En tiempos recientes, emigrar se ha convertido en un fenómeno cada vez más común. Bien sea que las personas se vean empujadas a hacerlo debido a la crisis económico-política que viven sus países de origen, o porque se sienten motivados a explorar nuevas culturas y costumbres. Lo cierto es que es un proceso emocionalmente complejo pues conlleva desprenderse de muchas cosas, aunado a la incertidumbre de no saber “con qué nos vamos a encontrar en el país destino”, pues por muchas veces que se haya visitado dicho país en calidad de turista y se sienta uno familiarizado con el mismo, son dos perspectivas diametralmente opuestas. Así lo reseña Inspirulina.com:
En lo particular, durante estos últimos cinco años, he experimentado dos procesos migratorios desde que salí de mi país, Venezuela, en el año 2011, ambos bajo diferentes condiciones. Sin embargo, en cada uno de ellos, tanto mi esposo como yo hemos puesto a prueba nuestra capacidad de adaptación al tener que aceptar y aprender costumbres, comidas, modismos, etc., que al principio te resultan totalmente extraños, pero que con el pasar del tiempo los vas entendiendo y aceptando, aplicando lo que reza el conocido refrán: “Al país que fueres, haz lo que vieres”.
La disposición para aceptar las adversidades y nuestra creatividad para solventarlas también ha sido un factor determinante en ambos procesos. Tal como lo describe el Dr. Czechowicz, psiquiatra y emigrante, en su libro Inteligencia Migratoria, emigrar requiere tener todo un conjunto de habilidades y destrezas emocionales, psicológicas y sociales que nos faciliten la adaptación y la inserción exitosa a una nueva realidad social y cultural en un país diferente. Que no se trata de agarrar nuestras maletitas y decir “me voy porque estoy harto de este país”, sino de evaluar si estamos preparados, sobre todo emocionalmente, para enfrentar un reto de tal magnitud.
No les voy a mentir diciéndoles que todo ha sido perfecto. Sin embargo, lo importante aquí no es negarnos a sentir la emoción, o fingir que todo marcha sobre ruedas aunque estemos sintiendo que el mundo se nos viene abajo. Sino detenernos a pensar qué está tratando de decirnos sobre nosotros eso que estamos sintiendo. Se trata de no permitir que nuestros pensamientos sean secuestrados por las preocupaciones, impidiéndonos pensar y actuar en consecuencia, sino al contrario, extraer de la circunstancia el máximo aprendizaje para invertirlo en la construcción de un futuro.
He aquí algunos tips que quiero compartirles. Actitudes que como emigrantes deberíamos considerar para sobrellevar el impacto emocional y evitar que la depresión y la ansiedad se apoderen de nosotros.
1.- Ser flexible. Estar dispuestos a deshacernos de viejos paradigmas, o de algunas creencias, que seguramente en esta nueva etapa de nuestras vidas ya no serán de utilidad. Como aquella de pensar que ya sabemos todo y que por ende ya no hay mucho más que aprender, o la de sentirnos internamente superiores. Creer que las cosas no cambian, resistirnos a incorporar nuevos hábitos o costumbres, o sacar conclusiones precipitadas sobre aquellos quienes nos rodean sin darnos el permiso tan siquiera de conocerlos. No aferrarnos a nuestras creencias disminuye la posibilidad de un conflicto emocional interno y nos ayuda a armonizarnos con el entorno.
2.- Vivir añorando lo que se dejó. No se trata de distanciarse de su gente o de olvidar sus costumbres. Se trata de estar cien por ciento presente en su nueva vida, en este reto que decidió emprender, y cuyo resultado dependerá de su capacidad para ejecutarlo y comprometerse con el mismo. Compromiso que en ocasiones se ve mermado por la nostalgia que nos genera lo que se dejó en el país de origen. Esta ambivalencia de estar físicamente en un país, pero mentalmente en otro es un caldo de cultivo para que se desate una depresión. Por eso el emigrar debe ser una decisión tomada de manera consciente, teniendo en cuenta los pros y los contras para que el impacto emocional sea menor.
