El pasado 5 de diciembre se celebró en la parroquia Úrica los 200 años de la batalla que lleva su nombre y donde cayó la tiranía encarnada en José Tomás Boves.
Durante la sesión de la Asamblea Nacional (AN), que se realizó con motivo a la fecha, todos los diputados tuvieron la oportunidad de escuchar, por lo menos desde lejos, las quejas de una comunidad abigarrada de problemas y de necesidades insatisfechas por muchos años.
Escuchaban a distancia el clamor del pueblo que se centraba en la sequía que ha convertido a miles de uriqueños en camellos. Escuchaban las peticiones, a los alrededores del acto, que se concentraban en la carencia de empleos estables y bien remunerados.
Se denunciaba la indiferencia del gobierno regional y nacional con relación a esta parroquia que aún espera que le caiga su gota de petróleo.
El clamor popular, que era los tras bastidores de un evento protocolar, se alzaban por los caminos de Úrica, y expresaban la urgencia de respuestas claras y precisas.
La carencia de trabajo y de un futuro mejor como anhelo de los uriqueños me ha llevado a sostener la imperiosa propuesta de fomentar en la parroquia un polo de desarrollo agrícola y pecuario que les permita a los habitantes de esta zona progresar y vivir mejor.
Sin ánimos de polemizar, aunque sí levantando la voz por mi gente del municipio, me uno al malestar de todos los moradores de la parroquia ante las promesas que se le han hecho y las decepciones que le han dejado.
En las calles muchos uriqueños me decían: “Antonio dile que no se acuerden de nosotros sólo por la batalla de Úrica, diles que somos más que eso, que somos venezolanos que necesitan asistencia”…
En medio de aquel día aprecié oportuna la ocasión para reflexionar sobre las similitudes entre la Batalla de Úrica y la constante lucha que los demócratas estamos librando en el día a día por el rescate del Estado de Derecho, la Libertad y sobre todo el bienestar de nuestro pueblo sumido en la miseria, el hambre y la inseguridad.
Ante esto podemos decir que ayer Tomás Boves simbolizaba el odio social, el revanchismo de clase, él encarnaba la opresión española, él con su lanza bañada de sangre era sinónimo de intimidación, de miedo y de horror. Boves era la barbarie a caballo, mientras que José Feliz Ribas y sus muchachos valerosos, aquellos lanceros orientales, eran la libertad, la esperanza y la civilización.
A pesar que se perdió la batalla y las fuerzas de la tiranía lograron momentáneamente imponerse, el tirano, el emblema de la maldad tiránica, cayó a travesado por una lanza de justicia, de dignidad y de valentía patriótica.
El 5 de diciembre de 1814 se libró la batalla de Úrica y en ella se empezó a crear las condiciones para la conformación de un ejército patriota popular y más cohesionado, ¡Ganó la civilización!
La barbarie de Boves desapareció con él, mientras las esperanzas de la libertad se alzaron victoriosas al son del “Gloria Al Bravo Pueblo”.
Asimismo hoy estamos batallando. Quienes defendemos la libertad y la democracia, quienes estamos al lado de la esperanza y el porvenir somos como aquel ejército patriota que siguiendo el “ejemplo que Caracas dio” salió a conseguir el sueño de la Independencia.
De esa misma forma hoy quienes amamos la democracia estamos decididos a luchar por comida, seguridad, trabajo y bienestar para todo el pueblo, estamos batallando ardua y pacíficamente por el rescate de Venezuela, por el fin de un modelo agotado y fracasado y la instauración de un nuevo rumbo para este barco que se llama Venezuela.
Esta otra batalla que estamos, librando 200 años después, es parte de ese compromiso, tuyo y mío, de sacar adelante a este país, es parte de ese deber moral y social que tenemos para con esta nación tan grande, tan hermosa y tan mal gobernada.
Este nuevo enfrentamiento entre barbarie y civilización, entre opresión y libertad, terminará como ocurrió con la Guerra de Independencia: Con los laureles en las manos de los “buenos”, con el triunfo de los justo, con la victoria de la civilización.
¡Con unidad lo lograremos!
Por Antonio Barreto Sira