Nadie duda que en Venezuela es indispensable incrementar el costo del litro de gasolina, el más barato del mundo desde cualquier punto de vista. Sin embargo, el clamor no es por el mantenimiento del subsidio que, según cálculos del Vicepresidente del Área Económica, Rafael Ramírez, le cuesta hasta 15 millardos de dólares al año al país.
Existe una preocupación patente por el uso que se dará a los recursos que se recauden producto del incremento en el precio del combustible, entre otras preocupaciones de importancia.
A través de una adecuada política comunicacional, el Ejecutivo necesita informar de qué manera ayudará a que no haya un incremento lineal en el costo del transporte, y en la estructura de costos de los productos de primera necesidad y de los bienes en general, que se verían afectadas en cuanto se incremente la tarifa para llenar los tanques de los transportes.
De igual modo, persiste la pregunta sobre los programas sociales o asistenciales que podría financiar la industria y el gobierno central con los fondos adicionales que recibirá en bolívares, si se mantiene el financiamiento directo a las misiones estatales desde el sector petrolero.
Es importante destacar si se realizará un solo ajuste de precio, o si se producirá de manera escalonada como en la última oportunidad en que el país vio incrementos paulatinos en los precios del combustible, durante el gobierno de Rafael Caldera, hace más de quince años.
Una vez incrementado el precio de la gasolina, no está demás conocer si el resultante es suficiente para cubrir los costos internos de producción, o si restará un porcentaje para alcanzar el margen de rentabilidad necesario que requieren los procesos locales de refinación.
Es importante despejar las dudas anteriores, entre otras, para hacer más viable la medida, que ya cuenta con cierta aceptación y prácticamente se da por un hecho cierto en el futuro cercano.
Fuente [Bancaynegocios.com]