Alquimia y cirugía plástica para trascender la dualidad

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El amor en su paroxismo suele suscitar un efecto de unidad y hasta de fusión –el cual suele fugarse, ante la impermanencia de nuestra realidad, dejando una ardiente estela de deseo. La sensación de fusión total, que surge en los momentos de mayor intimidad, en el éxtasis sexual, puede ser entendida y asimilada como una vinculación espiritual, o puede desdoblarse enfermizamente como una obsesión y hasta como un proyecto de arte freak determinado a “rebelarse del [programa del] ADN”.

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Genesis P-Orridge, celebridad de la escena contracultural, amigo de William Burroughs y Tim Leary, miembro de legendarias bandas como Throbbing Gristle y Psyhcic TV, motor y maqueta viviente de diferentes colectivos artísticos y esoterroristas, hace unos años asumió como su máximo proyecto convertirse él mismo en su opus magnum/convirtiéndose en su esposa. Orridge junto con su querida Lady Jaye Breyer iniciaron en 2003 un bizarro (en todas las acepciones de la palabra) experimento artístico al que llamaron “Pandrogenia”, palabra que sugiere la unión de lo femenino y lo masculino con todas las cosas, o la unión total de los géneros. Así lo reseñó pijamasurf.com

La odisea de mimetización inició con una doble cirugía plástica en el Día de San Valentín, hace poco más de 10 años, en la que la pareja –que se hacía llamar BREYER P-ORRIDGE– obtuvo implantes de senos idénticos  (unidos bajo la navaja del amor). Aunque si somos estrictos debemos de remontarnos a 1993, la  ominosa fecha en la que se conocieron e inició su transformación: ese mismo día Lady Jaye vistió a Genesis con su ropa, colocándole una peluca para que se pareciera a ella (Genesis siempre había tenido una facilidad por el disfraz y quizás uno podría ver en estos primeros gestos encontrados una prefiguración).

Ya sea haciendo arte performance, videos subversivos o tocando música industrial, Orridge siempre ha utilizado un componente esotérico para darle una dimensión oculta y simbólica a su trabajo. Pandrogenia, se alimenta claramente de principios alquímicos, aunque lo hace bajo un entendimiento sumamente peculiar. Recordemos que una de las imágenes principales que atraviesa la historia del ocultismo y la alquimia es aquella de unión de los opuestos –conjunctio oppositorum– y que el hemafrodita es en la historia de la alquimia un símbolo de la refinación espiritual. Entrevistado por  Douglas Rushkoff, Orridge señala:

La Pandrogenia no se trata sobre el género, se trata sobre la unión. La unión de los opuestos. Una forma de explicar esto es muy sencilla: con las personas transgénero el hombre puede sentir que está atrapado –la persona siente que es un hombre atrapado en un cuerpo de una mujer, o una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre– mientras que en la Pandrogenia simplemente estás atrapado en el cuerpo. Así que la Pandrogenia se trata de la unión de los opuestos, a través de esa reunión, la trascendencia de lo binario y esta ilusión, de un sistema social polarizado.

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Los momentos de pandrogenia llegan a ocurrir pero son esencialmente fugitivos “un orgasmo colectivo es un momento de pandrogenia, y cuando las personas tienen un bebé, eso es pandrogenia, sexualmente. Porque literalmente son dos personas convirtiéndose en una”. Estos momentos o estos proyectos de vida no fueron suficientes para Orridge y su esposa, quien como razón de vida había manifestado simplemente querer ser parte de “una gran historia de amor”. Breyer, quien trabajó como enfermera y dominatrix sexual, murió en el 2007 antes de que el proceso místico-cosmético-mimético pudiera culminarse. Sin embargo, la obra vive en parte como una película The Ballad of Genesis and Lady Jaye y en parte a través del mismo Genesis –quien lleva en su rostro modificado por numerosas cirugías la transimagen de Lady Jaye.

Pocas personas tan  expertas en shockear a la sociedad como Genesis P. Orridge –sin quien no se puede concebir a figuras pop como Marylin Manson y quien fuera expulsado de su país, Gran Bretaña, por la obscenidad de su trabajo. Su personalidad excesiva y desbordada, dispuesta a cruzar toda frontera moral quizás le hizo llegar demasiado lejos –aunque esto es una cuestión de estilos y perspectivas. El induduable deseo de fusión que genera el amor –de conjunción, de sizigia entre los astros de la carne– también puede haber sido perseguido bajo el cauce de la diferencia.

La exaltación de lo masculino y femenino en su diversidad parecer ser la manera más natural de sublimar la obra y transmutar el burdo metal corpóreo en oro (algo que ha sido estudiado y explorado a fondo en disciplinas como el tantra y el taoísmo). La disyuntiva evoca aquella radical diferencia entre Baudrillard y Sartre: para el primero el infierno era lo mismo y para el último eran los otros (o lo otro).

¿Parecernos cada vez más a nuestra pareja hasta llegar a un punto más allá del género, en el que somos el mismo ser, indiferentes lienzos que buscan escapar de la tiranía biológica en un abrazo que confunde sus rostros?  O ¿Complementarnos en un toma y daca de la fuente energética del sexo, para crecer en nuestra propia individualidad y diferencia y florecer como expresión genérica de la unidad cósmica?

Genesis P. Orridge evidentemente se vio anonadado por la atracción del espejo, por la mimesis que quizás ofrecía un hipnótico madrigal. Siguiendo la técnica del cut-up de su quierido William Burroughs y Bryon Gysin, él y su esposa Lade Jaye quisieron cortar el ADN para recrearse como una hipóstasis, un tercer ser unitario que lograra librerarlos del programa genético del género (“romper con el sexo”).

Lo intentaron con cirugía, cosméticos, disfraces, terapia hormonal y comportamiento, buscando un meta-cuerpo angélico, del mundo de las ideas, que de alguna manera los llevará más allá de la muerte en la conflagración de su amor. Una empresa valiente, estrambótica y hasta errática con la que muchos no comulgaremos, pero que de cualquier forma es una expresión honesta de la búsqueda perenne por hallar la únidad perdida que en este  mundo simbolizamos en el otro.

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