundo, y especialmente en Europa. Los casos de abusos a menores han apartado a muchos fieles y el crecimiento de la Iglesia evangélica se ha dejado sentir en continentes como África y América Latina.
En la reunión del lunes, el cardenal Tarcisio Bertone, número dos del Vaticano, informó sobre la comisión que investiga el presunto escándalo de las finanzas de la Santa Sede. Bertone subrayó los esfuerzos para limpiar la reputación internacional de la institución, informó el reverendo Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, en rueda de prensa.
Las finanzas de la Santa Sede, y en particular de la banca vaticana, han quedado en entredicho por supuestas acusaciones de corrupción.
Este asunto, unido al famoso caso Vatileaks, el informe redactado por tres cardenales sobre la fuga de documentos confidenciales de Benedicto XVI, ha marcado las congregaciones de cardenales previas al cónclave.
Errázuriz afirmó que ha leído más sobre Vatileaks en los periódicos «que escuchado en las congregaciones». Además, admitió que algunos cardenales pidieron conocer el documento pero consideró que «no se puede cambiar la decisión del papa emérito, que decidió que fuera conocido sólo por su sucesor».
El informe recoge el resultado de meses de interrogatorios a clérigos de todos los niveles, laicos y periodistas, que según la prensa italiana revelan profundos problemas dentro de la curia.
Massimo Franco, conocido columnista del diario italiano Corriere della Sera, afirmó que los supuestos casos de corrupción planean sobre el cónclave, lo que siembra más dudas sobre el resultado.
«Es impredecible. No hay una mayoría establecida», comentó.