Mucho se ha hablado, se ha escrito y se ha balbuceado sobre la ética del periodista y de comunicador social, pero pareciera que en este época moderna donde el poder de la comunicación llega a niveles de ensueño el debate sobre la moral del profesional de la información es más vulnerable a los señalamientos populares que otras áreas de la Deontología. Hace apenas unos días presencié como una personas arremetía verbalmente contra un reportero de un medio local por el simple hecho de ser, según él, genuflexo durante una entrevista, pero resulta que su malestar radicaba en que el periodista no acosaba con más vigor a un opinador que sin duda alguna tenía una posición contraria a la del crítico-reclamante.
Pero porqué el periodista debe ser virulento. En muchas ocasiones quienes hemos tenido el placer de “patear calle” y aprender de la profesión de informar mediante el reporterismo agudo, sudoroso y ulceroso hemos padecido los ataques de fuentes que se sienten “ofendidas” o “vulneradas” por una posición neutral del periodista, pareciera que el ciudadano común desconoce que nuestro deber, cuando informamos, es el de dar a conocer las dos caras de una moneda y que sea el lector, televidente o radioescucha, quien dé su opinión al cotejar las diferentes visiones de un mismo hecho.
El reportero no es un cumplidor de caprichos, sin lugar a dudas el periodista se debe a la información que debe conocer la opinión pública y no a los intereses de una determinada fuente, por estas razones a aquel crítico-reclamante se hice la observación de que “no podemos aplaudir la labor del profesional de la información cuando ésta no es grata, pero atacarla sin fundamento cuando nos es adversa, porque sin duda no somos defensores de la liberad de opinión y expresión y por el contrario lo que palpita en nuestro pecho sería el corazón de un tirano” a lo cual encontré simples tartajeos incoherentes y sin ninguna lógica como respuesta.
Pero, aquí es imperiosa la oportunidad de traer a colación varios tópicos de relevancia, por ejemplo ¿por qué no se le crítica y ataca, con la misma pasión que se lleva a la picota al periodista, a los abogados que defienden con sortilegios y vericuetos jurídicos al más inmoral de los violadores?, ¿por qué no se señala con aquel dedo acusador, ese con el que culpan la actuación del reportero, al contador que hace magia para que su cliente evada impuesto?, ¿por qué no se arremete contra el médico que violando el juramento hipocrático se niega a atender a un herido de bala porque se trata de un delincuente?, me sigo preguntando la razón por la cual no se objeta la actuación de un ingeniero que avala y ejecuta una edificación sin las condiciones necesarias sólo por el hecho de conseguir el contrato y ganarse la comisión, todas estas situaciones hipotéticas, pero corrientes en la vida social de nuestros pueblos, son demostraciones verdaderas y reales de violaciones del “deber ser”, pero en estos hechos no escuchamos voces que con airada indignación critiquen esas violaciones de la ética.
Diría nuestro Señor Jesús, “quien esté libre de pecado que lance la primera piedra”.
Por: José Dionisio Solórzano / @jdsolorzano