En el PSOE quieren que Sánchez imponga su agenda para evitar que el dirigente morado se cuelgue la medalla de la renta mínima vital. Ministros socialistas denuncian “filtraciones interesadas” de la cúpula de Podemos.
La coalición PSOE-Podemos vive una situación de constante temblor sísmico. Son sacudidas de pequeña intensidad, vinculadas a la proyección mediática de los dos partidos, que Pedro Sánchez intenta resolver con la neutralidad de quien, al fin y al cabo, sabe que tiene más enemigos en su propio partido que en la fuerza aliada. El último episodio de ese conflicto ha sido el anuncio del ingreso mínimo vital: Pablo Iglesias lo lanzó dos veces y Sánchez tuvo que apaciguar las aguas. Los ministros socialistas le presionan para que las medidas estrella del Ejecutivo no se asocien a la labor de Podemos.
En el PSOE no están dispuestos a asumir todas las medidas más impopulares y dejar a los morados el premio de las más rentables. Fuentes socialistas afirman que “varios ministros” se han quejado a Sánchez. Esas fuentes gubernamentales apuntan al jefe de gabinete de Iglesias, Juanma del Olmo, como uno de los inspiradores de la táctica morada y el más activo en “filtrar” de manera «interesada» a la prensa enfoques que “son contrarios a la realidad”.
“Hay tensión y mucha crítica interna” reconocen desde las filas socialistas. “Cada vez que habla Pedro [Sánchez], filtran que los únicos que hacen algo son los de Podemos”, acusan desde las filas socialistas. En el partido morado algunos admiten: “El PSOE no es tonto, no quieren que Podemos se atribuya lo bueno y dejar las malas noticias para ellos”.
De momento nadie habla de dimisiones, al menos oficialmente, pero crea desconcierto la posición de Iván Redondo y la sensación de que Sánchez no siempre frena las maniobras de Podemos. Entre Redondo e Iglesias la relación es estrecha.
Garzón y la renta mínima
El malestar en las filas socialistas creció tras las últimas declaraciones de Alberto Garzón. El ministro de Consumo dijo en una entrevista en RNE el pasado 7 de abril que el Ejecutivo debía admitir sus “errores” en la gestión del coronavirus. Esas palabras sentaron muy mal en el frente socialista, porque llegaron el día después de que Fernando Grande-Marlaska, ministro de Interior, había afirmado en El Correo que «este Gobierno no tiene ningún motivo para arrepentirse de nada».
El sector de los más incómodos se mueve alrededor de Carmen Calvo, considerada una de las más reticentes a dar visibilidad a Podemos y que está en segundo plano en estos días. Pero va más allá. Calvo maneja muchos hilos en el Ejecutivo y con ella otros ministros socialistas se van cansando de la actitud de los morados.
El último en incomodarse ha sido José Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social. Si bien la versión oficial mantiene que entre él e Iglesias la relación es buena, es razonable concluir que los movimientos del líder de Podemos no hayan gustado a un técnico acostumbrado más a la gestión que a la propaganda.
Escrivá y sus técnicos están trabajando en la renta mínima universal de entre 400 y 500 euros, que quieren garantizar a las personas que sufren mayores índices de pobreza. Pero admiten que faltan flecos por cerrar: sobre todo el encaje autonómico de la medida.
Dejar al PSOE las medidas impopulares
El líder de Podemos sabe que Íñigo Errejón ha propuesto en el Congreso una renta mínima inmediata y quiere evitar su crítica por la izquierda. Anunció a su gabinete que había que empujar por tierra, mar y aire, aliñando su táctica con un discurso social muy concreto sobre las necesidades primarias de las personas. Comida y techo, los dos ejes con los que los dirigentes Podemos siempre han pensado seducir al electorado.
La estrategia de Iglesias es simple: dejar al PSOE la carga de las medidas más duras, para capitalizar las ayudas y otros subsidios. En las primeras semanas lo logró. La situación estaba “desbordada” y los socialistas preferían “no perder tiempo”. Pero ahora ha vuelto cierto orden y ya no están dispuestos a ceder.