A veces le faltan palabras a la lengua para describir los sentimientos del corazón. En otras ocasiones, le sobran abecedarios. Saber escuchar y mirar dos veces antes de hablar es básico para poder entenderse. En el equilibrio está la virtud. Evidentemente, el lenguaje va más allá de las palabras. Las lenguas son lo que son, la expresión de una idea, la configuración de modos y maneras de vida, el pensamiento mismo.
Sin duda, la comunicación ha de ser uno de los derechos más valorados por cualquier civilización que se precie de humana. Aprisionar una lengua es como encarcelar la imaginación, muchas veces más importante que el propio conocimiento. Por ello, considero imprescindible que la Organización de las Naciones Unidas, coincidiendo con el Día de la Hispanidad o día de la Raza (12 de octubre), celebre también el Día de la Lengua Española o Días de las Lenguas, a fin de fomentar este multilingüismo que todos llevamos consigo en estos tiempos de globalización. Precisamente, uno de los objetivos es el mantenimiento de la igualdad de los seis idiomas oficiales: árabe, chino, español, francés, inglés y ruso.
Desde luego, la patria de un ser humano es su lengua, estrechamente vinculada al respeto de la diversidad cultural y al fomento del diálogo intercultural. Indudablemente, cada lengua es una oportunidad para reencontrarse y, así, poder desarrollar ideas en común. Vivimos momentos en los que la cadena de adhesión es tan precisa como urgente, la solidaridad lingüística también es necesaria. El castellano y/o español es una familia grande que puede hacer grande un mundo. Una grandeza que, al fin y al cabo, es la locución del espíritu de muchos pueblos unidos en esa lengua madre, cercana siempre al corazón de las gentes. Ciertamente, nuestro patrimonio lingüístico es tan vital como la biodiversidad del universo y de la naturaleza, puesto que entraña lo que son nuestras raíces y nuestra propia vida.
Tenemos que reconocer la vitalidad de las lenguas como algo saludable para la convivencia de espacios. Por eso, hemos de ensalzar el plurilingüismo y hacer hincapié en un lenguaje que despierte el apetito de muchas pláticas, para que sea el gran instrumento y lazo de comunión de la sociedad. Coincidirán conmigo que el universalismo es el signo de los tiempos actuales, formado y conformado por el vínculo de la lengua que da armonía a un mundo interior, a una lengua hispánica crecida de recursos, expresiva a más no poder, que hemos de proteger para así favorecer la convivencia y la inclusión social.
En conclusión, que las lenguas (lo más democrático que existe en palabras del académico Víctor García de la Concha) son esenciales para la identidad de la ciudadanía y para su coexistencia pacífica. Tratándose del español y/o castellano (dos sustantivos para una lengua), el tesoro lexicográfico es tan rico y abundante en la diversidad, que bien vale la pena loarlo como fruto de entendimiento y unidad.
Por Víctor Corcoba Herrero