Pocos han saltado desde más alto que Felix Baumgartner, el señor vestido de astronauta que saluda a la izquierda de la foto y que a la derecha está a punto de dejarse caer desde un sitio que deja pequeño a cualquier amante del salto BASE: 20.000 metros de altura. De ahí la necesidad de vestir traje presurizado, porque a 20 kilómetros de la superficie terrestre no está la cosa para ir de cualquier manera.
Gracias a un globo de helio especial de unos 30 metros de diámetro la cápsula que albergaba a Baumgartner llegó hasta esas altitudes. Y allí empezaba lo bueno.
Abres la escotilla, te asomas y ves la Tierra allí abajo, a 20 kilómetros. Rezas un padrenuestro (por si acaso) y te dejas caer. En un primer tramo pasas 3 minutos y 54 segundos en caída libre hasta que alcanzas los 586,4 km/h. Así, sin frenos ni nada.
Para hacernos una idea sobre el “salto”, un avión comercial suele volar en torno a 14.000 metros. Pero esto es sólo el comienzo. Baumgartner quiere intentarlo desde 37 kilómetros, cerca del borde con la estratosfera. En esa ocasión la caída le llevará unos 5:30 minutos y posiblemente pueda romper la barrera del sonido, 1.224 km/h.
Tras un rato a esa velocidad abrirá el paracaídas a 1.500 metros de altura posándose en tierra 10 minutos más tarde y habrá superado a Joseph Kittinger, quien estableció en 1960 los actuales récords de mayor ascenso en globo, salto en paracaídas de mayor altitud, caída libre más larga y mayor velocidad de un hombre en la atmósfera al saltar desde 31.300 metros alcanzando 988 km/h. Suerte.