Esta abuelita de 82 años va, junto a sus nietos, haciendo lo que muchos de nosotros hicimos durante nuestra niñez y parte de la adolescencia, de casa en casa tocando el timbre y luego salir corriendo.
¿A quién no le ha pasado que tocan la puerta de su casa y cuando sale, resulta que no hay nadie? A pesar de que es posible oír a lo lejos las risas de algunos niños que dejan en evidencia su culpabilidad.
Digamos que es una maldad inocente, un juego que cualquiera hizo en su niñez, pero de ahí a que lo haga una octogenaria, pone en evidencia que hay personas que en cualquier etapa de su vida son felices y mantienen su niño interno activo y vivaz.
Personalmente, sería maravilloso llegar a la edad de esa señora, manteniendo su felicidad y deseos de vivir.