Conoce más sobre el origen del Papa Francisco I: ¿Quienes son los Jesuitas?

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La Compañía de Jesús (Societas Jesu o Societas Iesu, S.J. o S.I.), comúnmente conocidos como Jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1540 por San Ignacio de Loyola, junto con San Francisco de Javier, el Beato Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simón Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo aprobada por el Papa Pablo III.

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Con 17.637 miembros en enero de 2012 (sacerdotes, estudiantes y hermanos), es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos. Varias páginas web reseñan:

La Compañía de Jesús (SJ) es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal -aunque la conforman también Hermanos, es decir, religiosos no sacerdotes-. Está ligada al Papa por un «vínculo especial de amor y servicio»; su finalidad, según la Fórmula del Instituto, documento fundacional de la Orden (1540) es «la salvación y perfección de los prójimos».

En términos de Derecho Canónico, la SJ es una asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la «perfección evangélica».

La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura dos años. Continúa con un proceso de formación intelectual que incluye estudios de Humanidades, Filosofía y Teología. Además, los jesuitas en formación realizan dos o tres años de docencia o «prácticas apostólicas» (período de magisterio) en colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de comunicación, etc.).

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El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.

S. Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados para ser enviados con la mayor celeridad, allí donde fueran requeridos por la misión de la Iglesia. Por eso los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia al Papa.

La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad incondicional al Papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Inglaterra isabelina, frente al absolutismo de Luis XIV de Francia (conocido como El Rey Sol), el regalismo español, con la Alemania de Bismarck, de donde fueron expulsados (durante el Kulturkampf) y con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa. Asimismo, los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.

Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera (1975): «Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas».

La página web Scdejesus.org (mexicana), describe a los Jesuitas con las siguientes características:

1. Amor personal a Cristo

Reconociendo la necesidad de misericordia, cada jesuita, como lo hizo primero san Ignacio de Loyola, ha orado delante de Jesús crucificado y se ha preguntado «qué he hecho por Cristo, qué hago y qué debo hacer por Él». Por esta experiencia de encuentro con el amor, los jesuitas nos sabemos pecadores, y sin embargo llamados a ser compañeros de Jesús.

En un mundo como el nuestro, predicar el mensaje de Cristo pobre y humilde, puede ser ocasión de sufrir humillaciones, persecución y muerte. Los mártires jesuitas no son una historia lejana. En nuestro días se derrama sangre de nuestros hermanos. Y aun así continuamos adelante con la determinación de imitar y seguir a Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Hermano.

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2. Contemplativos en la acción

El Dios que descubrió san Ignacio en la experiencia de los Ejercicios Espirituales no es un Dios resguardado en el cielo, ni en los templos. Trabaja todos los días, en todas las cosas, para liberar al mundo. Por eso el jesuita sabe que la iniciativa de su trabajo evangelizador, no es propia; es el Creador quien nos invita constantemente a unirnos a su acción.

Es muy importante descubrir al Señor, en todos los acontecimientos para unirse a Él, a su trabajo, a su determinación de que todos los seres humanos vivan ya como auténticos hijos Suyos.

3. Un cuerpo apostólico en la Iglesia

Los jesuitas de hoy, dispersos por todo el mundo nos sentimos unidos porque sabemos que cada uno ha escuchado la llamada de Cristo. De esta unión con Cristo fluye necesariamente el amor mutuo. No somos meramente compañeros de trabajo; somos amigos en el Señor. Provenimos de muchas naciones y culturas, hablamos lenguas diferentes, pero esta diversidad enriquece nuestra unión. Y en nuestro servicio al Señor y a su Esposa la Iglesia, Pueblo de Dios, estamos especialmente unidos al Papa, para ser enviados a las misiones que él nos confíe.

4. En solidaridad con los más necesitados

Ignacio y sus seguidores comenzaron su predicación en pobreza. Trabajaron con los poderosos y los sin poder, con príncipes, reyes y obispos, también con la mujeres de la calle y con las víctimas de la peste. Conectaron su ministerio con los poderosos, a las necesidades de los sin poder. Ahora, sea cual sea nuestro ministerio, nos hacemos solidarios con los pobres, los marginados y los sin voz, para que puedan participar en los procesos que modelan la sociedad en que todos vivimos y trabajamos. Ellos nos instruyen sobre nuestra pobreza, como ningún documento puede hacerlo. Nos ayudan a entender la gratuidad de nuestros ministerios.

5. Compañeros con otros

Cooperamos con laicos y laicas, religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos de la Iglesia local donde servimos, con los miembros de otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

6. Llamados a un ministerio instruido

Ignacio sintió la necesidad de una buena instrucción para el servicio de la fe y el ministerio de la Palabra. Por eso quiso dejar como algo característico de la Compañía la capacidad de usar todos los medios humanos: ciencia, arte, erudición, virtud natural, confiando siempre en la gracia de Dios.

7. Disponibles para nuevas misiones

Los jesuitas somos para ser enviados a donde hace falta, a donde las necesidades están desatendidas. El jesuita es un hombre para la misión (para ser enviado), misión que recibe del Papa y de su propio Superior, pero en último término, de Jesucristo mismo, el Enviado por el Padre.

8. Siempre en busca del magis

A san Ignacio le gustaba usar la palabra latina magis (más) para describir cómo debíamos ser los jesuitas. La mediocridad no tiene lugar en el pensamiento de Ignacio. Por eso el jesuita es alguien que no está satisfecho con lo establecido, lo conocido, lo probado, lo ya existente. Nos sentimos impulsados al magis. Los obstáculos, las fronteras, los límites, son siempre nuevos desafíos, nuevas posibilidades.

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