Hacía varios años que la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires no se llenaba de tanto público, especialmente jóvenes. Así fue ayer, en la sala Jorge Luis Borges de La Rural, que tiene una capacidad de 800 personan pero en la que hubo alrededor de mil. Era para abrirle la puerta para ir a jugar a la 40ª edición de la Feria, y era también para ver a Quino, invitado este año para hacer los honores.
Y aunque el autor de Mafalda estaba sentado en el escritorio con los periodistas Cristina Mucci y Carlos Ulanovsky desde antes de que la ceremonia empezara, hubo que esperar para escucharlo. Antes, la formalidad: hablaron el presidente de la Fundación El Libro, Gustavo Canevaro, el Director Nacional de Industrias Culturales, Rodolfo Hamawi, el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, y el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni.
Pero empecemos por el postre, que es lo más dulce. En primera fila estaban Daniel Divinsky y Kuki Miller, editores históricos de Quino, junto a Alicia Colombo, compañera de toda la vida del dibujante. Con bombos y platillos Ulanovsky presentó a Quino: “De Mendoza y del mundo”, dijo. Primer gran aplauso en la sala, el público de pie. La última en sentarse fue Alicia, que se acercó un poco al escenario para ver mejor a su compañero. 9 de cada 10 argentinos de las últimas generaciones leyeron a Mafalda, contó Ulanovsky, y Mucci agregó que es la historieta más leída de toda Latinoamérica. “Y cincuenta años después seguimos hablando de ella”, le dijo Mucci a Quino. “¡Qué plomo!”, bromeó entonces el dibujante, que recordó la noche en que sus padres fueron al cine y su tío Joaquín se quedó a cuidarlo a él y a sus hermanos: “Yo tenía tres años, no había tele, así que sacó lápiz y papel y adentro del lápiz había un mundo”. Ese mundo que “El” Guille –así dice Quino cada vez que habla del hermanito de Mafalda– mamarrachea en las paredes de su casa para el estupor de su madre.
“Le tengo mucho cariño a la Feria, es un hecho cultural de gran importancia y me da mucha alegría que vengan las familias. Haber sido elegido para inaugurarla me hace sentir ancho y largo y gordo. A partir de hoy me voy a tener un respeto muy grande”, reflexionó Quino. Y cuando Ulanovsky le preguntó cuál había sido su peor trabajo, sin dudar respondió: “El servicio militar. Era humillante, nos hacían regar un terreno enorme con una latita chiquita”. Sin dudar también respondió cuál era el apellido de Manolito (“Goreiro”). Para el de Miguelito (“Pitti”) y para el nombre completo de Susanita (“Susana Clotilde Chirusi”) tuvo que hacer un poco más de memoria, pero finalmente Ulanovsky sentenció: “Está aprobado, Quino”. Y hubo más aplausos. “Hay que ir a los museos, ver pinturas, esculturas, hay que leer”, dijo. Por años y sin que mediara ninguna creencia religiosa, leyó mucho la Biblia: “Es un gran libro y tiene episodios muy divertidos. Como en Sodoma y Gomorra, que Dios manda a dos ángeles a ver qué pasa con toda esa obsesión sexual tan desarrollada de los hombres y se encuentra con que querían tener sexo con los ángeles, y entonces ahí Dios decide ‘Bueno, ya, les mandamos fuego’”, resumió con ironía. Y sobre esa idea de que dibujaba para cambiar el mundo, Ulanovsky le preguntó para qué mundo dibujaba. Entonces Quino –que se despidió de la sala repleta con su público gritándole “Te queremos”– respondió: “Para el de Los Beatles, para el de John Lennon, para el bueno, para el mundo bueno”. Porque, que se sepa, el mundo en el que se escribe Imagine es el mismo en el que se denuncian los palitos de abollar ideologías.
Antes fue la apertura formal. Desde la Fundación El Libro, Canevaro señaló que un aniversario redondo obliga a recorrer la historia de la Feria. “Nos debemos una autocrítica por lo que no vimos o no quisimos ver como institución”, dijo. Hablaba de la dictadura militar. Celebró políticas estatales como la distribución de libros que lleva a cabo la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares y a la vez enumeró un “abanico de problemas” como la baja o nula rentabilidad producto de “la falta de incentivos impositivos”, la asimetría fiscal generada por la imposibilidad de recuperar el IVA, el precio del papel y las trabas que subsisten a la hora de importar libros. Hamawi celebró el récord de títulos editados en 2013 –30.000, indicó– y destacó la importancia del Estado en la adquisición de ejemplares. Hizo propaganda del Encuentro Federal de la Palabra y, en general, a la gestión de su cartera. Lombardi, a su turno, invitó a recordar no sólo a Julio Cortázar y a Adolfo Bioy Casares en sus centenarios sino también a Isidoro Blaisten, a diez años de su muerte. Se abstuvo de hablar de sus actividades culturales porque quería escuchar a Quino. Sileoni destacó la necesidad de que los libros lleguen a las aulas y anunció que este año se distribuirán 10 millones de ejemplares.
Pero la emoción de la noche estaba con Quino y no fue retaceada. Feliz feria.
[Fuente: clarin.com]