El monstruo dentro de mí: cómo luchar contra los ataques de pánico

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No se trata sólo de sentir un poco de miedo frente a determinadas situaciones; va mucho más allá de transpirar las manos o sentir el corazón a mil por hora: un ataque de pánico es una pesadilla y quienes lo padecen aseguran que el vértigo los supera y que el temor los paraliza.

Sin embargo, el miedo es un sentimiento que forma parte de cada ser humano. Varía en intensidad y forma, pero está incluido en el menú de sensaciones que toda persona experimenta alguna vez en la vida. Cuando el miedo invade, se siente un nudo en la garganta, falta de aire, que se aflojan las piernas, que no se puede registrar ni almacenar la información que llega en ese momento. Es entonces, cuando el mecanismo de alerta que tiene el organismo –el que avisa que algo malo está por suceder– se pone en acción y suena la señal de alarma.

ataque de panico caricatura

El ​Dr. Horacio Vommaro, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), explica que “el trastorno de pánico se expresa como síntoma doloroso e inquietante de no poder controlar el propio cuerpo, lo cual genera sensación de angustia. El pánico consiste en el terror de que el impacto que amenaza pueda ocurrir inesperadamente”.
Mal de muchos…
El trastorno de pánico se caracteriza por la aparición brusca de crisis o ataques de un miedo intenso, seguidos de una preocupación desmedida por la posibilidad de padecer nuevas crisis y por sus posibles consecuencias. Las personas que son víctimas de estos ataques realmente creen que van a morirse y eso los paraliza. Y además piensan que no existe nadie capaz de comprender lo que sienten.
La crisis se inicia en forma brusca y sin ninguna motivación y alcanza su máxima expresión con rapidez. Los síntomas físicos y patológicos son muchos, pero no es necesario que se manifieste en todos de la misma manera. Un ataque de pánico puede durar varios minutos y nunca más de dos horas.
Según el Dr. Juan Tesone, médico psicoanalista (Miembro titular de APSA), la persona se siente paralizada y como fuera de sí, en un sentimiento de extrañeza, dado que no se reconoce a sí misma en dicho estado, en la medida que ocurra por primera vez. Puede durar apenas unos minutos o perdurar más tiempo. El curso típico de esta patología es de carácter crónico, con altas y bajas. Algunas personas llegan a presentar brotes separados por años de remisión, otras presentan un cuadro sintomático intenso y permanente.
Cambio de hábitos
En ocasiones, esta patología se ve asociada a un cuadro de agorafobia:  el temor de ser atrapado en una situación de la que no pueda salir fácilmente o sin la ayuda de un tercero.  Así, llegan a sentir miedo a viajar en tren, subte y avión, desisten de ir a lugares que estén muy llenos de gente, como el shopping; no salen de vacaciones ni toleran la cola de un banco, restringen sus salidas, estudios, actividades sociales y recreativas, y algunos hasta cambian sus caminos rutinarios de vuelta a casa, diseñando un itinerario que se acerque a hospitales, escape de las autopistas y las calles angostas.

Es el miedo al miedo, lo que les impide luego volver a aquellos lugares donde sufren un ataque y así van dejando de frecuentar ciertos lugares, hasta que se encuentran aislados y recluidos en sus hogares, obligando a la familia a resolver todo por ellos. Empiezan, entonces, a sentir que están volviéndose locos y entran en una profunda depresión, sienten vergüenza de ellos mismos y al mismo tiempo, se sienten cobardes.
Por eso no es raro que algunos de quienes padecen estos ataques de pánico encuentren un alivio paliativo y temporal, consumiendo bebidas alcohólicas o drogas, generando un círculo vicioso aún más difícil de romper.
Camino a la solución
Afortunadamente, existe un tratamiento para el manejo de esta enfermedad, que requiere el uso de medicamentos, la combinación de algunas técnicas de psicoterapia y el apoyo de la familia.

Con la psicoterapia se le enseña al paciente a desligarse de aquello que lo aterra. Pero es importante saber que detrás del trastorno de pánico existe un gran sufrimiento por parte del paciente. No es común que el pánico aparezca de la nada, siempre hay un motivo.

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El Dr. Juan Tesone comenta sobre el uso de medicación en esta patología: “Hay que diferenciar los psicofármacos en el momento agudo, por vía oral o inyectable. En el tratamiento a mediano plazo se prefiere el uso de antidepresivos”.
La ayuda imprescindible que el enfermo debe recibir, además de medicación y la psicoterapia, es el apoyo incondicional de la familia. Es necesario que cada integrante entienda que se trata de una enfermedad y que la víctima no reacciona así porque quiere o le gusta, sino porque verdaderamente siente temor. Es importante que la familia acompañe el tratamiento, conteniendo al paciente y sosteniéndolo para que no termine cayendo en un pozo depresivo.

Fuente [rumbosdigital.com]

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