Hace 45 años, los hippies afirmaban los poderes alucinógenos de la cáscara de plátano; hoy en día, aquellos que buscan este tipo de experiencias siguen probándola, ¿pero son reales sus efectos?
¿Alguna vez has escuchado que puedes tener un viaje psicodélico con la cáscara de un plátano?
Esta práctica tiene sus orígenes en Estados Unidos y Canadá. A finales de la década de los 60’s, las leyendas urbanas aseguraban que los comestibles, como frutas y verduras, tenían propiedades alucinantes que se traducían en experiencias cósmicas-psicodélicas. Pronto, estas leyendas se extendieron por toda la Unión Americana. De acuerdo a los testimonios de hippies y jóvenes que gustaban de experimentar nuevas experiencias sensoriales, separar, cocer y secar la cáscara de plátano permitía crear un químico llamado “bananadine”, mismo que prometía viajes alucinantes equiparables a los del LSD.
En 1967, el Berkeley Barb, un diario contracultural, publicó una receta para convertir un lote de plátanos en un potente alucinógeno. De esta forma se expandió aún más el llamado “evangelio de la banana”.
La necesidad de una droga barata y los rumores del poder de esta cáscara hicieron del bananadine un famoso químico que todos los hippies de la época querían probar.
Varias recetas para su preparación comenzaron a surgir por todo Estados Unidos y Canadá, entre ellas destaca The Anarchist Cookbook, un recetario que mostraba, además de la producción del bananadine, procedimientos para purififcar y usar LSD, psilocibina y peyote. La inclusión de una extraña receta para preparar cáscaras de plátano agregó más credibilidad a esta práctica.
Quizá resulte cómica e increíble una receta para crear un alucinógeno hecho de plátanos. Sin embargo, aquellos que aseguraban su efectividad, decían que para producir bananadine eran necesarias de 15 a 20 libras de plátano, específicamente esa capa blanca que recubre la parte interna de la cáscara.
Posteriormente se agregaron más compuestos a la receta original, como alcohol y diclorometano, con el fin de obtener cristales de bananadine. Sin embargo, la pura mezcla de estos dos compuestos eran suficientes para crear el efecto alucinógeno.
Como era de esperar, el gobierno comenzó a poner la mira en esta práctica. Investigadores de la Universidad de Nueva York comenzaron a analizar las cáscaras para determinar si eran ciertas o no las propiedades que se les atribuían. Los resultados arrojaron que toda esta parafernalia era totalmente falsa y que, además, todos los efectos estimulantes al fumar cualquier cáscara de fruta eran causados por un efecto placebo.
En la actualidad, aún perdura esta práctica, solo que con elementos propios de nuestro tiempo, como el horno de microondas,que es utilizado para acelerar el proceso de secado; otra receta ofrece agregar cacahuates crujientes para consumir oralmente el extracto del plátano.
A todo esto, la cáscara de plátano sí tiene propiedades comprobadas por la ciencia: reducir el tamaño de la glándula prostática de ratones, según un estudio realizado en el 2009.