¡Insólito, en este país el sexo ya no atrae a las personas jóvenes!

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La población japonesa menor de 40 años parece estar perdiendo interés en las relaciones convencionales. Son millones los que ni siquiera salen con otra persona, y cada vez son más los que han perdido todo interés en el sexo. Para el gobierno, el “síndrome del celibato” forma parte de una inminente catástrofe nacional. Japón ya tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. Se pronostica que su población de 126 millones de habitantes, que se ha ido reduciendo en los últimos diez años, declinará un tercio más para 2060.

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La cantidad de personas solas ha alcanzado un récord. Una encuesta de 2011 determinó que la tercera parte de los menores de 30 años nunca había salido con nadie.

Si bien hace mucho que en Japón hay una pragmática separación entre amor y sexo, al sexo tampoco le va bien. Una encuesta que realizó este año la Asociación de Planificación Familiar de Japón (JFPA), comprobó que el 45% de las mujeres de entre 16 y 24 años “no estaban interesadas en el contacto sexual o lo rechazaban”. Más de la cuarta parte de los hombres sentía lo mismo.

En 2012 nacieron en Japón menos bebés que en cualquier otro año de que se tenga registro. (También fue el año en que los pañales para incontinencia de adultos se vendieron por primera vez en el país más que los pañales de bebés.) Kunio Kitamura, que dirige la JFPA, afirma que la crisis demográfica es tan grave que Japón “podría terminar por extinguirse”.

Los japoneses menores de 40 no se multiplican por deber, como lo hicieron las generaciones de la posguerra. El país vive una gran transición social después de 20 años de estancamiento económico. También lucha contra los efectos en su psiquis –ya marcada por la destrucción nuclear– del terremoto, el tsunami y la fusión radiactiva de 2011. No hay vuelta atrás.

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“Hombres y mujeres me dicen que no entienden qué sentido puede tener el amor. No creen que pueda llevar a ninguna parte”, dice Ai Aoyama, una terapeuta sexual y de pareja de Tokio. “Las relaciones se han vuelto demasiado difíciles”.

El matrimonio ha pasado a ser un campo minado de opciones sin atractivo. Los hombres japoneses le dan menos importancia a la carrera y son menos solventes en momentos en que la estabilidad laboral se ha desvanecido. Las mujeres japonesas se han vuelto más independientes y ambiciosas. Pero las actitudes conservadoras persisten en hogares y lugares de trabajo. El mundo empresarial japonés hace casi imposible que las mujeres combinen carrera y familia, y los hijos son algo prohibitivo a menos que ambos padres trabajen.

Las tendencias sociales que provocan que haya menos sexo y menos matrimonios también llevaron a un fuerte descenso en el índice de natalidad en Japón. Este problema se combina con tasas bajas de inmigración para llevar a Japón al borde de lo que algunos temen será un precipicio demográfico.

Aoyama señala que los sexos, sobre todo en las grandes ciudades japonesas, “se alejan uno del otro”. Al carecer de objetivos a largo plazo comunes, muchos recurren a la gratificación fácil o instantánea del sexo casual y la tecnología: porno online, “novias” virtuales, animé. De lo contrario, se abstienen y reemplazan el amor y el sexo por otros pasatiempos urbanos.

La aversión al matrimonio y la intimidad no es patrimonio exclusivo de Japón en la vida moderna, como tampoco lo es la preocupación por la tecnología digital. Pero lo que infinitas comisiones japonesas no han entendido cuando critican la negativa de los jóvenes a reproducirse es que, gracias a la miopía oficial, la decisión de vivir en soledad con frecuencia tiene mucho sentido. Eso es válido para ambos sexos, pero sobre todo para las mujeres. “El matrimonio es la tumba de una mujer”, dice un viejo proverbio japonés, que hace referencia a que se ignora a las esposas y se favorece a las amantes. Para las mujeres japonesas actuales, el matrimonio es la tumba de las carreras que tanto les costó conseguir.

Eri Tomita, de 32 años, ama su trabajo en el departamento de recursos humanos de un banco francés. Habla francés con fluidez, tiene dos títulos universitarios y evita las relaciones románticas para poder concentrarse en el trabajo. A veces tiene sexo ocasional con hombres que conoce en bares, pero dice que tampoco el sexo es una prioridad para ella.

Tanto hombres como mujeres, por otra parte, dicen que disfrutan su vida de solteros. Algunos especialistas piensan que el rechazo al matrimonio no es sólo un rechazo a normas anticuadas y roles de género. “Antes, quedarse soltero era el mayor fracaso personal”, declara Tomomi Yamaguchi, profesora de antropología de la Universidad del Estado de Montana, Estados Unidos. “Pero cada vez más gente descubre que lo prefiere”, agrega.

Entre los factores que mencionan los expertos figuran la falta de una autoridad religiosa que ordene el matrimonio y la familia, la precaria ecología del país que genera sentimientos de futilidad y el elevado costo de vivir y tener hijos.

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Los japoneses de veintitantos años son el grupo etario a observar. Muchos aún son demasiado jóvenes para tener planes concretos para el futuro pero, según el instituto de población del gobierno, las mujeres de 20 tienen en la actualidad una probabilidad en cuatro de no casarse nunca. Sus probabilidades de no tener hijos son aun mayores: casi 40%.

No parece preocuparles. La veinteañera Eri Asada, que estudió economía, no está interesada en el amor. “Dejé de salir hace tres años. No extraño los novios ni el sexo. Ni siquiera me gusta que me tomen de la mano”, confía. No quiere una relación y dice que el sexo ocasional tampoco es una buena opción.

Ai Aoyama, la terapeuta, está decidida a educar a sus clientes en el valor de la intimidad “de piel a piel, de corazón a corazón”. Y explica: “El sexo con otra persona es una necesidad humana que produce hormonas de bienestar y contribuye a que la gente funcione mejor en la vida cotidiana”.

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