Conoce el lado amargo del azúcar

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Para muchas personas es una dulce tentación que les hace sucumbir a menudo.

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Para otros, sin embargo, es un carbohidrato más que causa caries, favorece la obesidad, empeora los síntomas de la hiperactividad y es uno de los enemigos de la diabetes.

Pero de lo que no se comenta mucho es de su alegada conexión con otras enfermedades, entre ellas, el cáncer. O de que es una las sustancias más adictivas que se conocen y que sus efectos pueden ser devastadores para la salud.

Y es que, a pesar de las constantes advertencias sobre los efectos dañinos del exceso de azúcar refinada en el organismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hoy día, en promedio, cada persona consume unas 150 libras al año. Lo que equivale a entre 300 y 600 calorías por día. Una ingesta exagerada que, según los profesionales de la salud, es capaz de afectar severamente tejidos y órganos vitales.

Cabe destacar que antes de la Revolución Industrial (segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX), la mayoría de la población consumía entre dos a tres libras de azúcar al año.

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“Hoy se recomienda un consumo de no más de un cinco a un 15% de las calorías totales (no más de 100 calorías al día de azúcar añadida para las mujeres y no más de 150 calorías al día para el hombre). Esto equivale a aproximadamente seis cucharaditas de azúcar añadida para mujeres y nueve cucharaditas para los hombres”, explica la dietista clínica, Madeline Rivera, educadora en diabetes del Hospital Auxilio Mutuo, quien también está certificada en manejo nutricional de pacientes con cáncer.

Según explica Rivera, el azúcar es una sustancia adictiva que provoca estragos en el organismo. Además de que cuando se consumen alimentos altos en azúcar, se reducen los deseos de comer alimentos nutritivos como los vegetales y hortalizas, lo que puede resultar en carencias nutricionales, advierte.

“El alto consumo de azúcar es el principal responsable de la mayoría de las enfermedades crónicas que afectan nuestra sociedad: diabetes, hipertensión, arterioesclerosis, obesidad, cáncer, alzheimer, candidiasis y enfermedades infecciosas, entre otras”, sostiene Rivera, mientras resalta que el azúcar blanca refinada que consumimos habitualmente es sacarosa sintetizada de forma artificial.

Por lo tanto, enfatiza, no contiene ninguna de las vitaminas o minerales que el cuerpo necesita para procesarla, por lo que no solo no nos aporta nada desde el punto de vista nutricional, sino que “roba” al organismo vitaminas y minerales.

“En personas sanas, consumir mucha azúcar se relaciona también con el aumento de peso, ya que el azúcar es un carbohidrato y su exceso se convierte en grasa”, advierte Rivera, tras indicar que se ha encontrado que consumir azúcar aumenta la eliminación de calcio.

“El organismo se ve forzado a sustraer calcio de los huesos y los tejidos que son las únicas partes en donde lo almacena el cuerpo. El desgaste de calcio en huesos causa que se vuelvan porosos y frágiles, lo cual finalmente conduce a la osteoporosis”, señala Rivera.

Por su parte, la doctora Anibelle Altieri, especialista en medicina interna y bariatría, resalta el hecho de que la rapidez con que se absorbe la glucosa y el tiempo que permanece en la sangre se relaciona con efectos sobre la salud o la predisposición a enfermedades y condiciones metabólicas adversas.

“Los productos hechos con azúcar refinada y/o los carbohidratos simples -panes, galletas, dulces, etc.- aumentan más rápidamente los niveles de glucosa sanguínea, estimulando la liberación de insulina” explica Altieri.

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Pero destaca que el nivel de glucosa en la sangre, también denominado glucemia, varía como resultado de la relación entre los alimentos que consumimos y los mecanismos utilizados por el cuerpo para mantener dicho nivel dentro de valores estables.

Por ejemplo, luego de consumir alimentos con un índice glicémico alto, como aquellos altos en azúcar, harinas y cereales dulces, cuya glucosa es absorbida más rápidamente, el organismo aumenta automáticamente la liberación de insulina a sangre.

