Desde este espacio nos hemos enfocado en discernir y contrastar ideas inherentes a la infraestructura de una ciudad, su importancia y relevancia en el desarrollo de los distintos centros poblados que forman parte de nuestra conurbación y otras localidades de nuestro país. Sin embargo, resulta particularmente atractivo entender que no solo los aspectos físicos de una ciudad, sus lugares, las obras públicas, llenan a su población y coadyuvan al desarrollo de una sociedad integral digna de una metrópoli del siglo XXI. Existen también aspectos de naturaleza intelectual, moral, espiritual, ciudadana, etc.; igualmente necesarios para lograr ese deseado estándar de “ciudad” que tanto nos gusta disfrutar pero que lamentablemente poco hacemos para cultivar y alcanzar.
Estos aspectos más relacionados a la convivencia que a otra cosa, pragmáticamente hablando, poco pueden apreciarse en nuestras ciudades cada vez más hostiles y poco fáciles de habitar, donde los ciudadanos parecieran engarzados en una constante carrera por aplastar al vecino y hacerlo víctima de nuestros vicios y abusos. La primera señal de ello se puede notar en el tránsito vehicular, el cual resulta prácticamente insufrible para una persona que no esté acostumbrada a la ofensa, el atropello, la burla, el abuso, la flagrante violación a la ley y todos los derivados de ello, llevados a cabo de manera flagrante por un chofer promedio de nuestra conurbación anzoatiguense. Basta con darnos un paseo en cualquier hora pico de nuestra ciudad para ver como desde insultos vociferados hasta la popular “tirada del carro” se propinan entre choferes en cada esquina de nuestras calles. Esto es algo que debe convertirse en una mancha de tinta negra en un mantel blanco, y ser objeto de una seria reflexión tanto de nosotros como ciudadanos como de los organismos públicos encargados de poner orden en nuestro intento de convivencia. Por otro lado, los constantes atropellos a los transeúntes, los peatones, los ciudadanos que intentan hacer uso de una ciudad carente de espacios para el ciudadano de a pie, incapaz de trasladarse en automóvil, haciendo uso de los poquísimos espacios destinados al peatón, recibe su cuota de hostilidad de parte de conductores maleducados e imprudentes, demostrando su falta de consideración humana, racionalidad y educación apropiada para dar paso a quien merece y seguir su camino felizmente.
Dejando la difícil tarea de humanizar la conducción de automóviles, vayamos a algo más básico; tal como lo dijo en su momento un pensador más sabio que cualquier humano promedio “si todos barremos nuestro frente, el mundo sería un lugar más limpio”. Hasta cuando conciudadanos seguiremos en nuestro afán de ensuciar y afear nuestra ciudad con el mismo empeño que ponemos en lo que mejor sabemos hacer. Basta con recorrer nuestras calles y darnos cuenta que la basura forma parte de nuestras vidas, desde los lugares más ostentosos hasta los rincones más humildes se encuentran manchados con el mismo mal: basura por doquier. Podemos tener un nivel de vida muy lujoso o poco de eso, lo cierto es que todos padecemos la misma enfermedad y todos debemos curarnos. Basta con salir de las fronteras de nuestro estado y darnos cuenta que el problema prácticamente forma parte de la idiosincrasia del anzoatiguense y eso definitivamente debe cambiar.
Está en nuestras manos ser mejores, buscar soluciones y lograr convertirnos en ciudadanos de primera. Solo así podremos comenzar a construir la ciudad donde todos queremos vivir.
Ing. Jesús A. Rodríguez G.
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