La manifestación popular del 10 de enero de 2013, aún no puede ser comprendida en su trascendencia y en las posibles implicaciones que tendrá en el corto, mediano y largo plazo. Una multitud de rostros diversos, el Chavismo, bajo una sola consigna: “Yo soy Chávez” se mostró nítida ante el mundo, enviando un mensaje de ruptura histórica con los formalismos, impuestos por el modelo burgués de democracia representativa. Formalismos, que han usado las élites políticas y económicas para desconocer, mediantes pactos e “interpretaciones” constitucionales, la soberanía popular y los derechos de los pueblos.
Tras una semana de discusiones jurídicas y constitucionales, el Tribunal Supremo de Justicia, de manera valiente y sobreponiéndose al chantaje de los medios y sus “sesudos constitucionalistas” concluyó en una sentencia que ratifica la correcta lectura que ya el pueblo había hecho de los artículos 231, 233, 234 y 235 de la Constitución Bolivariana. Yo no voy a insistir en el debate constitucional en este artículo, sólo quiero recordar a la valiente maestra que el 13 de abril de 2002, ante la grotesca auto juramentación del Dictador Carmona, se fue a las calles de El Valle y expresó “¿qué van hacer con mi voto, yo voté por Chávez y quiero que Chávez termine su mandato“, fue una sencilla pero profunda interpretación del artículo 5 de nuestra Constitución “La soberanía reside, intransferiblemente, en el pueblo…”
El 10 de enero de 2013, parafraseando a aquella digna maestra, millones dijimos: El 7-0 de 2012: Yo reelegí a Chávez y quiero que Chávez continúe su mandato. Así de simple, sin muchas interpretaciones constitucionales, pero así de profundo demostramos al mundo que la política en Venezuela no es un mero formalismo burgués, que la política recuperó su espacio originario, que nos es otro que el Poder Constituyente del Pueblo. Esa es la gran lección del 10-E, como lo fue el 13-A del 2002.
El 10-E, caminé por buena parte de la avenida Urdaneta, después del emotivo acto de conmemoración, en El Calvario, de los 153 años del asesinato del General del Pueblo Soberano Ezequiel Zamora, héroe al que el Comandante Chávez sacó de la ignominia, en la que lo enterró la historiografía burguesa, para darle su digno puesto en la historia como líder del pueblo pobre y fuente de inspiración ética e ideológica de nuestra revolución bolivariana. En ese caminar, sentí la fuerza del Chavismo, su alegría y su tristeza, su firmeza y su esperanza, pero sobre todo su determinación de defender lo que ha conquistado, bajo el liderazgo del Comandante Chávez. Qué bonito pueblo, nuestro pueblo. Una vez más, el compromiso se agigantó en nuestra alma y en nuestra conciencia: nunca más la humillación, la miseria y la masacre para el pueblo de Simón Bolívar.
Finalmente, quiero insistir en que para defender y profundizar lo logrado: la estabilidad política, la recuperación del ingreso nacional, la inclusión social bajo las banderas del socialismo y la Independencia Nacional, debemos aprender las lecciones de la historia, que de manera sistemática el Comandante Chávez nos ha explicado. La falta de mando, la división del pueblo, la lucha sin objetivos políticos y la traición a los ideales y principios, son el camino seguro a la derrota.
Por ello, en cualquier circunstancia, nosotros debemos cumplir los lineamientos que el 8 de diciembre de 2012 nos encomendó el Comandante Presidente Hugo Chávez: Unidad de mando en torno al Vicepresidente Ejecutivo Nicolás Maduro, unidad del pueblo civil y militar, garantizar la estabilidad política, la paz de Venezuela y seguir construyendo el socialismo bolivariano para seguir teniendo Patria, a la cual hacer el sacrificio.
¡¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, COMANDANTE CHÁVEZ!! ¡¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!!
Caracas, 13 de enero de 2013.
Elias Jaua