“El exceso de insulina en la sangre si ocurre recurrentemente trae como consecuencia desórdenes metabólicos tales como diabetes, hipertensión, aumento de grasas en la sangre (hiperlipidemia) y obesidad”, enfatiza Altieri.

Mientras que la resistencia a la insulina es una afección que se caracteriza por la deficiencia de los tejidos a responder a la insulina, resultando en disminución de la utilización de la glucosa por el tejido y aumento en la liberación de glucosa hepática.

“La resistencia a insulina es un factor crucial en el desarrollo de obesidad, diabetes tipo 2 y los desórdenes metabólicos prevalecientes en el mundo actual”, sostiene Altieri.

Relación con el cáncer

Los efectos negativos del consumo de azúcar y harinas refinadas o carbohidratos simples son amplios, coincide el doctor Nelson Robles, hematólogo oncólogo del Hospital Menonita y fundador del Centro de Cáncer de la Montaña, en Aibonito.

“Cuando se ingiere azúcar o harinas blancas, los niveles de azúcar en la sangre aumentan rápidamente y el cuerpo libera la dosis de insulina necesaria que va acompañada de la emisión de otra molécula, llamada factor de crecimiento celular. Y mientras el azúcar nutre los tejidos y hace que crezcan, la insulina y el factor de crecimiento tienen en común otro efecto: potenciar los factores de inflamación que estimulan el crecimiento celular y actúan como abono para los tumores”, explica Robles, aunque resalta que se trata de una teoría.

No obstante, está de acuerdo en que si una persona está luchando contra el cáncer debería transformar su dieta hacia una lo más natural posible, en la que se excluya todo alimento que sea procesado o alto en azúcar refinada.

“No es pasar hambre. Es no consumir productos altamente procesados ni con azúcar refinada”, recomienda Robles, mientras aconseja que la sociedad reevalúe lo que estamos comiendo y ser más inteligentes en lo que comemos.

De hecho, el oncólogo menciona un reportaje que el reconocido médico Sanjay Gupta, de la cadena CNN, publicó en Youtube, donde se habló del azúcar como una toxina.

Mientras que una investigación publicada por el Instituto Karolinska, en Suecia, sobre un estudio realizado entre 1997 y 2005 se encontró que un elevado consumo de azúcar y alimentos azucarados aumentaba el riesgo de padecer cáncer de páncreas.

También se ha señalado que mujeres que han sufrido cáncer de mama y que tienen una menor producción de insulina, tienen mayores posibilidades de supervivencia que las que tienen mayor nivel de insulina.

De hecho, desde hace muchos años se ha comentado que las células con cáncer consumen unas 25 veces más de glucosa que las células sanas.

“Estudios e investigadores han llegado a la conclusión de que tener altos niveles de azúcar en la sangre incrementa el riesgo de morir de cáncer de páncreas, hígado y algunas otras enfermedades malignas. Son múltiples los estudios que demuestran que el cáncer se alimenta con el azúcar, así que un paso fundamental en la lucha o prevención contra el cáncer es disminuir el consumo de azúcar refinada”, recomienda la dietista Madeline Rivera.

Aparte de eso, agrega la experta, es fundamental la supervisión de un profesional licenciado de la nutrición porque también en estos casos es necesario que la persona consuma un poco de azúcar.

“Pero esta deberá ser de origen natural como la que encontramos en las frutas, pero en los rangos más bajos dentro de la necesidad de cada persona”, aconseja Rivera.

Sin embargo, otros profesionales de la salud también han indicado que un paciente que está pasando por una quimioterapia va a sufrir de efectos secundarios que, posiblemente, le quiten el apetito, le provoquen mal sabor en la boca y hasta úlceras que no les permiten alimentarse adecuadamente. Así que, si en un momento dado lo único que tienen ganas es de comerse un mantecado, indican, es recomendable que lo hagan, independientemente de cuanta azúcar contiene..

 

(Fuente)

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