En la comunidad científica internacional es mayoritaria, por no decir unánime, la idea de que el cambio climático es un problema real atribuible al accionar del hombre al transformar la naturaleza mediante el uso de industrias que emiten gases de efecto invernadero (GEI). El efecto: el continuo incremento de la temperatura y la generación de diversos trastornos en el ecosistema que podrían poner en riesgo la propia existencia de la humanidad.
Según el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), desde 1950 se observan cambios en todo el sistema climático sin precedentes en los últimos siglos e incluso milenios. Y desde 1850, cada uno de los tres últimos decenios ha sido sucesivamente más caliente en la superficie de la Tierra que cualquier decenio anterior.
“El cambio climático no es un tema solamente ambiental, sino económico y de desarrollo”, dice Javier Perla, gerente de negocios sostenibles de Libélula Gestión en Cambio Climático y Comunicación. Citando datos publicados por el Banco Central de Reserva, el especialista asegura que los cambios climáticos generarían pérdidas económicas de 6% respecto al PIB proyectado para 2030, mientras que en 2050 estas pérdidas serían superiores al 20%. Estos resultados ocasionarían por un aumento de 2°C en la temperatura máxima y 20% en la variabilidad de las precipitaciones al 2050.
Pero las pérdidas podrían ser mucho mayores –realmente catastróficas para la población mundial – si la temperatura aumenta en 3°C, según Iván Lanegra, adjunto para servicios públicos, medio ambiente y pueblo indígenas de la Defensoría del Pueblo. Lanegra recuerda que el Fenómeno de El Niño, por ejemplo, tuvo durante los años 80 y 90 efectos con un alto costo económico, correspondientes al 11,6% del PIB en 1982 y 1983 y al 6,2% del PIB en 1997 y 1998.
“Si se considera que los escenarios de calentamiento global futuro coinciden en señalar que El Niño se podría convertir en una condición estable o semipermanente, el impacto sobre la estructura económica actual sería muy grave sobre todo en los sectores agropecuario y pesquero”, advierte Juan Carlos Rivero, director de Conservación WWF Perú.
Una de las primeras investigaciones realizadas a nivel global, conocida como el Informe Stern, estimó que el costo del cambio climático en los próximos años sería cercano al 5% del PIB global en promedio anual, lo que podría llegar hasta el 20% de no tomar ninguna acción correctiva.
El BID, WWF y ECLAC determinaron en 2013 un valor promedio para la región de 2,2% de pérdida anual del PIB como consecuencia del cambio climático.
En el caso de que la temperatura media global aumente 2,5°C, no obstante, la CEPAL estima que para América Latina el costo económico del cambio climático se podría situarse entre el 1,5% y el 5% del PIB anual regional.
En una región tan vulnerable como América Latina y el Caribe los mayores riesgos se concentran en la agricultura, la disponibilidad de agua, la conservación de bosques, la pérdida de biodiversidad, la salud de la población, el turismo en zonas costeras. “Esto a su vez impide que se logren avances en la reducción de la pobreza y la desigualdad”, señala por su parte Rodolfo Bejarano, vocero del Grupo Perú COP20.
Bejarano sostiene que a largo plazo es necesario cambiar la forma en que medimos el bienestar humano, desacoplando este concepto del mero crecimiento del producto. En consecuencia, nuestra visión y estrategias de desarrollo deben basarse en los límites naturales dados, no en el principio de crecimiento ilimitado. “Así, el PIB como indicador que equipara crecimiento con mejor calidad de vida, ya no puede ser el orientador de las políticas públicas”, añade el especialista.
Si bien no existen cifras exactas que determinen las pérdidas económicas producidas debido al cambio climático, hay estimaciones de algunos costos asociados al calentamiento global, según Bejarano. A manera de ejemplo, menciona que a las economías de la región latinoamericana les ha costado en términos de daños ocasionados por fenómenos meteorológicos en las ultimas cuatro décadas US$ 80.000 millones. “Es importante mencionar que estos eventos son cada vez más frecuentes y más extremos: el 70% del total de los fenómenos se ha dado entre los años 2000 y 2005”, dice el experto.
Para el caso peruano, estimaciones de la Comunidad Andina determinan que el impacto económico a 2025 será del 4,3% del PIB, es decir unos US$10.000 millones anuales.
Los efectos por sectores. En lo que respecta al impacto del cambio climático en los diferentes sectores, Juan Carlos Rivero asegura que las áreas más vulnerables son las relacionadas a la producción, distribución y acceso a los alimentos y al agua. “La agricultura y la ganadería son bastante sensibles a los cambios en los patrones climáticos y la disponibilidad del agua. El caso de la pesquería es similar aunque con implicaciones aún más graves por la sensibilidad natural del ecosistema marino a los incrementos de temperatura”, dice.
