La batalla contra las grasas trans tendrá finalmente su corolario el próximo 10 de diciembre, fecha a partir de la cual quedará restringido su uso en productos destinados al consumo humano dentro de la Argentina. De esta manera, será un país pionero en la aplicación de esta reducción dentro de la región, recomendada a nivel internacional.
Así quedó establecido en la modificación del artículo 155 del Código Alimentario Argentino que en 2010 llevó a una reglamentación conjunta entre los ministerios de Salud y Agricultura para avanzar en este sentido.
Este tipo de grasas son utilizada mayormente en productos industrializados y en particular por panificados y snacks ya que aportan consistencia, sabor y conservación a más largo plazo. Aparecen en las etiquetas como aceite vegetal hidrogenado. Pese a que cuando comenzaron a usarse se posicionaron como una alternativa económica para lograr estos objetivos, con los años surgieron cuestionamientos sobre los efectos que pueden tener en la salud. Las evidencias científicas al respecto llevaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a recomendar a los países que se implementaran acciones para retirarlas del mercado.
Es que pudo constatarse que su ingesta no es saludable ya que produce un aumento del colesterol malo (LDL) y una disminución del bueno (HDL) con lo cual favorece el desarrollo de ciertas enfermedades. Esto en particular por la acumulación de grasa en las arterias, que puede derivar en patologías cardiovasculares, hipertensión, diabetes y hasta muerte súbita, según detalló la nutricionista Cecilia Llaver.
También se las relaciona con la obesidad por lo que se trata de una medida que tendrá alto impacto en la salud pública. Esto se entiende si se toma en cuenta la cantidad de productos de uso cotidiano en los que se encuentran presentes: margarinas, galletitas dulces y saladas, golosinas, barras de cereal, baños de repostería, masas, panificadas, batidos y masas dulces, masas para hojaldre, snacks y alfajores.
Disminución paulatina
Fátima Gazhoul, nutricionista del Departamento de Educación para la Salud de Mendoza, explicó que «se trata de aceites vegetales que sufren una transformación por el calor y posterior hidrogenación (agregado de hidrógeno) pero no existen naturalmente en nuestro organismo ni en ningún alimento».
De todas formas se asegura que los últimos años se ha observado una disminución del contenido de estas grasas en los alimentos de este tipo dado que se viene trabajando en esta dirección.
En 2010, la Resolución Conjunta de la Secretaría de Políticas, Regulación e Institutos y la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca introdujo un artículo en el Código Alimentario Argentino que sigue los lineamientos de comunidades científicas internacionales. Allí se señala que «el contenido de ácidos grasos trans de producción industrial en los alimentos no debe ser mayor a 2% del total de grasas en aceites vegetales y margarinas destinadas al consumo directo y a 5% del total de grasas en el resto de los alimentos».
En un relevamiento que la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) realizó en góndolas de supermercados el año pasado pudo constatarse que baños de repostería (83% de ellos), alfajores (57%) y productos de panadería (52%) son los que más contenido tenían. También se observó que 13% de los productos superaban el máximo del contenido establecido para su rango, dentro de los cuales fueron los baños de repostería los más excedidos.
Lorena Allemandi, directora del área de Políticas de Alimentación Saludable de esta organización declaró a diario Clarín que «resulta muy alentador constatar que la mayoría de los productos ya informan nulas o mínimas cantidades de grasas trans de origen industrial, de acuerdo a lo que establece el Código Alimentario».
Por esta causa, se resta peso a los argumentos que sostienen que se vería alterado el sabor, ya que el cambio ha sido paulatino y los paladares se han acostumbrado, explicó Llaver.
«Son sólidos y resistentes a la oxidación pero tendrán que remplazarlos por otros con las mismas características como el suero de la leche por ejemplo -dijo la licenciada Llaver-. Lo ideal es que hayan ácidos grasos de buena calidad o poliinsaturados que protegen el corazón y las arterias y no producen acumulación de grasas en el aparato circulatorio, previenen la hipertensión y enfermedades cardiovasculares».
Por su parte, Gazhoul detalló que «se cambiarán por ácidos grasos poli y monoinsaturados como los Omega 3, 6 y 9 que son beneficiosos para la salud. Están contenidos en semillas, aceite de oliva y nueces». La especialista en nutrición sugirió que lo que hay que lograr es que la gente adquiera la costumbre de informarse a través del rotulado de los alimentos para que pueda elegir la opción más saludable.
Fuente [Losandes.com.ar]