Me parece una buena noticia que la Conferencia Internacional del Trabajo, como supremo órgano de decisión de la Organización Internacional del Trabajo, se afane en construir un futuro con trabajo decente, lo que conlleva una serie de valores inherentes que han de dignificar al ser humano. Indudablemente, estamos ante un derecho, pero también ante un deber, cuyos esfuerzos han de servir a la colectividad, mediante un mejor vivir. Considero, por tanto, verdaderamente interesante que la cumbre sobre el mundo del trabajo a celebrar el 9 de junio, estimule, abierta e interactivamente, tanto a los empleadores, como a los sindicatos, gobiernos y organizaciones internacionales, sobre un tema tan vital como el desarrollo a través de la dignificación del empleo. Por desgracia, el desempleo, o el trabajo en precario que es tan cruel como no tener trabajo, está aumentando trágicamente por todos los rincones del planeta, lo que acrecienta la pobreza. Por eso, resulta especialmente alentador que se propicien para el debate este tipo de encuentros en un momento tan crucial para el mundo entero.
La desmoralización de muchas familias es tan acusada, que cualquier diálogo social encaminado a crear oportunidades y a entusiasmar, activando la creatividad y entornos propicios para el entendimiento, bien vale la pena emprenderlo. La cuestión no es sólo generar empleo, que está muy bien, sino también cómo mejorar las condiciones de trabajo, eliminar la explotación y la esclavitud modernas, avivando un crecimiento socialmente incluyente de forma simultánea. Por otra parte, resulta inaceptable que el trabajo esclavice en lugar de liberar y se haya convertido en moneda de cambio. El ser humano es algo más que una mera mercancía. Otro grave problema relacionado con la cuestión laboral es el de la migración en masa. Son muchas las personas, sobre todo jóvenes, que se están viendo obligadas a buscar trabajo fuera de sus países de origen. Algunos lo hacen como trabajadores clandestinos. No podemos permanecer indiferentes ante estas tremendas circunstancias de trabajos forzados y sin esperanza ninguna. A veces cuesta entender las horribles situaciones en las que malviven seres humanos, por ejemplo la gran cantidad de mujeres y niñas que están siendo obligadas a prostituirse por el simple hecho de tener que pagar deudas.
Sin duda, hay que prevenir esta horrenda explotación de vidas humanas, y, en este sentido, la Conferencia llega en un momento crucial, puesto que la desesperanza así como la exclusión de personas, viene minando una sociedad que se desmorona por sí misma. Es el momento de reforzar las cooperaciones entre países y de expandir la solidaridad entre sus moradores. Sin un digno trabajo, el ser humano pierde su propia identidad, no puede satisfacer sus necesidades básicas, ni sustentar a su familia, que es un elemento esencial en el desarrollo humano sostenible y social. Ha llegado el momento, pues, de reaccionar frente a tantos desordenes. Para empezar, lo prioritario son las personas, el primer beneficiario, el actor principal, y no al revés como viene sucediendo en esta sociedad de lobos. Nos alegramos que excepcionalmente, la Conferencia, denominada como el parlamento mundial del trabajo, también celebre el día mundial contra el trabajo infantil el 10 de junio. Resulta inconcebible que muchos niños no puedan disfrutar de la infancia, ni acceder a una educación de calidad, por el hecho de haber nacido en un determinado lugar.
El mundo de hoy tiene que reflexionar sobre todas estas historias que nos deshumanizan. A mi juicio, cuanto antes se deberían limitar los horarios de trabajo, prohibir el trabajo nocturno, reducir el trabajo que sea excesivamente agotador, y tomar medidas para asegurar una protección efectiva contra todas las formas de abuso, acoso y violencia. Ciertamente, como ha dicho el argentino Daniel Funes de Rioja, al ser elegido presidente de la Conferencia, «vivimos en una era de cambios, pero esto no significa dejar a un lado nuestros valores, sino adaptarlos a las nuevas circunstancias». Son estos nuevos contextos los que han de instarnos a pregonar con más voz si cabe, una protección adecuada para todo ciudadano, promoviendo su dignidad en el trabajo. Desde luego, por el bien colectivo de la familia humana que hoy habita en un mundo global, pero sin globalizarse fraternalmente para desgracia de la propia especie, es el momento de dar soluciones a una población desesperada, totalmente excluida. Humanidad, por favor.
Víctor Corcoba Herrero