En tiempos recientes nuestra cultura ha propagado la idea de que el orgasmo es el santo grial del placer, literalmente, el clímax de la vida, por lo cual debemos hacer todo lo posible para obtener muchos (y mejores) orgasmos. Pero tal vez estamos exagerando un poco, y esos 4 a 10 segundos de contracciones musculares involuntarias seguidos de una descarga de endorfinas han sido sobrevaluados. Hay otras cosas en la vida y en el sexo.
La ex estrella porno Aurora Snow escribe un interesante artículo para The Daily Beast en el que habla sobre el orgasmo argumentando que, al haber experimentado el sexo “literalmente desde todos los ángulos”, se le puede considerar como experta en el tema. Snow señala que no por nada el orgasmo en el porno se conoce como “moneyshot”: en el porno, como en la vida, algo no termina hasta que alguien se viene. Pero, ¿tanta tensión sexual para sólo unos segundos de recompensa? “Siempre me pareció interesante que unos pocos segundos de placer tuvieran el poder de cambiar el curso de tu vida (y, potencialmente, costarte una pequeña fortuna)”, dice Snow.
Snow hace algunas preguntas intrigantes. “¿Cuántas familias han sido deshechas por sólo unos segundos de placer?”. Pero, aunque se podría argumentar que el sexo no es sólo sobre el orgasmo, “¿cuántas personas estarían interesadas en el sexo si no hubiera orgasmos?”.
La percepción de Snow, quien de todas maneras asevera que es “fan del orgasmo” y seguramente ha visto el extremo al que pueden llegar ciertas personas por obtener uno, es que hay que sopesar el costo que puede tener ese orgasmo (desde la infidelidad hasta el estrés y la enfermedad).
Se puede argumentar que el orgasmo no sólo dura 10 segundos, ya que se puede repetir –en algunos casos, con cierta prolijidad– y, sobre todo, porque los neurotransmisores que genera, liberando estrés, pueden durar horas o hasta días (incluso, el semen puede tener un efecto antidepresivo). De cualquier forma, el punto es especialmente valioso en nuestra cultura de la satisfacción express, donde la mayoría de los esfuerzos se ha centrado en tener un resultado específico (como si fuera perder o ganar). Disfrutar del sexo en cada una de sus fases, cada instante en su propia plenitud, es parte de las enseñanzas de la sexualidad sagrada, del tantra o, específicamente, de lo que se conoce como karezza (esa interminable caricia); en ciertos aspectos, esto es lo que añade una dimensión de erotismo a algo que puede ser básicamente un instinto animal. Un síntoma de nuestra cultura se refleja en esta noción orgasmocéntrica: nuestra necesidad de medir y cuantificar; el orgasmo es la forma en la que el placer del otro se comprueba (y así hacemos una transacción de afecto), en cierta forma anulando toda la paleta cualitativa que puede llegar a sentirse en otros momentos.
Igualmente, al menos en el caso del hombre, contener la eyaculación o recircularla es considerado una técnica yógica para incrementar la energía –y en muchos casos, un orgasmo puede experimentarse como un drenaje de energía, como si en esos 4-10 segundos se perdieran días de cultivo en una diluida crema cósmica.
El tema puede ser bizantino. Por último, también está el caso de Wilhelm Reich, quien desarrolló todo un sistema psicoterapéutico basado en la energía del orgasmo (la energía orgónica, algo como el prana), concluyendo empíricamente que el orgasmo puede curar y destrabar profundos traumas. Quizás la clave está en no poner tanta presión en el orgasmo, pre-tensión sobre algo que es dis-tensión.
Fuente [Pijamasurf.com]