La infraestructura de transporte, la energética e industrial –prosigue Rivero– son también vulnerables a los desastres naturales y puede quedar inutilizada por largas temporadas, con el consiguiente impacto en otros sectores económicos. Sucede además que las sequías o las inundaciones presentan serios riesgos humanitarios, pero además involucran otros riesgos como incremento de la frecuencia de incendios y la pérdida de infraestructura correspondiente.
Por otro lado, los sectores minero y de producción hidroeléctrica pueden enfrentar serias restricciones operativas en ausencia prolongada de lluvias o una reducción generalizada del agua disponible por razones físicas o por competencia con otros actores económicas. Las actividades turísticas y recreativas, del mismo modo, pueden alterarse también por la baja predictibilidad climática que puede causar el cierre de carreteras, aeropuertos o, en casos extremos, instalaciones hoteleras y rutas turísticas.
El incremento del riesgo de enfermedades infecciosas por la expansión de vectores como el dengue reduce el atractivo de un lugar para potenciales visitantes y afecta a los pobladores locales. Algo similar puede acontecer con el ganado y el agro con la expansión de plagas de insectos o parásitos que causan reducción de la producción o pérdida de stocks o cosechas.
En situaciones extremas, como las que se podrían esperar en países muy pobres, el riesgo de hambruna y las enfermedades pondrían a millones de personas en la situación de refugiados climáticos, cuyas necesidades no podían satisfacerse de manera eficiente ni oportuna. No resulta extraño que este tipo de situaciones desencadenasen en quiebres en la estabilidad geopolítica de algunas regiones e incluso devenir en enfrentamientos entre estados.
“Obviamente, este es el escenario menos deseable pero es lo esperado si es que no se actúa prontamente para reducir los riesgos del cambio climático y se invierten recursos en la generación de medidas de adaptación para los sistemas productivos a diferentes escalas involucrando a sus diferentes actores”, apunta Rivero.
Otro ejemplo del impacto económico atribuible al cambio climático es la expansión agresiva de plagas agrícolas, dice Rivero. Tomando como ejemplo al café, el principal producto agrícola de exportación del Perú, este ha perdido progresivamente productividad debido a la roya amarilla y a la broca. Solo en el último trimestre de 2013 se perdió cerca del 20% de la producción, los costos de mantenimiento aumentaron por el gasto en pesticidas y labores adicionales de control y hoy se ha declarado la emergencia sanitaria en todas las zonas de producción.
¿Qué hacer?. Clara Figueroa, coordinadora de la carrera de Ingeniería en Gestión Ambiental de ESAN, destaca la importancia de partir de información de base para poder tomar las decisiones más adecuadas. En ese sentido, señala que desde inicios de 2000 se ha trabajado en la obtención de información como escenarios climáticos con proyecciones a 2030; priorización de cuencas para identificar opciones viables de adaptación en los sectores de agricultura, recursos hídricos, generación de energía y población; evaluación de la vulnerabilidad y adaptación al cambio climático de sectores productivos y de servicios, entre otros.
Sin embargo, la especialista considera que aún hay problemas por resolver como las insuficientes herramientas para la planificación regional y nacional; la desarticulación de la información para la gestión ambiental; el limitado acceso a tecnologías para la adaptación al cambio climático y la ausencia de una estrategia que articule al gobierno con los sectores privado y académico.
En cuanto a la prevención de los daños futuros e incluso para revertir los ya ocasionados, la clave está en las acciones de adaptación, según Iván Lanegra, de la Defensoría del Pueblo. Agrega que esto implica, para empezar, incorporar en los procesos de planificación pública y privada la información del cambio climático. “La adaptación se orienta a generar las capacidades necesarias en todo el país para reducir el impacto negativo del cambio climático y aprovechar eventuales oportunidades que podría traer consigo”, dice.
Recientemente la CEPAL destacó la importancia de proteger las cuencas hidrológicas, fortalecer la política forestal, e incluir la gestión de los suelos en las áreas altas –zonas de montaña–. Todas estas tareas son críticas en el caso peruano, según Iván Lanegra.
Desde una perspectiva global Rodolfo Bejarano, del Grupo Perú COP20, señala que siendo el cambio climático originado por unos cuantos pero que nos afecta a todos, es imperativo que sean todos los países quienes se comprometan a realizar sus contribuciones de acuerdo al principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” (RCPD), evitando que estas causen o acentúen las brechas de inequidad económica, social y de género, impulsando el bienestar de las personas sin discriminaciones.
