Es oficial. El billete de más alta denominación en Venezuela –el de 100 bolívares fuertes equivale a poco menos de 2 dólares americanos, como consecuencia de la tres devaluaciones de la moneda aprobadas por el Gobierno venezolano durante el último año, en el marco del férreo control cambiario vigente en el país desde 2003. La última de ellas ocurrió este lunes, cuando la administración del presidente Nicolás Maduro convocó a la primera subasta del nuevo Sistema Cambiario Alternativo de Divisas (SICAD II) que fijó un tipo de cambio oficial promedio de 51,8 bolívares fuertes por dólar; una tasa ocho veces superior al tipo de cambio de 6,3 bolívares por dólar establecido en febrero de 2013 y ligeramente inferior a la de 61,47 bolívares por dólar del mercado negro de divisas.
Esta tercera devaluación mengua aún más el poder adquisitivo del venezolano, que en el último año ha sido duramente golpeado por la inflación y la escasez de productos básicos.
“Estamos más pobres que nunca. Ya lo éramos y ahora es peor. Somos unos pobres ricos, que tenemos un dinero que no vale nada”, dice Yadeska Padrino, abogado de 44 años, que vive en Valencia, a unos 160 kilómetros de la capital, una de las tres ciudades de Venezuela donde las protestas callejeras de las últimas semanas contra el Gobierno de Nicolás Maduro han sido más violentas.
Ya era muy poco lo que una ama de casa venezolana podía llevarse del supermercado con un billete de 100 bolívares fuertes: bien porque los pocos productos que se ofertan son importados y sus precios, astronómicos; o porque los productos de la cesta básica con precios controlados por el Gobierno han desaparecido de los anaqueles. Un kilo de leche en polvo nacional, por ejemplo, cuesta entre 30 y 80 bolívares fuertes; un litro de aceite, entre 10 y 30 bolívares; y un cuarto de kilo de café, entre 9 y 30 bolívares. Y en promedio, un venezolano del interior del país suele hacer hasta tres horas de fila para comprar cualquiera de estos productos, cuando al fin los consigue.
“El sueldo mínimo de Venezuela es de 60 dólares al mes….menos de lo que cuesta un zapato de goma, de esos que tanto te gustan”, escribió este lunes por la noche el actor de telenovelas Luis Gerónimo Abreu en su cuenta de la red social Twitter para explicarle a su audiencia cómo el aumento del precio del dólar afecta por igual a todos los sectores sociales.
El salario mínimo mensual de Venezuela ha pasado a ser ahora el segundo más bajo de América Latina, después del de Cuba: es de 3.270,3 bolívares fuertes que, tras la devaluación de este lunes equivalen a 63,1 dólares americanos. Un profesor universitario titular, con títulos de doctorado y años de experiencia docente, no gana mucho más cada mes: 10.635 bolívares fuertes que, al nuevo tipo de cambio, 205 dólares.
El Gobierno venezolano se había ufanado hasta ahora de que en el país se pagaba el salario mínimo más alto de la región, equivalente a 519 dólares si se utilizaba como referencia el tipo de cambio oficial de 6,3 bolívares fuertes por dólar, que hoy en día solo aplica para las importaciones públicas de primera necesidad. Pero más allá de la referencia que se elija para calcular su valor, se trata de un dinero que no alcanza: este martes, el Instituto Nacional de Estadística (INE) reconoció que el costo de la Canasta Alimentaria Normativa, compuesta por 50 productos de los cuales 17 están regulados, tiene un valor promedio de 3.640,55 bolívares fuertes y supera el 11,3% el salario mínimo de un trabajador.
La inflación de Venezuela, en cambio, sí es la más alta de América Latina: de acuerdo a cifras del Banco Central de Venezuela, la tasa acumulada entre enero y febrero es de 5,8%, mientras que la variación anualizada de la inflación es de 57,3%. Se prevé que el nuevo tipo de cambio provocará más aumentos de precios en los próximos meses, pues cerca de los 90% de las materias primas, productos y servicios que consumen los venezolanos son importados.
En medio de este escenario económico, lo único que no aumenta es el costo de los combustibles, que en este país petrolero han sido tradicionalmente subsidiados por el Estado. Es así que desde 1996 el precio de la gasolina está anclado en 0,013 centavos de dólar por litro, con lo cual un galón de gasolina cuesta diez veces menos que una botella pequeña de agua. Sin embargo, esto no ha evitado el aumento en los precios del transporte público, que depende de la importación de repuestos automotrices y llantas para poder operar y que desde hace al menos un par de años comenzaron también a escasear. “Siento que caímos en un gran agujero negro».
Entre la devaluación y la escasez, vamos a tener que masticar los billetes, porque no servirán para comprar nada”, dice Patricia Navarro: relacionista industrial, 26 años con muy pocas esperanzas de que la situación del país mejore.
[Fuente: yahoo.com]