Este comienzo de año debería ser catalogado como uno de los más tristes de los últimos 15. Este 2014 comenzó con más sangre y más desprecio a la vida de inocentes que en otros tiempos.
Lo que hemos visto con los jóvenes manifestantes en diferentes estados, no tiene perdón ni de Dios ni de los hombres. No hay madre que no pueda acompañar el dolor que sufren quienes siguen enterrando a sus hijos.
Las autoridades sólo han servido para llevar estadísticas y difundirlas ante los medios y no para evitar que haya más asesinatos. Son muchas muertes, sólo con un mes de protestas y cada una con características más sanguinarias que otras.
La Fiscal anunció 28 personas muertas, 365 lesionadas, de las que 256 son civiles y 109 son funcionarios policiales y militares, pero en su lista no entró ni un torturado de los 44 que ya han registrado las organizaciones que se están encargando de mostrar la otra cara de esta tragedia que ellos tratan de ocultar. Es inaceptable que con estas cifras, un Presidente pueda declarar que “duerme como un bebé”.
No hay forma de entender cómo se tortura impunemente y cómo se mata gente que sólo quiere ser escuchada sin amenazas, sin rabia, sin mentira. Es la muerte de personas que quieren tener estudio, trabajo y vida en este país. Esos que llevan pancartas y el tricolor a sus anchas aman Venezuela tanto como cualquiera de nosotros y sólo claman por futuro, ese que no se le garantiza porque no hay comida, no hay seguridad, ni estabilidad laboral.
Su reclamo, su molestia no se trata más que de pedir la devolución de un país que le ha quedado grande a quienes lo dirigen. Ellos quieren más Sí a sus preguntas y menos NO como respuestas. Para esto salieron a las calles.
La protesta estudiantil siempre ha generado temor en los gobiernos, pero jamás ha sido la represión la mejor fórmula para terminarlas. Aquí no se trata de acabarlas con esa varita mágica disfrazada de represión, ordenada desde Miraflores, se trata de entender las razones que nos llevaron a esto.
Se habla de francotiradores en las marchas con una facilidad que asusta, como si quienes adversamos al gobierno tuviéramos instintos asesinos para matar a nuestros valientes muchachos.
Aquí se está juzgando al que protesta y no al que abusa, se atenta contra la libertad de salir a la calle y se subestima la iniciativa juvenil llamándolos tarifados.
Queremos justicia para los caídos y penas para los asesinos. Queremos que Venezuela se parezca otra vez a un país y no a un campo de concentración. No queremos más pueblo ensangrentado. Queremos más mañana seguro y menos presente incierto.
Un país no se construye ignorando a su futuro. La verdadera patria es aquella liderada por los valientes que, en vida, honran su bandera con trabajo y esfuerzo. Queremos que la vida otra vez tenga valor en el país. No hay nada más cercano a la dictadura que la represión y la tortura. Nosotros también queremos dormir tranquilos.
Astrid Silvestri / @ASTRIDSP79