3.- Prepararse para enfrentar los cambios. En el país de destino usted probablemente ya no tendrá el reconocimiento profesional al que solía estar acostumbrado, por lo tanto, quizás necesite aprender un nuevo oficio, o darle un giro a su carrera. Sin embargo, no se martirice pensando en lo que perdió, al contrario, aproveche esta oportunidad que la vida le está brindando, ya sea que haya sido una decisión tomada por voluntad propia o porque las circunstancias así lo obligaron, de acudir a su banco de habilidades y destrezas, algunas quizás olvidadas, por haber pasado mucho tiempo en su zona de confort.
4.- Tenga un propósito. Si tiene que hacer algo que no le guste o le apasione, véalo como una vía para lograr su propósito, pero no lo pierda de vista. Recuerde que nada es permanente y usted tiene la habilidad de elegir qué actitud tomar. Véalo como un periodo de transición que solo usted decidirá cuánto durará dependiendo del tiempo que dedique a convertir su sueño en realidad.
5.- Manténgase activo. Mientras se está en la búsqueda de trabajo es probable que se tenga un exceso de tiempo de libre al cual no se está acostumbrado. Conviene aprender a llenar este espacio de forma constructiva y creativa. Aislarse o volverse sedentario puede atentar contra su salud, no solo física, sino también mental. Una persona que está sedentaria, que no busca hacer algo útil con su tiempo libre, pronto comenzará a llenarse de dudas y cuestionamientos hacia las personas, el sistema, e incluso hacia ella misma. Mantenga su mente activa generando ideas, quizás sobre un nuevo proyecto o adquiriendo nuevos conocimientos. Esto es clave para prevenir cuadros de ansiedad, irritabilidad y depresión.
6.- Ninguna decisión está escrita sobre piedra, algo que aprendí recientemente. Es decir, que aunque usted lleve un plan, ese plan puede cambiar si usted en el camino se da cuenta de que no funciona. No asuma este cambio de rumbo como un fracaso, “simplemente faltaba la información que solo le podía brindar la experiencia”, como dice Czechowicz.
7.- Conviértase en un inmigrante activo. Así denomina el Dr. Czechowicz a alguien que“intenta participar activamente buscando información para transformarla en acción, o tratando de integrarse a su nueva comunidad a pesar de los obstáculos que surjan”. No se refugie en la queja, enfóquese más bien en las muchas cosas positivas que tiene a su alrededor. Procure entender la cultura del nuevo país, sus normas sociales, sus leyes y las obligaciones que le corresponden.
8.- Acepte que la incertidumbre es parte de la vida. Por lo tanto, es imposible anticiparse a todos los escenarios. Trate de mantenerse aferrado al momento presente, por más que su mente lo quiera llevar al futuro para verlo con preocupación y ansiedad. Tenga presente que muchas de las cosas que hoy le inquietan y sus posibles respuestas, pueden cambiar en el futuro pues nada está escrito. El futuro lo construye usted día a día a través de sus acciones y elecciones de vida. Ocúpese por dar un paso a la vez en el aquí y el ahora.
No cabe duda de que emigrar significa un gran reto, pero también una aventura excitante donde hay mucho por aprender, conocer y experimentar. También involucra costos, no solo económicos, sino también emocionales y en algunos casos psicológicos, que aunque mucho de ellos no se pueden predecir, el saber que pueden existir nos hace estar mejor preparados para cuando se presenten.
En todo caso, no debemos asumir el proceso como un sacrificio, pues esto le da una connotación de pérdida en lugar de verlo como una decisión, como lo señala Czechowicz. Decisión que debería estar soportada en un análisis sincero de sus fortalezas, destrezas, capacidad de adaptación y flexibilidad ante la adversidad.
Por último, recuerde que siempre es válido cambiar de decisión, incluyendo regresar a su país de origen. Sintiéndose orgulloso de todo el aprendizaje adquirido, con la seguridad de que se ha transformado en un ser más completo, más humilde, y con una percepción del mundo más amplia que le permitirá emprender una nueva vida.