En un recorrido por los escenarios del dolor, el Papa Francisco recordó el domingo en su mensaje de Pascua de Resurrección, «a los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia», y rezó por «tantos hermanos nuestros perseguidos a causa del nombre de Jesús».
En una muestra de apoyo al acuerdo nuclear con Irán, el Santo Padre pidió oraciones «al Señor misericordioso por el acuerdo alcanzado estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y más fraterno».
El Pontifica invitó a rezar también «por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los grupos que conforman esos amados países».
Invocó igualmente «que crezca la cultura del encuentro entre israelíes y palestinos, y se reanude el proceso de paz para poner fin a años de sufrimiento». Mencionó también los dramas de Libia, «para que cese el absurdo derramamiento de sangre», Sudán, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Yemen, y finalmente, Ucrania, pidiendo que «el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas».
Peregrinos bajo la lluvia
Al margen de la geografía, el Papa denunció la violencia contra los niños así como «las nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales», pidió «paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes públicos», así como «la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas, que gana dinero con la sangre de las víctimas».
En las horas previas a la misa del Domingo de Resurrección, ni los relámpagos ni el diluvio que estuvo cayendo sobre Roma intimidaron a más de setenta mil peregrinos que acudieron a la ceremonia y la bendición «Urbi et Orbi», a la ciudad y al mundo entero. Entre los fieles destacaban jóvenes venidos de todo el mundo que, calmada ya la lluvia, pudieron hacer ondear las banderas de docenas de países mientras Francisco recorría la plaza en el «papamóvil».
Incluso bajo la lluvia, la extraordinaria decoración floral instalada por católicos holandeses daba un tono de alegría a la plaza de San Pedro, convertida en un mar de paraguas de todos los colores prácticamente hasta el final de la misa.
Al mediodía, el Papa leyó desde el balcón principal de la basílica, el mensaje de felicitación de la Pascua en el que, además de referirse a los conflictos, propuso imitar a Jesús, que «con su muerte y resurrección, muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: es la vía de la humildad, que comporta la humillación».
Vivir al servicio de los demás
Francisco advirtió que «sólo quien se humilla puede ir hacia los ‘bienes de allá arriba’, es decir, a Dios. El orgulloso mira ‘desde arriba hacia abajo’, el humilde, ‘desde abajo hacia arriba’».
Según el Obispo de Roma, «el mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer… Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino autentica fuerza».
El Papa insistió en que «quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar la violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor».
Como conclusión propuso: «Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz».
Fuente [Abc.es]