«Si pudiera, le recetaría tres semanas en las Seychelles». El secretario de la Sociedad Española de Cardiología, Miguel Ángel García-Fernández, reconoce bromeando que suele utilizar esta frase en su consulta, que resume la creencia asumida de que el estrés es un importante factor de riesgo cardiovascular y combatirlo es una forma de mantener a raya el infarto de miocardio y otras patologías similares.
Sin embargo, el mismo experto reconoce que la evidencia científica detrás de esta afirmación es mucho más débil que la que acompaña a cualquier otro de los factores de riesgo conocidos de la enfermedad cardiovascular, como la hipertensión o el tabaquismo, por citar solo algunos ejemplos. «No es una causa directa, sino por asociación», resume el especialista.
Los trabajos epidemiológicos clásicos que han asociado el estrés y el riesgo de enfermedad cardiovascular lo han establecido sin lugar a dudas, pero la palabra «causal» no aparece por ninguna parte. Uno de los más citados se publicó en 2012 en American Journal of Cardiology y sus autores, de la Columbia University, concluían tras analizar todo lo publicado sobre el asunto que el «estrés elevado autopercibido» se asociaba a un 27% más de riesgo de patología cardiaca, un aumento que ellos definen como «moderado».
Otro estudio clásico al respecto lo publicó The Lancet en 2004. El trabajo, denominado INTERHEART y dirigido por una investigadora de la McMaster University de Canadá, analizaba la presencia de estrés psicosocial (a través de un cuestionario de solo cuatro preguntas) en personas que habían sufrido un infarto y lo comparaban con un grupo control. De nuevo, el estrés se asociaba a la dolencia cardiovascular.
La primera gran «trampa» de este tipo de asociaciones es precisamente que se habla de estrés autopercibido. La segunda, como resalta García-Fernández, que el estrés casi nunca viaja solo. «Son personas que, además, suelen fumar más, comer peor y practicar poco ejercicio», destaca.
También en 2012, un estudio publicado en la revista JAMA asociaba el estrés laboral a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular en personas que habían sufrido un primer infarto. Todo esto justifica, según el secretario de la SEC, que en las consultas de cardiología se recete tranquilidad y alejarse del estrés. También justifica que sea un asunto en el que se tenga que seguir investigando.
Hasta la ciencia básica ha hablado de esta asociación. Una carta publicada recientemente en Nature Medicine demostraba que el estrés en ratones aceleraba la hematopoyesis (la formación de plaquetas y leucocitos) y promovía cambios en las placas de ateroma asociados con lesiones que causan infarto de miocardio y cerebral en humanos.
Lo atribuye a las hormonas o, en concreto, a un nivel elevado de algunas de ellas, en concreto, la noradrenalina. De este desnivel hormonal asociado al estrés habla también García-Fernández, en concreto de otra hormona asociada al estrés y al riesgo cardiovascular, la catecolamina. «Puede hacer que aumenten las plaquetas y se formen trombos», subraya el experto.
Pero entonces ¿se puede decir que si se evita el estrés se reducen las posibilidades de infarto? Para el secretario de la SEC, hay otros factores de riesgo que interesan mucho más controlar, sobre todo el sedentarismo. «El problema es que una persona estresada normalmente comerá mal, fumará mucho, beberá y no tendrá tiempo para hacer deporte», concluye. A pesar de ello, insiste, el consejo de evitar el estrés se escucha en las consultas. Malo no será.
Fuente [Elmundo.es]