Tal vez en la primaria nuestros maestros no se esforzaron por enseñarnos que la solución del problema está en atender el caso y no a los elementos distractores. Tal vez la educación que recibimos fue de tan mala calidad que lo olvidamos. Tal vez ser espectadores de los sermones hogareños fue sólo un puente para esperar que pasara el palo de agua… o nos empecinamos en olvidar algo que sí nos enseñaron y por egoísmos mantiene a Venezuela en un desasosiego innegable, inmutada ante tanto atropello que el Mundo observa impotente, porque ratificamos lo malo y pateamos lo bueno.
Les hablo, estimados lectores, de lo egoísta, impertinente, antidemocrático y simplista, que se ha convertido el ejercicio de la política como mecanismo de acercamiento a las masas, reivindicación de la sociedad y encarrilamiento ideológico.
Es notable y balbuceado en cuanta esquina haya en este país, que el desprestigio de los dirigentes políticos partió de una ardua tarea, con matices de plan maestro, protagonizado por los medios de comunicación social en la coyuntura de los gobiernos puntofijistas contra la actual fuerza en el poder. He ahí el inicio de un desprestigio sostenido a la carrera política, aunado del generalizado cólera producido por la corrupción y el decaimiento de las instituciones públicas.
Hoy es pan nuestro que al vocero político se le tome como un fantoche ocurrente y roba cámaras: producto de la desviación de la tarea como líderes sociales y sean ahora actores de estudios de televisión. Pero, pasando la página, hay que reconocer que decir estas verdades está muy mal. Y peor aún denunciarlas. Se persigue a quien dentro de las filas del oficialismo y la oposición, se presenta crítico ante el desprestigio de la política y propone cambios, airosos y democráticos, para refrescar la esencia de los partidos y organizaciones, con el imperioso fin de tener más y mejor “enganche” con la nación; que a final de cuentas es la gente, los ciudadanos, a quienes se debe todo en este apostolado público.
Ha sido reseñado en reiteradas ocasiones, que a dirigentes de oposición y chavismo, sobre todo en sus corrientes de nuevas generaciones y liderazgos juveniles, se les ha cuestionado por pronunciarse en favor de la amplitud, seriedad, democracia y llamado a la lucha.
Los partidos políticos son muy importantes como para no atender el llamado a la reconsideración de sus prácticas. La oposición es necesaria, el oficialismo también lo es. Esto no quiere decir que quienes hoy estén en el poder deban seguir estándolo, en tiempos de talanqueras bajas hay que delimitar bien los comentarios sin dejar cabos sueltos.
Este texto no es más que un llamado a la coherencia. A que lo que profesemos sea ejecutado en nuestros espacios. Cientos de líderes de la democracia migran a otras organizaciones o se resguardan en la independencia partidista, porque no se sienten tomados en cuenta y la reorientación del accionar opositor se ha disgregado nuevamente en parcelas, lo que ha condicionado la opción de participar de ese voto indeciso, que termina siendo fulminante. Son estos los baluartes del rechazo social.
Con una nueva devaluación en puertas y los índices delictivos en un increíble apogeo, las decisiones tomadas en estos momentos para seguir generando política desde las oficinas, definirán el plazo de quienes llevan el rumbo de esta nación y de quienes pretenden llevarlo.
Las nuevas generaciones no son opciones consagradas. No lo son porque sonaría pedante afirmarlo, sin embargo, han mostrado resultados que deben ser tomados en cuenta. Se ha perdido mucho tiempo exponiendo proyectos de gobierno, ante un poder que no gobierna, sólo hace política. Es escaso lo que se dedica en pregonar abrir los ojos ante las tempestades que comenzaron a inundar nuestro suelo… La juventud no puede ser asistente de los errores, porque ¿quién la perdonaría luego?
Por: Ángel Arellano / @angelarellano