En el despacho de Tim Cook cuelgan los retratos de Bob Dylan y Robert Kennedy: su cantante preferido y el político al que quiso ver en la Casa Blanca. Dos detalles que ayudan a entender la personalidad de este ejecutivo que ha construido una carrera formidable a la sombra del hombre al que ahora deberá sustituir al frente de la empresa más próspera del mundo.
Hijo de un constructor naval y una ama de casa, Cook creció en un pueblo de Alabama y se graduó como ingeniero industrial y como administrador de empresas. En Apple desembarcó en marzo de 1998 precedido de una fama de buen gestor cincelada en sus años en IBM y en otras empresas informáticas.
En 2004 asumió la responsabilidad de dirigir las operaciones de la compañía. Un sector que Jobs había descuidado durante demasiado tiempo. Cook aportó reducción de costes y racionalidad y mejoró las finanzas de la empresa a base de mejorar la cadena de producción y ajustar los pedidos a la demanda de la compañía.
Apple cerró fábricas y almacenes en todo el mundo y estableció relaciones de confianza con sus proveedores. El objetivo era mejorar la distribución de sus productos y crear un entorno más flexible para comercializarlos. Lograr que los productos pasaran el menor tiempo posible en manos de la empresa sin que el cliente los echara en falta. "Es cómo gestionar un negocio de productos lácteos", dicen que Cook dijo en una ocasión, "si se te pasan de fecha tienes un problema".
La metáfora es oportuna si se tiene en cuenta la obsolescencia de los productos de Apple, cuyos lanzamientos avivan periódicamente el deseo en el consumidor y amenazan con sembrar el caos en la logística de la empresa.
Cook ha convertido a Apple en una de las empresas más eficientes del mundo. En parte por las cualidades de los ejecutivos que se trajo de IBM y en parte por su liderazgo, que ha creado un entorno de trabajo donde ha florecido la racionalidad.
Quienes conocen al nuevo responsable de Apple subrayan que su carácter está en las antípodas del de su predecesor. Jobs es un tipo irascible y desabrido que oscila entre la mística y la genialidad. Cook es exigente pero no levanta la voz y ha construido su carrera sobre un trabajo metódico. No sobre ideas visionarias.
Por eso muchos dudaron de que Cook fuera a heredar el trono de Apple. Le sobraban cualidades como contable pero le faltaba pedigrí como profeta y como diseñador. Hubo incluso quien barajó el nombre del responsable de diseño, Jonathan Ive. Pero algunos analistas insisten en que el sector no debería subestimar a Cook. Entre otras cosas porque Jobs ha dejado hilvanados planes para los próximos años y porque su mano derecha ya ha tomado decisiones importantes en el último lustro.
Es cierto que los departamentos de finanzas, diseño y mercadotecnia despachaban directamente con Jobs. Pero Cook nunca ha renegado de su autoridad y no le ha temblado la mano para decidir en ausencia de su maestro.
Quienes le conocen definen a Cook como una especie de misántropo inofensivo. Nunca se casó, vive solo en una casa alquilada en Palo Alto y no se le conocen relaciones personales. Un retrato gélido en el que se cuela un rasgo de humanidad: en 1996 le diagnosticaron por error esclerosis múltiple y desde entonces recauda dinero para indagar sobre el origen de la enfermedad.
Miembro del consejo de administración de Nike, Cook es un obseso del gimnasio y de la bicicleta y su ídolo en el deporte es el campeón ciclista Lance Armstrong. En sus años mozos fue republicano, pero en 2008 aportó fondos para la campaña de Barack Obama y es un fan insobornable de los Kennedy. Sobre todo de Robert, al que admira por su pasión por la justicia social y por saber sobreponerse a la muerte de su hermano.
No es extraño que sus subordinados reciban correos de Cook en torno a las cinco de la mañana. Un detalle que da idea de sus madrugones y de un perfeccionismo que los ejecutivos de Apple soportan con estoicismo. Al menos, Cook puede presumir de cobrar más que nadie por debajo de él. Alrededor de 40 millones de euros en 2010 entre su salario y la compensación en acciones de la compañía.
"¿Reemplazar a Steve?", se preguntó una vez Cook en voz alta, "es irremplazable. Yo veo a Steve ahí con su pelo gris y unos 70 años mucho después de que yo me retire". Este jueves (miércoles cuando saltó la noticia en EEUU) ha quedado claro que eso no sucederá. Ahora Cook deberá demostrar que está a la altura del reto.
[Fuente: El Mundo]