En estos días tuve oportunidad de leer la noticia sobre un nuevo mecanismo de seguridad para la activación del cupo de viajeros de Cadivi, que comenzará a utilizarse a finales de este año.
Para evitar los famosos “raspados” de tarjetas de crédito, todo venezolano que se vaya de viaje tendrá que pasar por una especie de captahuellas, justico antes de poner un pie en el avión, y solo cuando cumpla con ese paso se activará su TDC para poder gastar sus divisas fuera del país. Al parecer; la idea es que cada usuario pueda usar una sola tarjeta mientras se encuentra fuera del territorio venezolano.
Mi primera reacción: ¡Gritar de pánico!… ¿La razón? Cada vez que este gobierno anuncia con bombos y platillos la solución a un problema (casi siempre culpa de ellos mismos); una especie de nube negra se posa sobre el objeto, mecanismo o situación que desean “corregir” para adornarla con más y peores mafias, complicaciones, retrasos y, en este caso, “divertidas anécdotas de aeropuerto”.
Ciertamente, las autoridades están en el deber de evitar situaciones fraudulentas. Sin embargo, no creo ser la única a quien le genere “terror” la sola idea de pensar que, una vez en el aeropuerto, con el pasaje comprado, el hotel reservado y la caja de Diablitos en la maleta; la captahuellas se dañe, el sistema presente una falla y haya que hacer entonces una solicitud por escrito (original y tres copias) a la oficina de Cadivi, esperar por un sello, por el Internet que está caído, por la página que no abre y por una velita que iba a traer una señora del comando del Psuv de Catia La Mar porque la que le tenían prendida a San Judas Tadeo, Santo de las causas perdidas, se acabó.
Solo por poner algunos ejemplos: Estos señores querían combatir la inflación (que generaron ellos mismos) y pusieron precios regulados y una ley de costos. Querían combatir la fuga de divisas (que generaron ellos mismos) y pusieron un control de cambio. Querían solucionar el problema de la vivienda (que generaron ellos mismos) y promulgaron una ley de arrendamiento. Las consecuencias: Escasez, dólar paralelo por las nubes, mercado de alquileres inexistente… o el extraño caso de cómo convertir las gracias en simpáticas morisquetas.
Si, hasta ahora, la activación del cupo de viajero unos días antes del vuelo generaba un alto nivel de estrés similar al de esas jovencitas que revisan el teléfono cada tres minutos esperando un mensaje de su “One Direction wannabe”; no puedo pensar lo que significa estar en el aeropuerto internacional de Maiquetía, sudando frío, abrazando las maletas hasta en el baño, rezando para que arreglen el aire acondicionado, para conseguir un enchufe para cargar el teléfono y, además, guardando tres Padres Nuestros adicionales para que la bendita captahuellas funcione mejor que las maquinitas del CNE, los cajeros del banco Bicentenario, los barcos de Conferry o las camaritas con las que toman la foto para el pasaporte en la oficina del Saime. ¿Será mucho pedir?
Espero de todo corazón que el mecanismo funcione. Pero lamentablemente vivo en un país donde, de las iniciativas del sector público, se presume la ineficiencia y la ineficacia hasta que se demuestre lo contrario. Si no me creen pregúntenle a cualquier profesional desempleado si, después de la implementación de la nueva Ley del Trabajo, su problema se ha solucionado y disfruta de la mayor suma de felicidad posible.
María José Flores
@MarijoVenezuela