Sí, más allá de las convulsiones políticas actuales, más allá de los problemas ocasionados por los resultados electorales del 14 de abril, por encima de los procedimientos desatados por ambas partes del tablero político nacional, se vienen para Venezuela y para cada uno de los venezolanos nuevos retos que se tienen que evaluar con suma precaución y metódica reflexión.
Ya sabemos que las fuerzas que acompañan a Nicolás Maduro se atrincheran en una negación constante a la posibilidad de una salida consensuada a la crisis política actual, mientras que los seguidores de Capriles, y él mismo a la cabeza, se mantienen firmes en el reclamo, justo y legal, de la verificación de las elecciones, pero en medio de toda esta vorágine se avecinan nuevas realidades que amenazan con mellar aún más la estabilidad social de los venezolanos.
Es evidente que estamos inmersos en una crisis económica sin parangón en la historia nacional, porque si muchos de los venezolanos que vivieron en la época del paquetazo neoliberal de Carlos Andrés Pérez creen y piensan que ha sido lo peor que le ha sucedido a la nación deben esperar, confortablemente, lo que acontecerá en la nación cuando ya el Gobierno le falten los billeticos verdes, sí esos mismos que producen en el imperio, para financiar las misiones sociales, las diferentes ayudas económicas y para seguir manteniendo un sistema caduco, envejecido y sin nada de productividad.
Los campos venezolanos están desasistidos, es bueno preguntarse qué pasó con la gestión de Elías Jaua en este aspecto, cuando estuvo al frente del ministerio de Agricultura; es demás de obvio que el parque industrial nacional está vuelto migajas y que la capacidad venezolana de reacción económica es nula, y en medio de todo este desastre el régimen continúan con las políticas leoninas para nuestros clientes, lo que es demostrables al observar los créditos y los intercambios de petróleo criollo por los “sobrantes”, como aseguraron en Bolivia por ejemplo, de lo producido por estas repúblicas que viven, muchas de ellas, de las dadivosas y espléndidas medidas comerciales del gobierno rojo, rojito.
¿Qué se puede esperar de un Estado que sólo vive de la producción petrolera y de nada más?, ¿qué se puede esperar de un gobierno que no le gusta cobrarle a sus clientes por la simple razón de que son “camaradas de luchas anti-imperialistas”?, no señores si quienes están en el Palacio de Miraflores no dan un viraje de 360 grados a la conducción económica nacional se puede aplicar aquella famosa frase del ex presidente Luis Herrera Campins, “compren alpargata, porque lo que viene es joropo”, y ese ritmo atravesado no solo golpeará a los más necesitados de la población sino que tal vez pueda despertar el mismo sentimiento que se consumió al Gobierno de Pérez a escasos meses de estar montado en el coroto, es decir, sea la partera de una explosión social.
Pero no solo los retos que se posan al frente de la nación son de carácter socio-económico, como los ya expresados, sino que es muy probable que en los próximos meses se generen trastornos de carácter político que golpeen con fuerza la ya endeble situación de un mandatario que no está despertando confianza en nadie, ni siquiera entre los más férreos simpatizantes del ex Jefe de Estado.
Mientras que el madurismo tendrá que navegar entre las aguas de quienes piden más profundidad en la “revolución” y entre quienes buscan estabilidad por encima de alteraciones, la alternativa democrática debe moverse como pez en el agua para que sus reclamos en materia comicial no provoquen un desánimo en los sectores duros de la disidencia, a la vez que batallan en contra de algunos agentes políticos infiltrados en los estados y municipios, que de seguro promoverán acciones, auspiciados por el oficialismo, para hacer tambalear la unidad que tan buenos beneficios políticos le ha traído a la oposición venezolana en los últimos tiempos.
José Dionisio Solórzano
@jdsolorzano