“Creo en América. América hizo mi fortuna y he dado a mi hija una educación americana…” Cuarenta años después de su estreno, las palabras que pronuncia Bonasera, el propietario de la funeraria, al comienzo de El Padrino mantienen su fuerza y magnetismo.
No importa cuántas veces se hayan visto. Una y mil veces siguen invitando al espectador a entrar en un maravilloso y cerrado universo de personajes. Una escena te lleva a otra; la primera parte a la segunda y ésta, a su vez, a la tercera. Y así, casi sin darse cuenta, el espectador ha pasado cerca de 10 horas con una de las mejores trilogías cinematográficas que ha dado el cine. Es lo que tienen las obras maestras.
Y eso que en febrero de 1972, cuando los directivos de la Paramount veían en la sala de proyecciones la versión definitiva de la película, seguían albergando sus dudas. Habían comprado los derechos de la obra de Mario Puzzo antes incluso de que saliera a las librerías, pero no estaban seguros de que se convirtiera en un éxito.
El genio
Cuando dos años antes el proyecto se puso en marcha, Francis Ford Coppola tenía 31 años y era un director y guionista que apuntaba muy alto, pero un poco visionario. Su ilusión era que su pequeño estudio, la American Zoetrope, se convirtiera en una alternativa viable a las viejas compañías de Hollywood haciendo pequeñas películas de calidad. Así le llegó una oferta que, parafraseando uno de los diálogos más célebres de la película, “no pudo rechazar”.
Pero por encima de mafia, crímenes y venganzas El Padrino no es otra cosa que la historia de una familia. “¿Vives con tu familia?” -le pregunta Vito Corleone al cantante Johnny Fontane- “Porque un hombre que no vive con su familia no puede ser un hombre”. La Familia está presente a lo largo de la trilogía. No solo es algo importante para los Corleone, lo es también para Coppola. Por eso, su hermana Talia Shire consiguió el papel de Connie Corleone, la chica de la familia. El bebé que al final de la primera parte se bautiza no es otro que Sofía Coppola, la hija de Francis, que luego protagonizaría la tercera parte. Rastreando entre los extras nos encontramos a los padres del director, Carmine e Italia, y otros veinte parientes más. La trilogía de El Padrino es también un álbum personal del realizador y de los suyos.
El gran día
El 15 de Marzo de 1972 los primeros espectadores comenzaron a escuchar las palabras que se pronunciaban en el filme. A finales de año, El Padrino se había convertido en uno de los mayores éxitos de taquilla de todos los tiempos. La crítica cinematográfica estaba rendida. En la ceremonia de 1973 ganó tres Oscar. Dos años después llegaría la segunda parte de la saga, que rompió con todos los tópicos y prejuicios existentes porque muchos la consideran mejor incluso que la primera. Ganó el doble de Oscar: seis. Y en 1990 se estrenó la tercera y última entrega que cierra definitivamente la historia y que quizá no está a la gigantesca altura de las anteriores, pero que no deja de ser una gran película.
Y eso que a lo largo de todos estos años, Coppola ha confesado repetidamente que rodar éstas películas fue para una especie de huida hacia adelante. Sus continuas deudas le obligaban a embarcarse una y otra vez en la historia. “Mi gran sueño era ganar un millón de dólares, cantidad que, prudentemente invertida, me daría unos 250 mil dólares más. Estos ingresos me permitirían dedicar mi tiempo a escribir mi propio material, sin la interrupción que supone tratar con los estudios”.