Cuando se cumplen justo una semana, al momento a sentarme a redactar este artículo, de las elecciones presidenciales, el carácter ilegítimo de Nicolás Maduro como «presidente» es cada vez más abrumador y la realidad repleta de inmoralidad de él, como de sus «compinches» y las rectoras del Consejo Nacional Electoral, empeoran más la situación.
El «ilegítimo» no encuentra que hacer para bajarle los ánimos a más de la mitad del país que no lo reconocen, ni lo reconocerán como Presidente de la República, y su desespero aumenta, además de saberse derrotado el pasado 14 de abril, cuando observa que gran parte de sus electores hoy se sienten inconformes y decepcionados con su actuación en medio de la actual vorágine desatada luego de unos resultados comiciales escuetos.
Muchos oficialistas que hace una semana votaron por Maduro hoy están dudando de su triunfo, muchos me han comentado ¿si ganamos por qué no se cuentan los votos y se acabó?, la negación por parte del «toripollo» crea una gran incertidumbre en su gente, y más cuando él mismo, luego del anuncio de los resultados, asegurase que «vamos a contarnos… Incluso tal vez aumentemos la ventaja», pero a pesar de esto enseguida sus «colaboradores» rehusaron la verificación y manifestaron que no era posible hacerla, ante esto cabe la pregunta ¿cuál es el miedo señores?
Nicolás no parece contar con la fuerza suficiente para erigirse como un real líder, parece, y ya lo demostró en la campaña, que los zapatos que le dejó el ex-presidente le quedaron muy grandes, su pésimo manejo político lo hacen muy similar a una elefante en una cristalería, porque cada vez que abre la boca o que actúa sus propios correligionarios se sienten confundidos, atacados e incluso sin vinculación real con lo que él representa o trata de representar.
Por todo esto es que se ha ganado, el inquilino de Miraflores, el calificativo del ilegítimo, pero cuando adentramos más en sus acciones por ejemplo con la persecución desatada a todos los dirigentes de la alternativa democrática o con el acoso que intensifican desde los entes administrativos del Estado, como alcaldías, gobernaciones, Pdvsa, consejos legislativos e incluso en unidades educativas nacionales, se evidencia el carácter inmoral de un régimen que cada vez más se divorcia de la gente y de la democracia.
Nicolás Maduro es un inmoral porque acepta el poder burlándose de la gente, engañando a aquellos que se le oponen, pero sobre todo menospreciando la inteligencia de todos aquellos venezolanos que lo apoyaron y que diariamente se percatan de su equivocación y se separan de un proyecto que perdió hace mucho tiempo su sentido y orientación.
El doblete de las íes, la inmoralidad y la ilegitimidad, son las características elementales que guían y sustentan a un régimen que ya actúa con visión y acción policíaca y represiva, porque se ve y se siente sin pueblo, sin respaldo verdadero de los venezolanos que se enrumban hacia nuevos caminos, mientras los inquilinos del poder se aferran a un sistema caduco y descontinuado.
Nadie que se base en la mentira para gobernar lo hará bien, nadie que se apoye en una estafa podrá sostener mucho tiempo lo mal habido, nadie que llegue a la cúspide podrá mantenerse largo tiempo si su único mérito es el fraude, por eso, es evidente que estamos observando el principio del fin de una forma ya vencida de hacer política y de gobernar al país.
Simone Augello / @simone_augello