Antes de expirar, el abuelo había pensado en todo: a quien dejaba su casa, quien se quedaba con su gato y quien iba a disfrutar de su colección de música. Pocos años antes había descubierto también la computadora e Internet. Pero a última hora se olvidó de hacer el testamento de su herencia virtual, ¿qué hacer ahora?
Hace tiempo que los laptops y ordenadores dejaron de ser algo extraño para las personas mayores. Según las estadísticas, el 33 por ciento de los mayores de 65 años usan Internet y no menos del 14 por ciento son activos en las redes sociales. No obstante, pocos piensan en su herencia digital y, tras su muerte, los herederos tienen que buscar afanosamente la contraseña y el nombre de usuario de la computadora, de las cuentas de correo, de las redes sociales y de otros servicios de Internet. Sólo unos pocos entregan en vida sus datos a una persona de su confianza o a un notario, o les informan dónde se encuentran.
Si no es así, entonces la búsqueda de la herencia digital deparará arduo trabajo. Por ejemplo, ¿qué pasa con el perfil y los datos personales de un usuario en facebook?. Para la ley estadounidense, esta red social es teóricamente dueña de los datos personales de todos sus usuarios. Según las estadísticas, sólo en 2011 fallecieron al menos 1,7 millones de los 600 millones de usuarios que facebook tenía en todo el mundo.
Para dar cuenta del fallecimiento de uno de sus usuarios, facebook pone a disposición de la familia o de los amigos un formulario (http://www.facebook.com/help/contact.php?show_form=deceased) en que deben constar los datos personales del fallecido, acompañados, en lo posible, de un certificado de defunción. Si la familia así lo desea, la cuenta será cerrada y el perfil será guardado en un muro de honor donde los amigos podrán darle sus últimos saludos.
Otros servicios de correo, como Gmail o Hotmail, caducan por sí solos si no son usados durante un tiempo. En todo caso, ninguno entregará la contraseña, porque ésta sólo es conocida por el usuario. En algunos casos se concede a la familia un acceso único a la cuenta, dándole el derecho a fijar una nueva contraseña y continuar con la cuenta o borrarla para siempre.
Google concede a los herederos acceso a las cuentas del fallecido, aunque sólo «tras minuciosa comprobación y un largo proceso de tramitación», según un portavoz de Google en Alemania. Esto implica una solicitud acompañada de algunos documentos -por ejemplo, el certificado de defunción con traducción certificada al inglés- que es enviada a Estados Unidos. Los mismos documentos exige Google para el cierre de una cuenta.
Los familiares y amigos del fallecido deberán ocuparse igualmente del testamento. Quien crea haber dejado su testamento en forma de archivo de texto en la computadora, se equivoca. Un testamento hecho en forma digital carece de toda validez jurídica, según especialistas internacionales. «Aquí sólo vale el derecho a herencia clásico», dice el jurista alemán Helmut Redeker, especialista en derecho en informática. «Es por esto que la última voluntad de una persona no puede ser simplemente escrita con un programa de procesamiento de texto, impresa y firmada, sino que debe ser escrita enteramente a mano o ser certificada por un notario», añade.
Hay servicios de Internet que, en caso de fallecimiento, se ocupan de guardar las contraseñas, nombres de usuario y todos los más importantes documentos de una persona. Una de ellas es la empresa sueca mywebwill.com, que, por el equivalente de diez dólares, ofrece desactivar las cuentas o esconderlas de otros, cambiar el contenido o dejar las cuentas a un ser querido que esté dispuesto a asumir su contenido o seguir actualizándolas.
Pero hay juristas que desconfían de tales empresas. «Los usuarios deben pensarlo muy cuidadosamente si realmente desean confiar datos confidenciales a un servicio en Internet», dice el experto alemán Maurice Shahd. Por su parte, el jurista Helmut Redecker recalca: «Ante la duda, lo razonable es que el usuario entregue las contraseñas a una persona de su confianza, pues no se sabe si una empresa lo va a sobrevivir». Sus dudas las confirma el caso de Idivus, un servicio informático de custodia de contraseñas y de mensajes a los deudos fundado en 2009 y que desapareció de pronto como página web.
Quien no se atreva a hurgar por sí solo en la computadora de un difunto, puede recurrir a la ayuda de amigos. «Nos encargamos de ver si hay que cancelar una subscripción o si un objeto del difunto ha encontrado comprador en una plataforma de subastas», dice la teóloga alemana Birgit Aurelia Janetzky, que dirige Semno, una firma especializada en testamentos digitales.
La apertura de la computadora de un difunto puede también proporcionar desagradables sorpresas, como un archivo de películas inesperado o mensajes de correos que revelen algún oscuro affaire. «No quiero asustar a nadie. Pero, cuando hallo algo delicado, primero hablo con los familiares», dice Janetzky. «Los herederos deberán saber qué hacen con ello».