“Los dos estábamos con trago”. Así lo aseguró anoche Pablo Schilling en el programa Secreto a Voces de Mega, al relatar el episodio de violencia que vivió la semana pasada con su polola Raquel Calderón.
Según su relato, Raquel había consumido varias copas en una “previa”, antes de llegar al Centro Cultural Amanda, donde se produjeron los hechos. Él, después de ir a dejar su auto, también tomó algunas copas y al momento de la discusión, ambos estaban con alcohol en la sangre y ambos reaccionaron violentamente. ¿La culpa? Según el protagonista, fue esta droga lícita, la que los hizo reaccionar tan violentamente y provocó que la situación de saliera de control, así como el empujón que le dio a su polola, tras el cual terminó llorando en el suelo.
Según los especialistas, la violencia afecta a la salud física y emocional de las y los integrantes de la familia. Refleja además, la frustración del golpeador y genera culpa en las víctimas.
Y sobre el alcohol, la relación de éste y la violencia, tiene efectos sobre la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso central, afecta directamente la conciencia, la que nos permite razonar sobre nuestra propia existencia y reflejar, de manera adecuada, la realidad.
Es por esto que el consumo de alcohol puede promover alteraciones en las percepciones e ideas de las personas que han ingerido esta sustancia, lo que influye de modo negativo en sus relaciones con los demás y en la comprensión cabal de las circunstancias vividas. También puede ocurrir desinhibición, pérdida de control emocional, ruptura de códigos ético – morales y de las buenas costumbres de convivencia, lo que facilita la aparición de la violencia.
La combinación con anabólicos
Varios programas de farándula, han especulado sobre lo ocurrido esa noche en las afueras del Centro Cultural Amanda y hablan de un posible consumo de anabólicos, por parte del modelo, quien los utilizaría para mantener su cuerpo musculoso.
De ser cierto este consumo, el riesgo de violencia es mucho mayor, cuando éstos de mezclan con alcohol, provocando reacciones, que incluso pueden ser peligrosas para la salud del consumidor.
Hay estudios que demuestran que el uso sistemático de anabólicos para ganar masa muscular se atribuye a los equipos soviéticos de levantamiento de pesas en los primeros años de la década de 1950. Aunque pueden aumentar el rendimiento atlético, los anabólicos inducen efectos adversos físicos y psiquiátricos. Se han informado episodios de violencia y agresión relacionados con su uso por parte de atletas y fisicoculturistas. Las altas dosis también han sido asociadas con síntomas de tipo maníaco (euforia, aumento de la energía, excitación sexual y cambios de humor), síntomas cognitivos (deterioro de la atención, memoria y orientación) y, menos frecuentemente, con psicosis.