La semana pasada realice en este espacio una breve crónica, o mejor dicho narración, sobre las vivencias de mi padre aquella noche del 22 para el 23 de enero de 1958, intenté humildemente reflejar aquellas vivencias desde el cristal de un perezjimenista, pero en esta ocasión quisiera aprovechar la oportunidad para derrumbar algunos mitos y mentiras de la historia de aquellos días del gobierno de Marcos Pérez Jiménez.
Es una verdad cierta que durante el régimen muchos dirigentes de la disidencia política fueron hechos presos, algunos hacinados en el campo de prisioneros de Guasina y algunos incomunicados, así como es una realidad palpable que durante la década de los 50 el país respiraba orden, seguridad y desarrollo físico y económico, lo que en estos días parece una ilusión inimaginable y utópica, pero también es verdad que muchos actores políticos de la época al caer la administración del General Marcos Pérez Jiménez comenzaron a tejerse entorno a sus personas historias increíbles y totalmente falsas.
Un caso, para tratar de regionalizar el argumento, es el del señor Juan Yaselli, quien aunque sí estuvo preso e incomunicado en la Seguridad Nacional de Puerto La Cruz, por órdenes del mismísimo Pedro Estrada, también es verdad que jamás ningún funcionario le tocó un solo cabello, y aunque él y posteriormente su hijo, el tristemente recordado Gennaro Yaselli, trataron de crear a base de patrañas y de manipulaciones su versión de los hechos acaecidos, nunca contaron ni contarán con el concierto de la razón histórica.
El 18 de enero de 1998, Gennaro Yaselli, en su columna de opinión de aquella época, al cumplirse 40 años de la caída de la “época de oro” como la llaman sus defensores, escribió una serie de engañifas nacidas de una muy ágil imaginación, donde relataba episodios jamás vividos y donde pretendió, como buen hijo, tratar de ensalzar el recuerdo de su progenitor, ya que el propio en aquellos días era insalvable.
Lo que trato de afirmar es que las mentiras tienen, como dicen en mi pueblo, las patas cortas, algunas pueden subsistir más que otras, pero siempre a la final saldrá la verdad a flote; No se puede negar, porque sería una falta de respeto, que durante el período 1948-1958 hubo una serie de hechos duros contra quienes se oponían a la gestión progresista y de avanzada que conducía bajo la filosofía del positivismo un grupo de militares venezolanos, pero de allí a permitir que falseadores de la historia quieran borrar con el reverso de un lápiz Mongol nuestro ayer es ceder ante las conveniencias de aquellos que sin méritos quieren figurar.
Hoy somos testigos que ni siquiera son los herederos de aquellos actores del 58 quienes pretenden cambiar la historia, sino que son nuevos participantes de la vida política nacional llamados “los revolucionarios”, quienes nos vienen a contar la historia de lo que no vivieron, y de lo que sus antepasados no pudieron lograr.
La historia aunque sea reescrita a conveniencia jamás se borrará por completo, y siempre emergerá por encima de las tinieblas del oprobio y del engaño.
Por José Dionisio Solórzano / @jdsolorzano