En 1795 se comenzó a enlatar la comida. Esto debido a las constantes guerras y en especial a Napoleón Bonaparte, quien ofreció una cuantiosa recompensa a la persona que realizara un sistema para conservar los alimentos en buen estado y así poder mantener a las tropas en los campos de batalla.
La idea de enlatar comida se le debe al francés Nicolás Appert, quien se ganó ser conocido como «El Padre del enlatado», así lo pública eurodetection.com.
Pero fue en 1860, cuando Louis Pasteur aportó la conservación mediante el calor. Más tarde se desarrolló la industria enlatadora y poco a poco fueron más alimentos los que eran sometidos a este procedimiento para su conservación y venta.
Para 1959, surgió en Estados Unidos los primeros envases de aluminio, los cuales fueron utilizados para envasar líquidos como jugos.
A pesar de los muchos beneficios que la lata ha dado a los humanos, también se han creado innumerables mitos en su entorno, respecto a enfermedades, niveles nutrimentales y algunas sustancias dañinas para la salud del hombre.
Sin embargo, no todo es verdad, es por ello que De10.mx, con información de la Cámara Nacional de Fabricantes de Envases Metálicos (CANAFEM), hacemos un recuento de los mitos acerca de los productos enlatados.
Para su conservación utilizan productos químicos. Esto es completamente un mito, ya que el principal elemento para la preservación de los alimentos, es el calor, el cual se da a través de la pasteurización o de esterilización. También se utiliza sal, azúcar, especias, ácidos naturales, entre otros elementos pero no químicos.
Contienen mucha azúcar o sal. La CANAFEM menciona que para el proceso de enlatado siguen los estándares mundiales de la ingesta de sal y azúcar que una persona puede consumir en un día; por lo que el exceso de estas sustancias es mentira.
Son poco nutritivos. De acuerdo con un estudio realizado por la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se demostró que los alimentos enlatados como frijoles, la piña y el atún, contienen más calcio que los preparados en casa.
No contienen fibra. Al someter a los alimentos al proceso de pasteurización o esterilización, éstos no pierden sus propiedades, por lo que siguen teniendo su fibra.
Puede producir intoxicación o envenenamiento. Muchos mencionan que al abrir una lata inmediatamente se tiene que retirar el alimento, ya que el metal puede producir intoxicación o envenenamiento. Sin embargo, esto es completamente falso; pues el envase es hermético y estéril. Además, el metal tiene un recubrimiento de barniz, por lo que no se oxida y no tiene contacto con la comida.
Contienen plomo. Se ha mencionado que debido a la soldadura que se usa para sellar las latas es que podía contener plomo; no obstante, actualmente los productos enlatados sólo son cerrados herméticamente y con soldadura eléctrica.
Producen botulismo. El botulismo es una enfermedad causada por una neurotoxina producida por el bacilo Clostridium botulinum, en alimentos en descomposición. Pero no hay una relación directa con los productos enlatados, pero siempre se recomienda checar las fechas de consumo y de caducidad para tener un mayor control de lo que ingerimos.
Producen leptospirosis. Esta enfermedad es ocasiona por una bacteria que se encuentra en el orín de los roedores. Por eso es importante tener buenos hábitos de higiene, ya que antes de abrir una lata es importante que laves la parte superior, ya que los lugares de almacenamiento no siempre son adecuados.
Las abolladuras afectan al alimento. Un estudio realizado por la Comisión Federal para la prevención de riesgos sanitarios, dependiente de la Secretaria de Salud (COFEPRIS), en el que se evaluaron las latas abolladas de 10 diferentes alimentos, reveló que ninguna de las latas presentó corrosión interna ni externa, así como tampoco algún indicio de «raspaduras» en el recubrimiento interno, por lo que no hubo daño en el envase que perjudicara al alimento.
No protegen bien a los alimentos. Hay me mencionar que los envases ya sean de metal o de aluminio, son excelentes para proteger al alimento contra la luz ultravioleta, el oxígeno y la formación de microorganismos.