El papa Francisco visitará Brasil del 22 al 28 de julio en su primer viaje internacional, que quebrará numerosos récords y marcará la historia de América Latina, la región con el mayor número de católicos en el mundo.
El viaje papal tiene lugar en un momento en que América Latina, donde persiste una elevada desigualdad social, registra un crecimiento importante de las iglesias evangelistas.
Francisco, 76 años, cumplirá una agenda cargada durante la semana que permanecerá en Brasil, un país sacudido recientemente por masivos movimientos de protesta contra la corrupción, los pésimos servicios públicos y sobre todo el aumento de la brecha entre ricos y pobres.
El papa Francisco ha cosechado en sus primeros cien días de pontificado una sorprendente popularidad en todo el mundo, mostrando el rostro humilde y sencillo de la Iglesia,
Hijo de inmigrantes italianos, el Papa, que conoce a fondo los problemas e injusticias de América Latina, no teme que las manifestaciones de protesta perturben su visita, comentó recientemente el arzobispo emérito de Sao Paulo, Claudio Hummes, su amigo y vecino de puesto en el cónclave del que salió elegido el 13 de marzo al trono de Pedro.
El motivo principal del viaje de Francisco es presidir en Río de Janeiro la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ),
El papa argentino, que por sus gestos y acciones ha sido nombrado el «hombre del año» por la edición italiana de la revista «Vanity Fair», visitará a los pobres de una favela, enfermos en un hospital, recibirá presos, peregrinará al santuario de Aparecida y sobre todo se encontrará con jóvenes de todo el mundo, para presidir lo que suele ser llamado el «Woodstock católico», que se celebra cada dos años en diferentes ciudades del planeta.
Se prevé que unos dos millones de personas, la mayor parte provenientes de toda Sudamérica, asistirán a las jornadas católicas, las cuales llegarán en buen parte en autobuses, en lo que constituye el primer gran acto multitudinario del papado de Francisco.
Si bien el evento había sido programado por su predecesor al término de la JMJ que tuvo lugar hace dos años en Madrid (España), la sorprendente renuncia en febrero de Benedicto XVI y la elección en marzo del ex cardenal Jorge Mario Bergoglio, transformaron el carácter tradicional del encuentro global con los jóvenes.
Francisco, quien se puso el nombre del santo Asís para recordar que se necesita una iglesia pobre, que ha denunciado la «tiranía del dinero», «el capitalismo salvaje» y la «globalización de la indiferencia» ante el drama de los indocumentados, visitará en Río de Janeiro la favela de Varginha, en la zona de Manguinhos, pacificada el año pasado, donde tiene previsto un paseo a pie por una de sus calles y la visita a algunas familias del lugar.
«Creo que en Brasil proseguirá, profundizará y aclarará su Evangelio social. Desde que fue elegido denuncia las nuevas formas de esclavitud, la explotación, la desigualdad, la irresponsabilidad de algunas fuerzas sociales», aseguró a la AFP el vaticanista Marco Politi.
Los encargados de la protección del pontífice no excluyen de todos modos cambios a última hora en el programa por razones de seguridad, aunque se sabe que Francisco no está dispuesto a ejercer su papado desde un trono, lejos de sus fieles, sin ensuciarse con el «olor a oveja» de su rebaño, como dijo.
Francisco, el primer papa no europeo en siete siglos, que rechazó los lujos de los palacios del Vaticano y condena sin titubeos la riqueza y la falta de ética, evitó programar comidas oficiales con autoridades brasileñas y prefirió invitar a jóvenes y sacerdotes de base.
Gestos y palabras que suscitan expectativas en el continente y sobre todo en Brasil, país con más católicos del mundo, con 123,3 millones, según el censo de 2010, donde los evangélicos han tenido un crecimiento explosivo el 22,2% de la población, con 42,3 millones de personas y donde los ritos afrobrasileños se mezclan con otros cultos, un desafío que el pontífice conoce y ha estudiado a fondo.
Relator del documento final de la reunión en 2007 del Consejo Episcopal Latinoamericano sobre los problemas de la iglesia del continente cuando era el cardenal Bergoglio — a la que asistió Benedicto XVI–, Francisco imprimirá en el primer viaje al exterior a la región donde nació y residió casi toda su vida, el sello de su pontificado.
«Vamos a ver si cumple o no con el protocolo, si evita los tradicionales discursos de bienvenida, con autoridades, etc. Todo eso serán señales», explica Politi, que no excluye una suerte de reconciliación con la Teología de la Liberación, la corriente teológica nacida en América Latina y condenada severamente en la década del 80 por Juan Pablo II .
«Francisco es un fruto inesperado de la Teología de la Liberación, porque es un representante de la llamada Teología Popular, que no es marxista ni politizada, pero que sí denuncia con fuerza los horrores de la miseria, la desigualdad y sus mecanismos económicos», sostiene Politi.
La paz con esa corriente teólogica, con destacados pensadores como el brasileño Leonardo Boff, podría formar parte de la llamada revolución pacífica que el ex arzobispo de Buenos Aires comenzó hace cuatro meses con su famosa frase: «Cuánto quisiera una Iglesia pobre y para los pobres…».
Fuente: News-republic.com