Las autofotos del siglo XXI o selfies se instalaron firmes en la cultura contemporánea y evidencian que mostrar la vida en fotos a los otros es importante. Posiciona. Y desde allí se tejen vínculos y relaciones.
Ahora surge con fuerza una variante de esta tendencia: las selfies después del sexo ó #after sex agregando al debate la discusión sobre los límites y la privacidad de las personas que, sin duda, redefinieron el concepto de intimidad. ¿Hasta dónde está bien mostrar? ¿Todo vale?
Muchos especialistas opinan que las fronteras aún no están bien definidas porque hay formatos en las redes que son relativamente nuevos. Vicky Hernández, directora de www.casamenteras.com, explica a Infobae: «El problema nace debido a que espacios en las redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram son relativamente nuevos, por lo que las normas no están claras. Los límites desdibujados invitan a los amantes de la controversia a escandalizar nada menos que a sus familiares y amigos. Después de todo, ¿a quién le interesa ver una foto de su amigo o primo en una situación tan privada? Además, convengamos que el look post sexo no es el mejor», ironiza Hernández.
Las selfies #after sex, además de perfilarse como una nueva tendencia, ponen a prueba los límites de la privacidad y quienes se «prenden» hacen público un momento profundamente privado. ¿Por qué?
Así, un momento genuino que debería ser desinhibido y auténtico adquiere un carácter artificial y forzado. ¿Cómo encarar esa obsesión por mostrar?
Para Pablo Barraza, psicólogo del Centro de Estudios del Estrés y la Ansiedad Hémera, «las selfies #aftersexno son más que una prolongación de las ya clásicas selfies. Son un intento de llevar más allá del punto actual la exposición de la vida privada. En una era donde las redes sociales y la difusión de la vida privada parecen dictaminar que para existir hay que ser visto».
¿Quién se hubiese imaginado que Facebook, una red creada para conectar a compañeros de la Universidad de Harvard, terminaría siendo un lugar común para un gran número de personas en todo el mundo en el que «comparten» imágenes y videos de sus vacaciones, de sus amigos, de sus hijos y de sus familias? A ello se sumó la aparición de Twitter y de Instagram, y las selfies se fueron constituyendo en un registro de imágenes casi «en vivo» de lo que nos sucede.
Santiago Gómez, psicólogo y director del Centro de Psicología Cognitiva, analiza para Infobae el fenómeno sobre la exhibición pública de la intimidad: «Últimamente podemos ver en aumento las selfies que retratan el rostro después del encuentro sexual. Es una forma de mostrar en las redes sociales la intimidad del sujeto, el momento de placer que vivió. La sexualidad es lo más privado que una pareja tiene, y en la actualidad, se ha cruzado la barrera para convertirse en algo público. De esta manera cae lo más íntimo de una persona, por la necesidad y placer social, de mirar y ser mirado por los otros».
¿Qué pasa con los jóvenes donde el fenómeno parece impactar de manera directa? ¿Cuál es el límite?
Gómez puntualiza: «Los jóvenes de hoy son hijos de internet, esto significa que no han tenido que realizar ningún esfuerzo para adaptarse a lo nuevo. Las redes sociales han generado una nueva forma de interacción social, en donde las personas difunden y muestran todo lo que hacen subiendo fotos y videos. Los hechos de la realidad actual nos muestran que los límites se van transgrediendo día a día, producto de la curiosidad que estimula el deseo por mirar».
Parte del desarrollo normal adolescente es experimentar con la imagen personal, la cual contribuye a la construcción de la identidad y de la autoestima. Estas tecnologías le permiten construir de manera activa su identidad.
Barraza agrega: «La posibilidad que brindan diferentes programas les permite editar las mismas y tener un mayor dominio sobre su propia imagen. Con lo vertiginoso del tiempo en que vivimos, ya no sólo comparten sus clásicas selfies sino que ahora aparecen las #aftersex llevando la privacidad hasta un nuevo límite, el cual se sitúa por el momento en la insinuación, en donde nada se muestra y todo se sugiere. Ya veremos cuál será el próximo, ya que, cuando pensamos en límites, quién mejor que los adolescentes para ponerlos a prueba constantemente».
El ser mirado por el otro proviene de la constitución misma de la identidad, desde nuestros primeros años hasta los últimos. Parecería que ahora ya el reconocimiento de «me gusta» no pasa sólo por la propia persona, sino también ahora por la pareja sexual de cada uno, donde el reconocimiento social de uno no pasa sólo por lo personal sino por lo relacional.
Los adolescentes buscan constantemente la aprobación de su grupo de pares. Este aumento de exposición parecería ser un intento más de búsqueda de reconocimiento y elogio ya no solo personal sino también por sus «supuestas» conquistas y proezas sexuales. De modo que las #aftersex funcionan como un espejo más donde reflejarse. En una sociedad donde mostrar contenidos sexuales cada día escandaliza menos.
Fuente [Infobae.com]