Probablemente no queramos saber qué sería de nuestras más deliciosas recetas sin el sabroso ajo. Además de complementar el sazón de nuestros platillos, el ajo es un elemento que parece ser casi indispensable para la salud de nuestro cuerpo, y también de nuestra mente.
El ajo es un poderoso desinfectante natural, y es además un purificador y un efectivo germicida. Es capaz de depurar la sangre y limpiar los intestinos, además de ser una importante ayuda para la estabilización de la presión arterial y, por sobre todo: es completamente inofensivo, sin efectos secundarios en el organismo.
El ajo como remedio natural
El ajo, por sus excelentes propiedades, puede ser usado como ayuda y tratamiento en numerosas condiciones y enfermedades. Es útil en cuadros cardíacos y tensionales, pues ayuda a controlar la presión alta. También es un gran aliado para combatir el reumatismo crónico.
El ajo es una gran ayuda en condiciones gastrointestinales diversas. Por ejemplo, resulta en una práctica solución contra la conocida "lombriz solitaria", y es ideal para prevenir el tifus. Ayuda a calmar diversos males de estómago, calma los síntomas de la diarrea y es altamente eficaz contra los cólicos intestinales. Para ello, debe consumirse picado y macerado en leche.
También ayuda a controlar y prevenir los gases intestinales, consumiendo ajo crudo picado o rebanado, y espolvoreado con sal fina. Por otro lado, el ajo es útil para ayudar a estimular el apetito y colabora en una mejor digestión, ayudando a evitar también la acidez estomacal.
En cuanto a las enfermedades hepáticas, el ajo ayuda a prevenir y eliminar casos de arenillas, cálculos y congestiones del hígado, consumiendo un preparado conocido como "vino de ajo". También es un aliado en el tratamiento contra la diabetes, minimizando el azúcar en el cuerpo (que veremos reflejado en menor azúcar en la orina).
En el sistema respiratorio, el ajo ayuda a controlar, prevenir y tratar diversos cuadros, como la tuberculosis, la neumonía y la bronco neumonía, las bronquitis, catarros, congestiones, pleuritis, resfríos, tos (ferina, sanguinolenta), y el asma.
Se presume que el ajo es útil en la prevención del cáncer, y se ha comprobado que es un poderoso antiséptico que ayuda a prevenir y tratar infecciones como la fiebre tifoidea, tifus, gripe, difteria, úlceras y otras condiciones, como el paludismo y el endurecimiento de las arterias o arterioesclerosis, y hasta se lo usa en el tratamiento contra la epilepsia.
Finalmente, el ajo es usado también para tratar verrugas, sarna y tiña, consumiendo una infusión de ajo muy caliente. Es útil en casos de picaduras o mordeduras de animales e insectos venenosos, mediante el consumo de la infusión y luego propiciando una sudoración importante. También se lo puede usar en forma de cataplasma en casos de roces con hiedras venenosas, y es útil también en el tratamiento contra várices, arañitas de la piel, ictericia, estreñimiento, dolor de oídos y muelas, y hasta contra la acción de la nicotina en la piel, mediante cataplasmas.
Cómo consumir el ajo
El ajo puede consumirse crudo o cocido, macerándolo en leche y en agua para hacer infusiones (nunca hirviéndolo, pues pierde muchas de sus propiedades). Un tratamiento muy eficaz, que permite aprovechar todas las propiedades del ajo es la cura tibetana, y también su consumo diario en ayunas (un diente pelado bastará), sea acompañándolo con pan o con leche, para aumentar sus beneficios. También puedes consumir el ajo apenas dorado en el horno, acompañado si prefieres de yema de huevo y aceite de oliva.
Finalmente, puedes aprovecharlo en cataplasmas con tela de gasa o aplicándolo sobre la piel humectada en aceite: recuerda que si lo aplicas directo sobre la piel propicia su sequedad, así que debes usarlo con cuidado.