El telediario de la noche en la primera cadena de televisión —entonces solo había dos, esta y el UHF— dio la noticia que dejó helada a España. Primero se dijo que un toro había herido de suma gravedad al torero Francisco Rivera «Paquirri» en la plaza de Pozoblanco. A partir de ese momento, hace treinta años, todo se paralizó y nadie se movía de delante de la pantalla o de la radio. Poco después se confirmaba la muerte del diestro gaditano cuando se encontraba a las puertas de Córdoba y era trasladado al Hospital Militar.
A partir de ese momento, nacía el mito de Francisco Rivera «Paquirri». Las imágenes tomadas por Antonio Salmoral daban la vuelta al mundo. Sobre todo, aquellas en la enfermería en las que se escuchaba a la perfección al torero —gesto serio pero sereno—dirigirse al galeno Eliseo Morán :«Doctor, yo quiero hablar con usted. La cornada es fuerte. Tiene al menos dos trayectorias, una para acá y otra para allá. Abra usted todo lo que tenga que abrir, lo demás está en sus manos. Y tranquilo, doctor».
Paquirri había acudido a Pozoblanco junto a José Cubero «El Yiyo»y a Vicente Ruiz «El Soro». Era su última tarde de aquella temporada. Luego marcharía a Venezuela a torear un festival. Lo tenía todo preparado. Tras el festejo, lo celebraría con su cuadrilla y con su esposa, Isabel Pantoja, en Córdoba. Desgraciadamente, a la ciudad califal fue llevado, aunque entraría cadáver…
Borbotones de sangre
Mucho se ha escrito sobre la mortal cornada que «Avispado» infirió a Paquirri, sobre si se podía haber salvado, si la enfermería de la plaza reunía las condiciones adecuadas para una cornada de esta gravedad…. A Paquirri se le fue escapando la vida a borbotones de sangre entre los 67 kilómetros que separaban Pozoblanco de Córdoba.
El único superviviente del cartel, El Soro, contó a ABC que «no es la primera vez que la muerte de un torero, que deja generosamente la vida en la plaza, sirve para modificar reglamentos o, como en este caso, para que mejorasen las enfermerías. Creo que esto sirvió para que todos fuéramos conscientes de que el torero cuando sale al ruedo puede morir y que por ello es necesario tener los medios para salvarle la vida. Tras el suceso de Pozoblanco se actuó en consecuencia y se mejoraron las enfermerías de toda España».
«Todo el toreo murió un poco, pero a la vez se engrandeció», dijo El Soro
Vicente Ruiz percibió la brutalidad de la cogida: «Teníamos muy claro que la cornada había sido dura. La gravedad de la cornada se palpaba en el ambiente. Estaba claro que se trataba de una cogida muy grave, muy seria. Aunque creo que el principal problema de aquella época es que no había los medios para tratar aquella cornada; hoy en día posiblemente sí, pero hace veinticinco años no. Me consta que había grandes médicos, pero creo no había medios para abordar aquel percance», explicó en una pasada entrevista con este periódico.
Como siempre, habló entonces con suma admiración de Francisco Rivera: «Murió una gran persona y un gran profesional de la Tauromaquia, un auténtico figurón del toreo. Cuando el maestro falleció, todo el toreo murió un poco, pero al mismo tiempo se engrandeció».
Siempre en la memoria
El Soro viviría luego también la muerte en Colmenar de Yiyo, que sustituía a Curro Romero, en un puesto que a punto estuvo de coger él: «Ese cambio me dio mucho coraje. Me encontré con Yiyo la noche anterior a su muerte y le dije que estaba enfadado porque la corrida que le habían dado a él era para mí. Él, sonriente, me respondió que no fuese así, que dejara algo para los demás y no fuese tan canalla. Al final acabamos charlando en mi habitación y, de nuevo, surgió el tema de Paquirri…»
La tarde mortal y rosa de Francisco Rivera siempre estuvo presente. El Soro se enteró de la fatal noticia por don Diodoro Canorea,empresario entonces del coso de Pozoblanco. Las cuadrillas se quedaron blancas con la más amarga de las noticias. Igual que Luis Miguel Dominguín contaba la muerte de Manolete, a El Soro le tocó narrar la de Paquirri. «No es agradable recordar todo esto, pero soy consciente de que estos hechos han pasado a formar parte de la historia». Negro capítulo de un 26 de septiembre de 1984 que dio vida a una máxima a veces olvidada: los toros matan y los héroes de luces también mueren.
Fuente [Abc.es]