Durante el primer gabinete, luego del 7 de octubre, Chávez lució bastante descompuesto. No físicamente, por cierto, sino en su estado de ánimo, pese a algunas burlas proferidas contra la oposición. La cólera del Comediante se extendió en un grotesco regaño a sus ministros, siendo los principales blancos Molina, de Vivienda y Hábitat, el cuatrero Loyo y especialmente, sin nombrarlo, el ausente Rizarrita. Episodio que me puso de inmediato a buscar las razones de aquella ira, en apariencia, inexplicable.
Resulta pues, me cuenta un miembro del entorno, que las mismas estaban, quién lo iba a pensar, en los propios resultados del proceso electoral. Para Chávez haber ganado con solo ocho millones de votos, y no con los diez anunciados en forma pertinaz por él, era una derrota de su ego. Fuera de sus cabales lanzó gritos e insultos contra todos los miembros del séquito de nuevo en Miraflores.
"¡INUTILES! Estoy rodeado de inútiles" fue la expresión más repetida a grito pelado aquella madrugada. No faltó tampoco la acusación en genérico de "traidores" contra aquella "Corte" paralizada por un miedo cerval ante aquel dedo acusador e intimidatorio batiéndose frente al rostro de cada uno de los presentes. Sin duda fue una escena penosa, aunque no nueva.
Para aquella pandilla de obsecuentes no era cómodo ver aquel hombre maldiciendo a todos. Según él le habían mentido, una vez más, ofreciéndole equis número de votos en cada estado sin haber alcanzado la meta. Les condenaba por la ineficiencia de la enorme cantidad de recursos en dinero sin lograr la meta planteada para satisfacer su descomunal vanidad, gran parte de los cuales fueron a dar a los bolsillos gansteriles de quienes los manejaron.
Pero no era el cuidado de los dineros públicos empleados en la campaña la base del regaño. A Chávez le angustiaba eran las fulanas Comunas que según él no la veía por ningún lado en los proyectos de su Corte Ministerial.
Por José Luis Farías / @fariasjoseluis