En el marco de los preparativos por el Día Mundial de la Diabetes, varios sectores de la sociedad mexicana, particularmente del ámbito político y empresarial, continúan con un debate encarnizado por la reciente aprobación de la Reforma Hacendaria, donde se establecen gravámenes para los alimentos chatarra como una estrategia para combatir la enfermedad.
La gravedad de la problemática no puede ser minimizada, la diabetes afecta actualmente a 11 millones de personas en territorio nacional, aproximadamente diez por ciento de toda la población mexicana. Asimismo, la nación azteca está ubicada en el sexto lugar de los países con el mayor número de casos de diabetes en el mundo, un dato que por sí solo debería de preocupar a las autoridades gubernamentales y a millones de familias en el país.
Primeramente, es necesario definir la diabetes como una enfermedad provocada por la deficiencia en la producción de insulina en el organismo, una condición que genera un desorden metabólico sobre los niveles de azúcar y otros compuestos. Aunque en el caso de la diabetes tipo uno no se han logrado determinar causas específicas que proyecten el padecimiento, el tipo dos ha sido vinculado a malos hábitos de vida como una alimentación desequilibrada, obesidad y falta de actividad física.
Debido a que el primer tipo normalmente se presenta en niños y adultos jóvenes, resulta prácticamente imposible tomar medidas antes de revelarse la enfermedad; de lo anterior, que centremos la atención en la diabetes tipo dos, una deficiencia en el organismo que puede ser prevenida mediante la promoción de nuevos hábitos alimenticios y un estilo de vida saludable.
Si se considera que México ocupa el primer lugar en obesidad a nivel mundial, así como en el consumo de refrescos, con base en una investigación realizada por el Dr. Kelly Brownell de la Universidad de Yale, es lógico pensar que el país se haya consolidado como un centro potencial de casos de diabetes.
Cabe resaltar que dos de las principales causas de diabetes, tales como la obesidad y los malos hábitos alimenticios, están estrechamente ligados al consumo de comida chatarra dentro del territorio nacional, pese a los alegatos de los grandes consorcios por calificar la enfermedad como un problema de salud multifactorial. Si bien existen otros aspectos que inciden en la problemática, el consumo de alimentos con alto contenido calórico destaca como uno de los puntos más importantes para desencadenar el padecimiento.
La llamada comida chatarra, aquella que infesta las tiendas de abarrotes, debe de ser considerada como un agente fundamental a la hora de plantarle cara a la diabetes, sobre todo, cuando se instaura como parte esencial de la dieta del mexicano. El consumo excesivo de alimentos procesados, aquellos con elevados niveles de grasas trans, así como de los productos que incrementan el colesterol en la sangre, es una práctica tan arraigada que es entendida como parte de la cultura nacional.
La obstinación de los empresarios para reconocer los efectos dañinos de la comida chatarra no responde más que a la naturaleza misma de la industria; si bien es cierto que los contenidos energéticos y calóricos de dichos productos son parte necesaria de un esquema alimenticio equilibrado, la publicidad y saturación de los medios ha ocasionado que se potencie el consumo a niveles insospechados.
Sin embargo, aunque el vínculo estrecho entre esta clase de alimentos y la diabetes está científicamente comprobado, el sector de botanas y refresquero no podrá reconocer las afectaciones de sus productos debido a que se trataría de un boicot contra su propia industria.
Evidentemente, los grupos empresariales tienen razón al advertir sobre los daños a la economía nacional tras la aprobación de la Reforma Fiscal, lo que provocará un encarecimiento de los productos, el cierre de al menos tres millones de pequeños comercios y el despido de diez millones de trabajadores, según lo referido por el presidente de la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño (Canacope) de la Ciudad de México, Gerardo López Becerra.
De acuerdo al funcionario, el incremento de los impuestos sobre esta clase de productos de alto consumo popular generará un crecimiento de la informalidad y la quiebra de millones de tienditas. Lo anterior, después de que los pequeños comercios vean mermadas sus ventas y enfrenten problemas para pagar los servicios de renta, luz y agua.
“Estas medidas no van en contra de empresa o industria alguna, son a favor de los más preciado que tenemos, la salud de nuestros niños y jóvenes”, rebatió el presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien blande la norma como un estandarte para defender la salud del mexicano.
Las dos posturas son válidas, sin embargo, la eficiencia de las medidas implementadas para combatir un problema tan complejo, solamente quedará probada con el paso del tiempo.
¿Realmente el encarecimiento de la comida chatarra reducirá el problema de la diabetes? ¿El gravamen será capaz de modificar por sí solo hábitos alimenticios tan arraigados en la cultura mexicana? ¿Las familias empezarán a valorar el contenido nutricional de los productos cuando ganan menos del salario mínimo?
En un país donde las carencias se reflejan en varios frentes, sólo queda enunciar realidades y dejarlas a la interpretación de los lectores. En primer lugar, la comida chatarra sí está vinculada al padecimiento de la diabetes, sin importar cuantas veces se refute tal relación. Los señalamientos sobre las afectaciones económicas se mueven en un ámbito alejado del campo de la salud, donde el bienestar y la calidad de vida de los consumidores quedan relegados a los objetivos de venta.
Y en segundo lugar, la diabetes es una enfermedad subestimada.
Si bien los avances en la medicina permite un mayor control sobre el padecimiento, millones de personas hacen caso omiso y se entregan en bandeja de plata a un mal con gran potencial destructivo. La visión borrosa se puede transformar en una ceguera completa y las pequeñas úlceras en la amputación de extremidades. Finalmente, usted tiene la decisión.
[Fuente: Sexenio.com]