Para Rosalyn Rincon era una situación normal, en un día de trabajo común y corriente. Pero quizás no era el mejor lugar para estar cuando un barco empieza a hundirse: dentro de una caja, como parte de un acto de magia.
La bailarina inglesa de 30 años formaba parte del equipo de entretenimiento del crucero Concordia, que el viernes en la noche se accidentó cerca de la isla italiana de Giglio. Al menos seis personas murieron y otras 16 se encuentran desaparecidas.
En el buque viajaban 3.200 pasajeros y 1.000 integrantes de la tripulación.
Cuando logró salir de la caja, la joven llamó a su madre, Claire, a decirle que el barco se estaba hundiendo.
Claire Rincon al principio no le creyó. Pensó que se trataba de un problema menor y que su hija estaba siendo demasiado dramática. "Sonaba algo histérica", recuerda Claire.
Comunicación cortada
Pero cuando su hijo le dijo que debía irse porque el barco se estaba ladeando y cortó la comunicación Claire se quedó blanca como una "hoja de papel". Y así permaneció toda la noche, sin ninguna noticia hasta la mañana siguiente.
Durante la noche los medios de comunicación llevaron las noticias, pero no la tranquilidad. No sabía nada de Rosalyn.
En la mañana sonó el teléfono. No era su hija. Era el novio de ésta, que también viajaba y trabajaba en el barco como oficial ingeniero.
Rosalyn había logrado salir del barco. Afortunadamente para Claire, su hija no figura entre los 6 fallecidos. Ni tampoco entre los 16 desaparecidos.
Por la noche la tranquilidad fue total para los Rincon. Rosalyn pudo llamar a su madre. "Debe haber estado en el agua en algún momento, dado que me dijo que estaba toda mojada", explicó la madre.
No sólo tranquila, sino orgullosa también, explicó que su hija y otros miembros de la tripulación se aseguraron que de que los pasajeros hubiesen salido del barco antes de abandonarlo ellos mismos.
Esta vez, escapar de las dificultades representaba mucho más que un show de ilusionismo. En esta huida iba la vida misma. Y el truco salió bien.