El gobierno busca desesperadamente aferrarse a un tema que le permita edulcorar la amarga realidad que sufre la población venezolana, evadir su responsabilidad y ocultar el fracaso de este despelote que ellos llaman «revolución». Ahora creen que las posibles sanciones del gobierno norteamericano contra funcionarios venezolanos incursos en violación de DDHH es su gran oportunidad para revivir un falso sentimiento nacionalista y anti-imperialista. Olvidan varias cosas: primero, es tal la dimensión de la crisis y tan negativas las expectativas de la mayoría con relación al futuro, que toda esa retórica suena absurda y hasta insultante. No hay tela para un «trapo rojo» tan grande.
Por otra parte, tienen más de 15 años con la misma cháchara del imperio, la CIA y el capitalismo, así que venir ahora a decir «que ahí viene el lobo», nos suena a cuento infantil. Por otra parte, este gobierno que denuncia a gritos la intromisión yanqui es el mismo que le ha entregado el país a los cubanos, chinos e iraníes, que ha regalado nuestra riqueza a otros países, que importa hasta el papel tualé y ha endeudado groseramente a la República. Jamás Venezuela fue tan dependiente de intereses foráneos como hoy. Y por si fuera poco, existen serias dudas sobre la nacionalidad de quien hoy ejerce la Primera Magistratura. Francamente ¿de qué soberanía hablan? ¿Qué autoridad moral tienen estos traidores a la patria?
En todo caso, es justo aclarar que el Senado de los EEUU se refería a sanciones contra funcionarios, no contra Venezuela. Si se tratara de medidas como un bloqueo económico al país o una invasión militar, también nos opondríamos pero se trata -por ejemplo- de revocar la visa norteamericana a violadores de DDHH que además son inmensamente corruptos y están preocupados por la posibilidad de que les congelen las cuentas bancarias y los bienes que poseen en USA como producto de su asalto al erario público. Al final, toda esa alharaca que ha armado el gobierno solo evidencia el desvelo de unos maleantes por su dinero mal habido y la incoherencia de unos «revolucionarios» que vociferan como fieras contra el imperio pero lloriquean como gallinas cuando les prohíben la entrada a la cuna del capitalismo. Está claro que a las cúpulas podridas les encanta Disney. Son una élite que se inspira en Fidel y su fracasado comunismo para actuar como gorilas en el país y vivir como magnates en el exterior. Son unos burócratas que hablan como Stalin, actúan como Pinochet y viven como Rockefeller. Ojalá no sólo le congelen las cuentas, sino que sean incautadas esas fortunas y podamos repatriar los capitales reintegrando el dinero a las arcas de la Nación.
Richard Casanova / @richcasanova