“Así, bajo el principio RCPD, los países desarrollados son los que tienen la mayor obligación de reducir sus emisiones, en reconocimiento de su responsabilidad histórica. En segunda línea figuran los países emergentes, quienes deben asumir mayores responsabilidades; y reconocer las posibilidades que les abren las nuevas tecnologías y estrategias para evitar seguir el sendero de desarrollo intensivo en el uso de carbono de los países industrializados”, propone el experto.
Por otro lado, Clara Figuera subraya la importancia de que en el Plan Nacional Ambiental a 2021 se tenga como tema prioritario la sostenibilidad de los bosques y el cambio climático, teniendo como metas una reducción a cero de la tasa de deforestación en 54 millones de hectáreas de bosques primarios y reducir 47,5% las emisiones GEI en el país.
Inversiones y costo/beneficio. La mitigación de los efectos del cambio climático cuesta, y bastante. Iván Lanegra asegura que los cálculos realizados a nivel global sobre lo que necesitarían los países en desarrollo para tomar acciones de adaptación y mitigación frente al cambio climático van entre los US$140.000 y los US$275.000 millones anuales de aquí a 2030. Para América Latina, solo los costos de adaptación alcanzarían un promedio de entre 0,29% y 0,37% del PIB anual, lo que equivale a US$10.000 millones.
En el caso peruano, según el PNUD, la inversión y financiamiento de aquí al 2030 requerirá de US$ 2.400 millones solo para implementar las medidas prioritarias de adaptación al cambio climático en los sectores de agricultura, agua y pesca. “Cabe destacar que actualmente el presupuesto público solo destina S/. 1 millón de soles (o US$ 357.000) para la gestión del cambio climático, lo que no representa ni el 0,0002% del PIB peruano”, señala el funcionario.
Con pocos recursos destinados al tema, el gobierno peruano no ha dejado de señalar la necesidad de un mayor compromiso de los países con el fin de recaudar los fondos necesarios para combatir el cambio climático. Precisamente el ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, recientemente aseguró en el Banco Mundial (BM) que una mayor aportación financiera de los gobiernos resulta “clave en el esfuerzo para recabar más recursos con los que combatir el cambio climático”.
Segura mencionó como futuras medidas la creación de una Unidad de Cambio Climático en el MEF, así como una serie de incentivos fiscales dirigidos a una economía sostenible, y la obtención de fondos para mitigar los desastres naturales.
Juan Carlos Rivero, de WWF Perú, señala que el proyecto de Planificación ante el Cambio Climático (PlanCC) del gobierno peruano ha identificado 33 medidas de mitigación para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del país en diversos sectores económicos. Su estimación preliminar calcula en alrededor de S/. 7.300 millones el monto requerido para poner en marcha las inversiones tecnológicas y productivas necesarias para alcanzar un escenario de desarrollo bajo en emisiones.
“Estas inversiones no se deben interpretar únicamente como gasto porque tienen efectos positivos en la generación y diversificación del empleo, co-beneficios económicos y de bienestar ciudadano. Por ejemplo la reducción del particulado de carbono mejoraría la calidad del aire en las ciudades, contribuyendo a la reducción de enfermedades respiratorias”, dice el experto.
Iván Lanegra, por su parte, destaca que el Informe Stern señala que el costo de evitar las pérdidas ocasionadas por el calentamiento global es de solo del 1% del PIB mundial anual. De modo que el costo beneficio de esta inversión es realmente interesante.
El costo global de la transición energética se estima US$40 billones en los primeros años y avanzando progresivamente hasta llegar a alrededor de US$800 billones en unos diez años, según Juan Carlos Rivero. “Aunque estos números parezcan enormes, varios países ya han empezado a moverse en esta dirección. Por ejemplo Sudáfrica está invirtiendo el 1% de su PIB anualmente en su transición hacia fuentes energéticas renovables. Alemania ha alcanzado un mínimo de 30% de energías renovables y puede llegar a 60% en condiciones óptimas. Kenia es un país con uno de los más altos índices de penetración de energía fotovoltaica y en los próximos dos años espera alcanzar un 50% de producción energética basada en el sol”, explica.
Tomar acciones para mitigar y revertir los efectos del cambio climático es una tarea urgente tanto en el Perú como en todo el mundo. Es una cuestión de decisión política, y en el campo financiero se requiere de mayores compromisos para destinar recursos que no son inalcanzables. Destinar el 1% del PIB mundial para salvar al planeta de una catástrofe es, hoy en día, la mejor inversión que puede hacerse para poder seguir dando grandes saltos como aquel que dio Neil Armstrong cuando bajó del Apolo 11 para pisar la luna el 21 de julio de 1969.
Fuente [Americaeconomia.com]