Mientras serví en el cargo de Representante Permanente de Panamá en la Organización de los Estados Americanos procure incentivar la presencia de las letras panameñas en la capital norteamericana, sede del importante ente hemisférico. Siendo miembro activo del Grupo de Amigos de la Biblioteca Memorial Cristóbal Colón de la OEA, una de las que más documentos digitales mantiene en sus archivos en Washington, tuve el honor de presentar a tres ilustres panameños en sus tertulias mensuales. Primero con el prolífico autor jurídico Juan Pablo Fábrega, quien se refirió a su obra sobre el centenario de las relaciones de Panamá con la República Oriental del Uruguay. Lo siguió la Doctora Rosa María Crespo de Britton, quien magistralmente expuso la literatura latinoamericana a través de las autoras femeninas. Por último, estuvo el abogado y escritor Juan David Morgan disertando sobre la novela histórica, siendo él uno de sus mejores exponentes en nuestro país. Me faltó, porque ya la teníamos invitada, la excelsa autora Gloria Guardia de Alfaro, ante la decisión de nuestro gobierno, de cesarme en mi cargo al denunciar la falta de democracia en Venezuela.
En la Biblioteca Colón encontré muchas joyas panameñas, entre ellas una de las colecciones de fotos más grandes e inéditas del Canal de Panamá durante su construcción, objeto de numerosas consultas de los tantos que han tocado en sus obras estos temas. Planeábamos para este año una exposición de las mismas, lo cual no se pudo concretar. Un día, en la curiosidad que el tema del Canal siempre me ha causado, encontré la obra de un médico patólogo panameño que por más de 25 años sirvió como galeno en el Hospital Gorgas, el doctor Gil Alberto Sánchez Tarté.
El doctor Sánchez, en su obra ‘El Canal de Panamá y sus Vidas’, descubre la realidad de las muertes por enfermedad durante la construcción del Canal de Panamá de 1904 a 1914. Labor está que pudo desarrollar mediante el análisis de 4155 autopsias que reposaban en el Gorgas, antes de que tales archivos fueran trasladados a los Estados Unidos, luego de los Tratados de 1977.
El doctor Sánchez, también profesor de Historia de la Medicina de la Universidad de Panamá, en este libro cuya existencia desconocía, y que ahora adorna la vidriera de la mencionada biblioteca, donde reposa un busto del Dr. Octavio Méndez Pereira, se adentró en el análisis de las causas de muerte de los trabajadores del Canal, a mi juicio, los verdaderos héroes de su construcción. Muchas horas de trabajo culminan con esta obra que relata la historia de las causas de muerte en el Canal, que, según el mismo Doctor Gorgas, alcanzaron más de 25 mil trabajadores.
Sánchez explica que en 1913, a meses de terminar la magna obra canalera, casi dos tercios de los trabajadores habían llegado de las Antillas, componiendo el resto españoles, italianos, colombianos y solo 357 panameños. De allí que la mayoría de las muertes en el Canal fueron de afroantillanos, de los que descienden gran cantidad de los panameños de hoy, más de un tercio de la isla caribeña de Barbados.
Al margen de la tremenda cantidad de decesos ocurridos durante la construcción, tanto en su periodo francés como norteamericano, a los que se suman las ocurridas por la del Ferrocarril Transístmico, medio siglo antes, el Doctor Sánchez da crédito a la labor del Doctor Gorgas y su equipo. Estos permanecieron en el Istmo durante toda la construcción, y por ello se les considera responsables de la erradicación de las tantas enfermedades que azotaron Panamá durante ese periodo. Fueron, además, responsables del saneamiento de las ciudades de Panamá y Colón, causantes de tantas muertes precisamente por su cercanía a las selvas canaleras que, dominadas, dieron paso al Canal de Panamá y al inicio de una era libre de malaria y fiebre amarilla.
Ojalá que con motivo del centenario del Canal estos trabajos literarios-científicos sean reproducidos para que todos los panameños los conozcan.
Por Guillermo A. Cochez
*EMBAJADOR DE PANAMÁ ANTE LA OEA, DE JULIO DE 2009 A ENERO DE 2010.
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