Amor Mayor, Corazón de la Patria, Corazón del Pueblo, son algunas de las consignas que este gobierno “reelecto” ha utilizado para ganar adeptos y para seguir enamorando a los que ya se autoproclaman “chavistas”-aunque no apoyo los nominalismos de ningún tipo-, en este orden, vemos y escuchamos por doquier mensajes de amor, fidelidad, compromiso y por encima de cualquier cosa se insiste en aquello de “juntos hasta la victoria siempre”. Sin embargo, dicen por allí, que la fase del enamoramiento fenece en un corto tiempo y viene la verdadera prueba de amor, llega el tiempo de decir Contigo Pan y Cebolla.
Al parecer esa es la etapa que están viviendo quienes en algún momento expresaron estar más que enamorados del líder del oficialismo, incluso a decir algo como “con hambre y desempleo, me resteo”. Sin querer juzgar el dolor ajeno producido por la resignación de vivir épocas precarias de ese amor, parece que el despecho es evidente, hay una ausencia que duele. Me imagino a ratos lo que puede significar para muchas personas el duelo y la desesperación de simplemente no saber. Es así, como aterriza mi idea en que el imaginario colectivo puede llegar a sentir y sufrir como un ser humano, el vacio que produce un liderazgo tan fuerte, tan personalista y tan metafísico, genera una frustración de sentimientos y pensamientos.
Este fenómeno lo hemos visto todos estos casi 70 días de ausencia del líder del proceso denominado revolución bolivariana, el Presidente reelecto, pero no juramentado –parece insólito, pero es así. En algunos esta situación los ha puesto a decir incongruencias, desatinos y hasta lanzar medidas económicas. La cuestión es mucho más compleja de lo que aparenta ser, porque sin duda, en Venezuela estamos acostumbrados a tener una voz, un cuerpo presente, un hombre, un grito que traduzca el sentir de la mayoría de quienes lo han elegido y siempre prometa mejorar las cosas.
No sabemos cuánto tiempo durará ese amor con Pan y Cebolla, porque de tanto que se habla de la grave situación económica del país, aunada a las medidas recientemente tomadas y que aun no han dado sus efectos verdaderos, sabemos que la clase más desposeída va a sufrir el aciago momento de no tener para comprar ni lo más básico, mucho menos para mejorar su situación. Sin embargo, puede pasar que ese amor pase factura. ¡Ya lo vimos! en la gallarda indígena pemona que casi hizo llorar al ciudadano militar con facultades para gobernar y decidir, cuando le reclamo con la más absoluta legitimidad, que éste era el culpable de que ellos no tuvieran alimentos, medicinas y que además le pretendían quitar sus tierras para dárselas a los chinos y rusos, asimismo, pareciera que esta venezolana guerrera y valiente esta mucho más que decidida a votar al señor de la casa, para mi esta maleteado.
Esta sorpresiva manifestación del pueblo pemon, nos tiene que llevar sin duda a la reflexión, y sobretodo a ver la diferencia, entre defender lo que realmente consideras tuyo como derecho y lo que ocurrió semanas atrás en la Asamblea Nacional cuando los señores Diputados sacaban trapitos al sol, y mostraban cheques y papelitos tratando de robarse el show. Les pregunto queridos lectores,¿ valdrá la pena seguir con Pan y Cebolla?, o ¿es que el amor tampoco es incondicional?, al menos no lo es –en mi opinión- cuando de principios y valores se trate.
Por: Maggi Di Lena / @maggidilena